El viaje de la primera persona que pisó América
Dos estudios iluminan el salto de los primeros americanos desde Siberia hace 15.000 años
Cristóbal Colón obviamente no descubrió América. Cuando llegó con sus carabelas en 1492 ya estaba habitada de cabo a rabo. Los científicos llevan décadas devanándose los sesos para averiguar a quién le corresponde el honor de ser el primero en pisar el continente y dos nuevos estudios arrojan ahora luz sobre el enigma. Uno de ellos, liderado por el genetista Eske Willerslev, de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), detalla el itinerario seguido por los auténticos padres de América.
Los primeros valientes que se atrevieron a explorar el continente partieron de la actual Siberia hace como mucho 23.000 años, durante el Último Máximo Glacial, una época en la que el norte de Europa se encontraba cubierto por completo por el hielo. Aquellos pioneros, un grupo de cazadores, habrían quedado aislados durante 8.000 años en Beringia, un puente de tierra hoy inundado y convertido en un brazo de mar entre Siberia y el extremo noroccidental de América, según el trabajo de Willerslev.
Tras ese paréntesis en Beringia, la población de origen siberiano habría saltado a América en una sola oleada, avanzando hacia el sur y separándose en dos grupos hace unos 13.000 años, coincidiendo con el derretimiento de los hielos. Aquellas dos ramas, sostienen los investigadores, dieron lugar a todas las diversas poblaciones de nativos americanos que conocemos hoy, excepto la de los esquimales inuit. El estudio de Willerslev, publicado en la revista Science, ha comparado los genomas de 110 personas de América, Siberia y Oceanía con los genomas de tres esqueletos ancestrales.
Uno de estos últimos perteneció a un niño fallecido hace 24.000 años en Mal’ta, un yacimiento siberiano en el que se han hallado estatuillas talladas en marfil de mamut. Otros restos corresponden al llamado niño de Anzick, que pululó por la actual Montana (EE UU) hace 12.600 años y fue miembro de la cultura Clovis, una de las primeras del continente. Y el tercer esqueleto mantuvo erguido hace 4.000 años a un paleoesquimal de la cultura de Saqqaq, una de las primeras conocidas en Groenlandia.
Durante cuatro años, un centenar de científicos ha trabajado con estos datos genéticos para dilucidar, por fin, el camino y la identidad de los primeros americanos. Entre los investigadores se encuentran Cristina Valdiosera y Ricardo Rodríguez Varela, del Centro Mixto de Evolución y Comportamiento de la Universidad Complutense de Madrid. Ambos han analizado restos óseos de los pericúes, un pueblo que habitó el sur de la península de Baja California (México) hasta que sus últimos miembros fallecieron en el siglo XVIII. Los pericúes se consideraban un vestigio de los primeros americanos, por sus similitudes craneales y faciales con otros pueblos asiáticos, pero el nuevo estudio lo descarta.
Sin embargo, el punto y final a la controversia científica sobre los primeros americanos no ha durado ni un segundo. Al mismo tiempo que se publicaba el estudio en Science, otro equipo de investigadores anunciaba otras conclusiones en la revista Nature. Ambos grupos desconocían la coincidencia hasta hace pocos días.
Uno de los estudios sugiere una segunda oleada de pobladores emparentados con grupos australianos y melanesios
El segundo estudio, dirigido por David Reich, de la Escuela de Medicina de Harvard (EE UU), ha analizado datos genómicos de 30 poblaciones de nativos americanos y de 197 pueblos de otros continentes. Sus resultados muestran que “una pequeña parte”, no más de un 2%, del ADN de algunas tribus amazónicas deriva de una población similar a la de los indígenas australianos, de Papúa Nueva Guinea y de las islas indias de Andamán.
El equipo de Reich sugiere que los primeros americanos llegaron hace más de 15.000 años por el estrecho de Bering (el antiguo puente de tierra de Beringia) en dos oleadas, una compuesta por siberianos y otra bautizada Población Y que cargaba genes de origen australoasiático. En 2012, el propio Reich publicó otro estudio en Nature que postulaba tres oleadas en lugar de dos. Ambos grupos científicos trabajan ahora para intentar conciliar sus datos.
El estudio que apoya una única oleada hace 23.000 años también ha detectado en nativos sudamericanos algunas trazas de material genético de pueblos australianos y melanesios, pero quita importancia a estos indicios, según explica uno de los autores, Rasmus Nielsen, profesor de Biología Computacional de la Universidad de California en Berkeley. “Una posible explicación es que la conexión refleje un flujo genético más reciente, quizá en los últimos 10.000 años, en lugar de apoyar la hipótesis de una conexión entre los primeros americanos y los melanesios y australianos”, señala Nielsen.
"En general, las dos investigaciones están de acuerdo en la huella de australianos y melanesios que se encuentra en algunos grupos de nativos americanos, y en que esta huella probablemente no proviene de pueblos relacionados con australianos o melanesios migrando directamente a América", añade Maanasa Raghavan, colega de Willerslev en la Universidad de Copenhague. "La diferencia entre los dos estudios tiene más que ver con el momento y la forma en los que esta huella llegó a América", aclara.
Sobre las razones para saltar de continente, “todo son especulaciones”, según reconoce Nielsen. “Pudieron moverse en busca de nuevos recursos, quizá grandes mamíferos para cazar”, hipotetiza. Los primeros americanos quizá no tenían sangre australiana, pero lo que tenían casi seguro era hambre.
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