Javier Gutiérrez: “En su día me habría gustado ser cocinero”
Su papel como el preso Pino en ‘Modelo 77′, de Alberto Rodríguez, es la última de las muchas vidas del actor
Su más reciente encarnación se llama Pino, un preso de la cárcel barcelonesa La Modelo que se ve envuelto en un episodio de alta carga de violencia y política durante la Transición. Ese papel en Modelo 77, de Alberto Rodríguez, es la última de las muchas vidas del actor Javier Gutiérrez (Luanco, Asturias, 1971).
Defina Modelo 77 en tres palabras. Es una historia de justicia poética y solidaridad. Es un cine de riesgo y compromiso necesario.
¿Qué ha aprendido usted de la historia de España al rodar Modelo 77? No solo yo, creo que también los espectadores que lo vean, entenderán un capítulo o una parte de esa historia por muchos tildada de idílica que fue la Transición, pero que para mí tiene más grises que blancos.
Si aquella época fue gris, ¿de qué color es la actual? Yo no soy muy optimista, sobre todo después de estos dos años de pandemia. Apenas hemos aprendido nada, somos una sociedad más egoísta y anestesiada.
Ha hecho de policía y de preso, de un ejecutivo y de entrenador circunstancial de un equipo de baloncesto. ¿Cómo conviven en su cabeza todos estos extremos? La labor del actor es intentar comprender al personaje y hacerlo no solo creíble, sino también mostrar diferentes puntos de vista. Sea cual sea el personaje, trato de encontrar un punto de luz, una grieta para que la gente empatice.
¿Qué papel le queda por interpretar? Me gustaría volver a Shakespeare, siempre que lo he hecho en teatro me ha quedado un regusto amargo. Shakespeare aún todas las personalidades de los grandes personajes del teatro. Siempre me he quedado con una espina clavada, así que ojalá vuelva a encontrarme con el bardo.
¿Hay algún clásico (película, libro) que haya descubierto recientemente? He estado haciendo la versión teatral de Los santos inocentes, una obra que es historia de nuestro cine y de nuestro pasado. También he revisitado hace poco a Fernando Fernán Gómez: películas suyas como El mundo sigue son aún bastante desconocidas y merece la pena conocerlas.
¿La última serie que ha visto del tirón? No tengo tiempo, conciliar la vida familiar con mi oficio es harto difícil. Envidio a los amigos que me hablan de series y que las consumen casi de forma compulsiva. Pero me quedaría con un clásico: no hay una serie mejor que Los Soprano.
¿Qué libro tiene abierto en la mesilla de noche? Los asquerosos, de Santiago Lorenzo, un autor necesario en nuestra época. Estoy disfrutando muchísimo, tiene un humor muy negro.
¿Cuál es la película que más veces ha visto? Son dos: El padrino y Milagro en Milán, de Vittorio de Sica. Soy un gran enamorado del neorrealismo italiano.
¿En qué película u obra de teatro se quedaría a vivir? Creo que en un musical. Estaría bien Cantando bajo la lluvia. Como soy del norte, estoy acostumbrado al mal tiempo.
Si tuviese que usar una canción o una pieza musical como autorretrato, ¿cuál sería? Estuve hace poco viendo el documental de Fernando León sobre Sabina. Canciones como Yo me bajo en Atocha me hacen recordar el jovencito que fui.
¿Qué está socialmente sobrevalorado? El postureo, las redes sociales. Reivindico disfrutar de una conversación, de una mesa, sin un teléfono, para no tener la tentación de hacerse selfis.
¿Cuál es el suceso histórico que más admira? La caída del muro de Berlín.
¿Cuándo supo que sería actor? Lo supe antes de llegar a Madrid, con 15 o 16 años. Fue un poco por huir de mí mismo, yo era un chico muy tímido y me sentía mejor en otros trajes. De adolescente tenía esa pulsión.
De no haber sido actor sería… En su día me habría gustado ser cocinero, por aquello de no pasar penurias, o criminólogo, supongo que por esa cosa que tenemos los actores de indagar en los personajes.
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