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Helena Urán y las banderas del M-19: un símbolo de Petro se torna en un debate sobre la reconciliación

El presidente no ha respondido directamente a la hija de una de las víctimas de la toma y retoma del Palacio de Justicia, en 1985, quien trabajaba en su Gobierno y lo ha criticado varias veces por relucir la bandera de la antigua guerrilla

Gustavo Petro ondea la bandera del M-19 y la de Colombia, el 1 de mayo, en Bogotá.
Gustavo Petro ondea la bandera del M-19 y la de Colombia, el 1 de mayo, en Bogotá.Fernando Vergara (AP)
Camila Osorio

El presidente de la paz total no ha respondido aún directamente a un delicado debate sobre la reconciliación que le ha planteado la hija de una de las víctimas de la guerra y, hasta hace pocos días, funcionaria de su Gobierno. Helena Urán, politóloga y escritora, es hija de un magistrado llamado Carlos Horacio Urán que fue asesinado en 1985: lo mató el ejército en lo que se llamó la retoma del Palacio de Justicia, la respuesta estatal a la toma del lugar por la entonces guerrilla del M-19. Desde abril, ella ha cuestionado públicamente al presidente por ondear en eventos públicos las banderas de aquella guerrilla a la que perteneció Petro. “No es sacando banderas o glorificando pasados violentos, sino reconociendo y ofreciendo escenarios de participación democrática, que podremos acercarnos a la reconciliación y a la paz”, le escribió en X. También le envió una carta pidiendo un debate más amplio sobre los símbolos de los ejércitos lícitos o ilícitos del país. Después de meses de silencio del mandatario, la Cancillería no le renovó el contrato a Urán, quien era asesora en asuntos sobre la reparación de las víctimas. Ella entendió el gesto como una respuesta, indirecta, a sus críticas.

“Ya venía teniendo problemas en la Cancillería, porque no me citaban a reuniones donde debería estar, me cancelaban eventos, no podía comunicarme con el canciller Luis Gilberto Murillo”, dice Urán a EL PAÍS. Escuchó en días pasados, por un tercero que prefiere no revelar, que al nuevo canciller “le parecía el colmo que yo saliera a criticar al presidente por el uso de las banderas”. Pero los dos no han tenido una conversación al respecto. Su contrato se vence a fin de mes y, cuando preguntó sobre su futuro esta semana, la directora de cooperación internacional le indicó que no habría renovación. Las razones no fueron explícitas. La noticia le llegó justo antes de que empiece una audiencia judicial en Miami contra el coronel retirado Alfonso Plazas Vega, quien lideró la retoma en la que murió Carlos Urán.

El presidente, que pasa buena parte de su día escribiendo en X, nunca le respondió a Helena Urán sobre la bandera. Tampoco contestó la carta que ella le envió el 3 de mayo. “Quisiera yo también entender su punto, pues no entiendo cómo sacar una bandera que genera controversia, sin posibilidad de discusión, podría fortalecer la memoria”, dice en la carta.

Pero el presidente sí ha expresado su inconformidad por las críticas, en tarimas o en X. “No les gusta que la saquemos, pero no va a estar debajo de los colchones”, dijo Petro sobre la bandera en abril, cuando permitió que fuera ondeada en un evento de gobierno. “Esa bandera, que ahora dicen que está prohibida, que ahora dicen que no podemos sacar, que es un pecado”, dijo días después, en su discurso del Primero de Mayo, frente a una multitud en la que ondeaban varias banderas del M-19 en la plaza de Bolívar.

¿Quiénes no le dejan? “La oligarquía”, aclaró. Esta semana, en X, el presidente dijo que se ha “puesto de moda” no poder “hacer uso de los símbolos de la fuerza que fue mayoría por voto popular” en 1991. De nuevo, haciendo alusión a la misma bandera, el presidente alega que él está defendiendo un símbolo de una fuerza política que fue elegida para la Asamblea Nacional de 1990.

Urán ha insistido que eso es una tergiversación. Esa fuerza política elegida para la constituyente (que no fue mayoría sino la segunda más votada, con el 27%) surgió de la desmovilización de la guerrilla del M-19, y se llamó Alianza Democrática M-19. Las banderas de la AD-M19 y del M-19 son muy parecidas, con los colores azul, blanco y rojo, pero distintas: la primera tiene rayas curvas y las letras AD en la esquina inferior derecha; la segunda tiene rayas horizontales. La que el presidente ha defendido es la bandera de la antigua guerrilla, que ahora ofrecen los vendedores ambulantes a quienes acuden a los eventos públicos del presidente.

A la izquierda, la bandera de la Alianza Democrática M19. A la derecha, la bandera de la guerrilla M-19.
A la izquierda, la bandera de la Alianza Democrática M19. A la derecha, la bandera de la guerrilla M-19.Wikicommons

“Lo que pido es un debate sobre la simbología en Colombia, para hacer educación política, porque considero que tenemos una cultura muy guerrerista”, dice Urán a EL PAÍS al explicar su posición. “Como cuestionar los símbolos del ejército colombiano, cuando dicen que los soldados son ‘heroes de la patria’. Héroes son quienes hacen actos excepcionales, y no por ser de la fuerza pública uno se convierte en héroe inmediatamente”, añade. El M-19, insiste Urán, si bien no fue quien asesinó a su padre, sí tiene una responsabilidad frente a lo ocurrido en el Palacio de Justicia y durante la guerra en general. “Romantizar públicamente al EME es violento y empodera a quienes no quieren justicia ni verdad”, fue el primer mensaje de ella al presidente en X.

El debate es particularmente delicado para Petro. El presidente usa símbolos constantemente para gobernar, varios alusivos a la historia del M-19: su primer orden como mandatario fue pedir que la espada de Bolívar, que el M-19 había robado hace décadas, estuviera presente en su ceremonia de posesión. Ese día, quien le impuso la banda presidencial fue la senadora María José Pizarro, hija de Carlos Pizarro, el líder del M-19 que firmó la paz y fue asesinado en 1990, cuando era candidato presidencial de la AD-M19. La misma guerrilla solía hacer actos simbólicos en su actuar político, como robar un camión de leche para dársela a los pobres.

Petro también es un presidente que busca ser reconocido como el de la reconciliación y la paz: un exguerrillero que llegó al poder y es jefe del Ejército, quien se reunió con sus antiguos enemigos a inicios de su Gobierno, y quien abrió diálogos de paz con todos los armados del país. Las críticas de una víctima de la guerra, cuyo padre fue asesinado por el mismo Estado represivo que Petro combatió, es terreno sensible para el presidente. Y más que Urán lo haga aludiendo a la tragedia del Palacio de Justicia, uno de los peores errores militares del M-19, y por el que algunos de sus miembros vivos han pedido perdón públicamente.

Algunos de los excompañeros del M-19, sin embargo, esquivan menos que Petro el debate de Urán. José Cuesta, exmiembro del M-19, filósofo y concejal de Bogotá, dice que la escuchó una vez en W Radio y le impactó. “Me conecté mucho con sus palabras, creo que tiene mucho sentido lo que dice, y desde entonces me pregunto cómo responderle”, dice.

Le explica a EL PAÍS que le diría algo así: que el M-19 es “un conjunto de actuaciones, no solo una acción infausta, como lo ocurrido en el Palacio de Justicia. Como cualquier ser vivo, el M-19 tuvo cosas maravillosas, como un proyecto profundamente humanista, y decisiones muy equivocadas. Y no nos avergonzamos de nuestra historia, que tiene lo bueno y lo malo, lo generoso y lo mezquino”. También fue un proyecto político que le apostó a la paz, añade, incluso cuando asesinaron a Pizarro. “El M-19, para mí, fue la vida entera”, dice Cuesta. Una vida con sus altos y bajos, y la bandera que le guarda esa memoria política. “La bandera es una síntesis de todo lo que somos y sí, claro, a veces debemos tener cuidado para no herir sensibilidades”, añade.

Cuesta se refiere a una protesta, frente al nuevo Palacio de Justicia, en febrero pasado. Allí llegaron simpatizantes del presidente que querían presionar a los magistrados para que eligieran la nueva fiscal general, varios con banderas del M-19. Ese gesto apeló inmediatamente a lo ocurrido en 1985. “Ahí sí creo que hubo un exceso de protagonismo, innecesario, y apenas vi las banderas, pensé: la oposición va a utilizar esto con lo ocurrido en el 85. Dicho y hecho, fue la matriz mediática de todo ese día”, añade.

Antonio Sanguino, exsenador y quien fue también militante de izquierdas cercano a la guerrilla del ELN, concuerda en que ese hecho fue un error, y considera que el presidente sí debería “tomar nota de lo que dice Helena Urán, porque quien le habla es una víctima de la toma y la retoma del Palacio de Justicia, y a las víctimas hay que oírles, merecen un tratamiento cuidadoso por parte de quienes hemos participado en el conflicto. Si queremos reconciliarnos, tenemos que escucharla”.

Pero Sanguino también entiende a quienes reclaman un momento histórico al sacar la bandera a la calle. “El M-19 fue una guerrilla que, como ninguna otra, ha reclamado su condición de víctimas, sobre todo después del asesinato a Carlos Pizarro, y es que a nadie le matan un comandante justo cuando firman un proceso de paz”, dice. Victimario y víctima, entre esas dos palabras está el debate de la bandera del M-19. Un debate al que el presidente alude seguido, pero sin responder directamente a Helena Urán.

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.
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