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Marelbys Meza, la niñera que hizo temblar al Gobierno de Colombia: “Los verdaderos responsables no han sido condenados”

En una entrevista en exclusiva con EL PAÍS, la trabajadora de Laura Sarabia sometida a un polígrafo como sospechosa de un robo asegura que posee secretos y revelaciones de gente muy poderosa

Marelbys Meza, la exniñera de Laura Sarabia
Marelbys Meza, la exniñera de Laura Sarabia, en mayo de 2024.Juan Diego Quesada
Juan Diego Quesada

La cita discurre en un lugar secreto, a finales de mayo. Marelbys Meza llega con casco y un chaleco antibalas, escoltada por tres agentes armados. Desde que en marzo de 2023 denunciara que fue sometida a un polígrafo en un sótano de la Casa de Nariño, la residencia presidencial, Meza se convirtió en testigo protegido. Gustavo Petro destituyó por este caso, dos meses después, a su número 2, Laura Sarabia, y al estratega político que consiguió que llegase al poder, Armando Benedetti, que en ese momento ejercía de embajador en Venezuela -los dos volvieron más tarde a ostentar cargos de confianza del presidente-. Las revelaciones de Marelbys produjeron la mayor crisis de credibilidad del Gobierno de Petro, sobre el que de repente se vertieron sospechas de corrupción y financiación ilegal.

“Se acabó mi vida, me la destrozaron”, cuenta en una habitación con una mesa desnuda y dos sillas de oficina. Meza, desde 2022, era la niñera del hijo recién nacido de Sarabia, Alejandro. Una noche de finales de enero de 2023, de la casa de la persona de más confianza de Petro desapareció un maletín con una gran suma de dinero. La cantidad exacta nunca ha sido revelada: se habla de 4.000 a 30.000 dólares. La principal sospechosa, para la dueña de la casa, fue Marelbys. Así también lo creyeron los policías encargados de la seguridad de Sarabia, que al día siguiente la llevaron a unas dependencias gubernamentales para someterla a un detector de mentiras.

Meza dejó de trabajar para Sarabia de inmediato, y a partir de ese momento los policías la siguieron, interceptaron su teléfono e investigaron a sus familiares más cercanos. A su hermano, un taxista, lo interrogaron para que revelara dónde habían escondido el dinero. La niñera siempre se ha declarado inocente, pero al hablar deja caer que a la casa de Sarabia y al apartamento de Bogotá desde el que se dirigía la campaña de Petro -antes que empleada de Sarabia lo era de Benedetti- llegaban maletines “sospechosos” que pasaban de mano en mano. Por declaraciones como esa, la Fiscalía que investiga el caso consideró que la vida de Meza corría peligro. “Sé mucho, lo vi todo, fui testigo de todo lo que pasaba”, dice la niñera en una entrevista que se llevó a cabo el 25 de mayo de este año.

El escándalo conmocionó Colombia durante semanas. La presión sobre el Gobierno fue máxima. Petro exigió que se llevase a cabo una investigación para depurar responsabilidades, una que discurría en paralelo a la de la Fiscalía General de la Nación. Uno de los sospechosos de haber interrogado a Meza era el coronel Óscar Dávila, uno de los encargados de la seguridad en Casa de Nariño, que fue llamado a testificar ante las autoridades. Dávila contactó a un abogado para que le defendiera, Miguel Ángel del Río, pero nunca llegó a prestar testimonio: el 11 de junio, en el interior de su coche, se suicidó usando su arma reglamentaria.

Por ahora, dos policías han sido condenados a 10 años de prisión por haber pinchado (chuzado) el teléfono de Meza de manera ilegal. Alfonso Quinchanegua y Dana Canizales hicieron pasar a la empleada por la cocinera de uno de los cabecillas del Clan del Golfo para que un juzgado lo autorizase. “Ellos son lo de menos”, explica Meza. “Los verdaderos responsables no han sido condenados, son gente poderosa a la que temo, no podré volver a dormir tranquila”, añade.

El abogado de Meza es Iván Cancino, un penalista muy conocido que se encarga pro bono de casos mediáticos como este. Cancino, al conocer a Meza, entendió a lo que se refería Petro cuando en su campaña electoral hablaba de “los nadie”, las personas que no han sido tenidas en cuenta a lo largo de la historia del país, a las que Petro pretende reivindicar en su mandato. Como era una “nadie”, era invisible, nadie notaba que estaba en la habitación. De esa forma escuchó los secretos y las intimidades de los políticos que ahora gobiernan este país. Cancino asegura que Meza escribió muchas de esas revelaciones en una libreta que todavía conserva.

“No sé hasta qué punto sabe el presidente, pero su gente sí”, insiste ella. La semana pasada abandonó la custodia de la Unidad de Protección, con cuyos responsables ha tenido más de una discusión, y ahora se encuentra escondida por su cuenta. Como no ha podido trabajar en este tiempo, Meza se encuentra sin dinero y, cree, con pocas posibilidades de encontrar un empleo: “¿Quién va a contratarme? Tendrán miedo”. Sus familiares y algunos amigos le echan una mano para que pueda sobrevivir, ahora que se encuentra sin la tutela del Estado. ¿Le mereció la pena contar lo ocurrido y meterse de lleno en este proceso judicial? “No”, dice, mientras se ajusta el chaleco negro, escondido sobre un abrigo del mismo color.

El enredo en el que se vio envuelta Meza es digno de una ópera. Ella trabajó durante mucho tiempo para Benedetti, un senador muy conocido en el país. Prácticamente crio a los dos hijos que tuvo el político con Adelina Guerrero, su esposa. Meza también fue entonces sospechosa del robo de una ropa cara y fue sometida a un polígrafo que, aunque no tenga base científica, concluyó que era inocente. Benedetti, que antes había apoyado a Álvaro Uribe y a Juan Manuel Santos -en ese orden-, tuvo una revelación a finales de 2021: Petro podía ser el siguiente presidente de Colombia. Él, con sus contactos, su astucia, su experiencia, podría ayudarle a lograrlo. Se lo propuso a Petro, y Petro dijo que sí. Entonces arrancó una aventura que culminó con la victoria del primer presidente de netamente de izquierdas de la historia de la nación, el 19 de junio de hace dos años.

La asistenta de Benedetti era Sarabia, de 28 años entonces. Trabajaba con él desde hacía seis años, era su sombra. En campaña también fue la de Petro y se ganó el corazón del presidente. Benedetti esperaba ser ministro. Sin embargo, después de la victoria, Petro prefirió enviarlo a Caracas para que se encargase de retomar las relaciones con el chavismo. Entre medias, Sarabia dio a luz y le pidió a Adelina Guerrero que le recomendara a alguien de confianza para cuidar de su hijo mientras ella trabajaba en Casa de Nariño. Guerrero tenía a la indicada: Marelbys Meza.

Benedetti no se tomó bien que le enviasen a Venezuela, le parecía una misión menor después de haber sido vital para que Petro conquistara el poder. En cambio, a Sarabia el presidente la nombró jefa de Gabinete, a su lado, como número 2 de facto. Por celos, por malentendidos, por el veneno que supone el poder, Benedetti y Sarabia se distanciaron, aunque eso sería quedarse corto. A la luz pública salieron unos audios en los que él la insultaba a su manera, con exabruptos caribeños, que es de donde viene.

La ruptura entre antiguo jefe y empleada fue inevitable. Entonces Benedetti preparó su jugada: se enteró de que Meza había sido sometida al polígrafo y le brindó esa historia a Vicky Dávila, la entonces directora de la revista Semana, con la que había coincidido Benedetti cuando era un periodista veinteañero, en un canal de radio. Semana reveló lo ocurrido y el caso echó a andar. Meza contó “el calvario” al que, según ella, había sido sometida. El Gobierno se puso a temblar, este era el tipo de asuntos que Petro aseguraba que iba a desterrar de su lado, a diferencia de los gobiernos anteriores.

Sarabia siempre se ha declarado inocente, dice que ella no pidió que le hicieran el polígrafo a la empleada. Meza tiene una versión distinta: “Creo que sí sabía”. Ese embrollo, uno de los más grandes que ha vivido Colombia en estos dos años de Presidencia de Petro, la ha metido en una espiral de la que no sabe cómo salir. Su vida entera ha dado un vuelco. Se encuentra en tierra de nadie, desconectada de la realidad, por más que consuma horas y horas de noticias en su celular. Apenas ha visto gente en más de un año: “Nadie puede vivir así, te vuelves loco”.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.
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