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Juan Fernando Cristo
Columna
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Antes y después de Cristo

El objetivo del ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, es conseguir mayorías, sin importar lo que haya que sacrificar. Pero si se perfecciona lo que tiene entre manos, habrá cambiado la racha de fracasos del Gobierno

Juan Fernando Cristo
Juan Fernando Cristo en Bogotá, el 20 de noviembre.Diego Cuevas

No nos referimos al sintagrama Ante Christum natum, que se emplea para referirse y fechar los años y siglos anteriores a la era cristiana que principia con Jesucristo, sino al papel que juega el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, en el manejo de los asuntos públicos: antes y después del Acto Legislativo sobre la reforma al Sistema General de Participaciones, por el cual se fortalece la autonomía de los departamentos, distritos y municipios, con el cual el señor ministro logró el símil de ponerse los zapatos antes de las medias, según simpática y divertida referencia del exministro Juan Camilo Restrepo al hecho de que Cristo hubiese conseguido que el Congreso aprobara el aumento de las participaciones a las regiones antes de distribuir las competencias de las responsabilidades. Vamos a ver si es capaz de ponerse las medias con los zapatos calzados. Es decir, si con la reforma constitucional promulgada logra que el Congreso se ponga de acuerdo en pasar a las regiones las obligaciones hoy en cabeza del Gobierno central.

Si es así, Cristo habrá cambiado la racha de fracasos del Gobierno. Podríamos hablar de antes y después de Cristo; el objetivo es conseguir mayorías, no importa lo que haya que sacrificar: si a la ley de financiamiento hay que bajarle la meta del recaudo, se baja lo que sea necesario. El ministro tiene cuñas radiales invitando a su acuerdo nacional.

Hay que reconocer que la lista de trofeos del ministro es meritoria: la reforma a la salud en la plenaria de la Cámara; el último debate de la primera vuelta de la reforma política; se aprobó el Sistema General de Participaciones; pasó la reforma a la justicia en sus dos primeros debates en el Senado; se aprobó el presupuesto bianual de regalías; la reforma laboral comienza su discusión en la Comisión Séptima del Senado; la Ley de Jurisdicción Agraria y Rural está a punto de que la aprueben las comisiones conjuntas. Si todo eso se perfecciona tendríamos que coronar al ministro.

Todo esto dentro de un panorama fatal de bajo crecimiento en el que la inversión se ha caído y la productividad no mejora, la producción industrial y las exportaciones de petróleo se desploman. Un déficit en el abastecimiento de gas y problemas de energía eléctrica a partir del 2026. La suma de las exportaciones y las importaciones con relación al producto interno bruto caerá del 47% a un 31,9% en 2029, según explica Armando Montenegro (’Hacia una tormenta perfecta’, El Espectador).

Fedesarrollo sostiene que el presupuesto de 2025 está desfinanciado en 37 billones de pesos y nadie sabe de dónde saldrán. El nuevo ministro de Hacienda tendrá que meterle una cuchilla Gillete al presupuesto del 7%.

Al fin y al cabo, lo lógico es que Cristo haga milagros y evite los efectos de la tormenta perfecta a la que se refiere Montenegro.

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