Cuando la vacunación es excepcional
Primero de una serie de artículos con Médicos Sin Fronteras tras el rastro de vacunas que sí llegaron a sus destinos en Níger, RDC y Sudán del Sur. En Tama, sur de Níger, los niños vacunados son mayoría
La vacunación es uno de los grandes hitos de la historia de la Medicina y ha permitido erradicar enfermedades tan virulentas como la viruela. Sin embargo, la revolución originada por las vacunas es asimétrica: todavía mueren cada año 1,5 millones de niños por enfermedades que podrían evitarse gracias a ellas. En países en vías de desarrollo o atrapados en medio de conflictos armados, conseguir buenas tasas de inmunización es muchas veces una quimera a pesar del conocido impacto de la vacunación en la reducción de la mortalidad infantil. En esta serie, Médicos sin Fronteras (MSF) viaja a Níger, República Democrática de Congo y Sudán del Sur, por el camino de algunas vacunas que sí llegaron a su destino.
Son las once de la mañana. Habsou Zabeïrou, de sólo 15 años, espera sentada con su bebé Mahamadou al pie de las escaleras del centro de salud de Tama, en el sur de Níger. Mientras espera su turno, nos habla de su primera experiencia como madre. El bebé crece sano y solo ha tenido que llevarlo al centro una vez, por una diarrea. En el resto de ocasiones, sus visitas son de control. La familia vive en un barrio de la comunidad rural de Tama y Habsou se ocupa de la casa y del bebé. Hoy su hijo recibe una nueva tanda de vacunas para actualizar su cartilla.
El caso de Mahamadou no es una excepción aquí. “Si cogemos una cartilla de vacunación al azar, veremos que está al día”, certifica Hamza Asma, enfermero y responsable del centro de salud. “Vamos a vacunar al 100% de los niños de Tama. En otros sitios no ocurre esto”. Los datos le dan la razón. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Níger solo un 76% de los recién nacidos ha recibido la vacuna contra la tuberculosis y apenas un 67% la tercera dosis contra la polio. En general, las tasas de vacunación en el país son bajas.
A pesar de que la inmunización es una de las intervenciones sanitarias más exitosas de la historia, el Programa Ampliado de Inmunización (PAI) —puesto en marcha por la OMS en 1974 y que inicialmente abarcaba seis enfermedades; poliomielitis, difteria, tuberculosis, tos ferina, sarampión y tétanos— no logra los resultados esperados en muchos países africanos.
En Níger, 104 de cada 1.000 niños mueren antes de cumplir los cinco años
“El PAI es efectivo en sistemas sanitarios propios de Estados Unidos y Europa, que cuentan con una red descentralizada de centros de salud, personal formado, cadena de frío y todos los insumos necesarios para una correcta vacunación. En la mayoría de países africanos, esta realidad simplemente no existe. Y pese a los esfuerzos de los últimos años, el programa no logra funcionar correctamente”, explica Cristian Casademont, responsable médico de los proyectos de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Níger.
Sin embargo, conseguir que la vacunación de rutina se desarrolle correctamente es vital en países con elevadas tasas de mortalidad infantil. Níger ha logrado reducirla en dos tercios entre 1990 y 2013, tal y como se marcó en los Objetivos del Milenio en el año 2000. Pero las cifras siguen siendo demasiado altas: según datos de la OMS, por cada 1.000 niños nacidos, 104 fallecen antes de cumplir los 5 años.
La vacunación rutinaria es excepcional en África subsahariana
Hamza cree que el éxito en Tama se debe al PPCSI (Paquete Preventivo y Curativo de Cuidados Integrados, por sus siglas en francés), un programa de atención integral a los menores de 2 años que se puso en marcha en marzo de 2015 gracias a MSF. La idea es sencilla: hacer un seguimiento de todos los niños, tratarles rápidamente si enferman y prevenir las principales causas de mortalidad (mediante la administración de un suplemento nutricional y profilaxis para la malaria), la desparasitación y, por supuesto, la vacunación.
Abdoul Wahab Hassam tiene 23 años y es agente de salud desde hace cuatro. Se trata de una profesión muy común en África en la que reciben una mínima formación sanitaria para intentar paliar el grave déficit de personal formado que tiene el continente. Abdoul trabaja desde hace un año en un puesto de salud en Tama. “La vacunación ha cambiado mucho con este programa”, explica Abdoul. “Antes aquí solo se vacunaba una vez al mes. Ahora vacunamos todos los días”, añade.
Escasean las vacunas para la meningitis en África
Las epidemias de meningitis —una grave enfermedad altamente contagiosa que provoca la inflamación de las membranas que rodean el cerebro y la médula espinal— son recurrentes en el ‘cinturón de la meningitis’, desde Senegal hasta Etiopía. La introducción en 2010 de la vacuna MenAfriVac, la primera desarrollada específicamente para África, consiguió frenar los brotes del tipo A, los más comunes hasta entonces.
A partir de 2013, sin embargo, se ha registrado un aumento de casos de la enfermedad en su tipo C. En 2015, Níger sufrió una grave epidemia con 8.538 casos sospechosos y 575 muertes. Entonces no fue posible llevar a cabo una inmunización masiva, tal y como recomienda la OMS para frenar el brote, debido a la falta de vacunas. Varios organismos internacionales pidieron entonces a los fabricantes que acelerasen la producción de vacunas ante posibles nuevas epidemias en 2016. Sin embargo, de los cinco millones de dosis que se consideraban necesarias para responder a brotes en 2016, en la actualidad solo hay 1,5 millones disponibles.
Y es que cada día, llegan al centro de salud entre 20 y 40 niños de una misma zona para su visita mensual de seguimiento dentro del programa PPCSI. Cada día se escuchan los lloros de aquellos que se llevan uno o varios pinchazos.
Involucrar a la comunidad ha sido clave para el éxito del programa. “El problema con nuestra población es la sensibilización; es una población que no ha ido a la escuela, donde ocho de cada diez personas no sabe leer ni escribir. No comprenden qué es la vacunación. Por eso es un trabajo a largo plazo; hacen falta medios y tiempo”, explica Hamza Asma. “Pero ahora ya vienen todas las madres”.
Soueba Soufifou trabaja voluntariamente para su comunidad y tiene mucha experiencia en temas de sensibilización. Su misión es ir puerta por puerta en su aldea para ver si algún niño está enfermo y apremiar para que vaya o lo lleven al puesto de salud. Ahora también les anima a ir a las visitas de control. “La situación ha mejorado mucho, los enfermos tienen medicamentos y los niños menores de 24 meses vienen para la labor de prevención”, explica. También los líderes tradicionales han aportado su grano de arena. Elhadji Saddi Maikano es el imán de Tama y desde su mezquita ha animado a los hombres a involucrarse y explicar los beneficios de las vacunas. En Tama, las mujeres sí que acuden a los centros de salud.
Es una excepción. Pero gracias al esfuerzo del personal sanitario en Tama, a los recursos adicionales y a la aceptación de la comunidad, la vacunación se ha convertido en rutina en este rincón de Níger.
Sin embargo, cuando empezó el programa PPCSI en la zona, muchos niños entre uno y dos años no habían recibido todas las vacunas de rutina. A pesar de que la política nacional dice que los niños deben completar su cartilla hasta los 24 meses, en la práctica UNICEF —el organismo que proporciona las vacunas— solo las facilita para los menores de un año. Como resultado, cuando un niño celebra su primer cumpleaños ya no puede recibir el resto de vacunas. En Tama se ha llevado a cabo una campaña dirigida específicamente a estos niños para que puedan completar su cartilla. Por desgracia, esta restricción por grupos de edad es habitual en África subsahariana y un gran escollo para mejorar las tasas de inmunización.
Viejos problemas, nuevas vacunas
A media hora a pie de Kwoe, una pequeña aldea de Tama, mujeres y niños se reúnen alrededor de un pozo. No es muy profundo, como delata el agua turbia que recogen en garrafas amarillas y luego transportan en pequeños burros de vuelta a casa. Viendo la escena, es fácil comprender por qué las diarreas se encuentran entre las principales causas de mortalidad en el país.
Desde el año 2014, Níger incluye en su calendario nacional la nueva vacuna contra el rotavirus, la causa más común de enfermedades diarreicas graves entre los niños menores de 2 años, así como la vacuna contra la neumonía. Al ser uno de los países más pobres del mundo, Níger cuenta con el apoyo de la Alianza para las Vacunas (GAVI por sus siglas en inglés), un mecanismo internacional de financiación creado en el año 2000 que subvenciona las vacunas más nuevas y caras en los países de renta baja.
Sin embargo, los países de renta media y las organizaciones humanitarias no tienen acceso a estos precios y deben negociar directamente con las compañías farmacéuticas. En Níger, el año pasado MSF consiguió por primera vez comprar un lote de vacunas de rotavirus al mismo precio que los países subvencionados por GAVI. Por el momento, esto sigue siendo la excepción y no la regla.
Pero incluso las nuevas vacunas siguen sin estar adaptadas para su uso en muchos lugares africanos donde contar con electricidad constante —necesaria para mantener la estricta cadena de frío que exigen casi todas las vacunas— es un lujo. Un obstáculo más a franquear para conseguir inmunizar a los más pequeños.
Hamza Asma vive justo al lado del centro de salud, en una casa construida por la comunidad para facilitar su trabajo. A pesar de todas las dificultades, es optimista de cara al futuro: “En los puestos de salud de Tama, todos los días hay vacunación. No hace falta ir a buscar a los niños, ellos mismos vienen”, explica. “Pienso que el programa será un éxito, no lo dudo, y en el futuro debemos ampliarlo a toda la región, a todo el país”.
Silvia Fernández es periodista y trabaja para Médicos sin Fronteras.
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