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CRÍTICA LITERARIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Dios fulmine a la que escriba sobre mí’, de Aura García-Junco, un libro de libros para desentrañar al padre

La escritora mexicana se enfrenta en este ensayo autobiográfico a la conflictiva relación con su progenitor, el promotor cultural H. Pascal, fallecido en 2019

Aura García-Junco
La escritora mexicana Aura García-Junco, en su casa de la colonia Escandón, en Ciudad de México el pasado 21 de marzo.Hector Guerrero
Elena San José

“Cerrado como tumba” y reposando sobre el vientre de su padre, fallecido tras un infarto fulminante, encontraron un libro de poesía de tapas rojas. No es un detalle menor, la materialidad de las objetos y especialmente de los libros adquiere un peso propio en Dios fulmine a la que escriba sobre mí (Sexto Piso), el ensayo autobiográfico que la escritora mexicana Aura García-Junco escribió tras la muerte de su padre, Juan Manuel García-Junco, conocido en la escena contracultural de la capital como H. Pascal. “Papá: me heredaste una biblioteca y un enigma”, declara la autora, de 36 años, casi al final del capítulo introductorio. Seguido de ese enunciado llega la promesa: “Voy a tratar de entenderte”. Y lo hará precisamente a través de los libros que heredó de él, de un ejercicio de bibliomancia poco ortodoxo a partir de las lecturas que compusieron su biblioteca personal y que los mantuvo conectados incluso cuando la comunicación entre ambos era escasa y defectuosa. No así su pasión compartida por la literatura.

“Los libros al inicio eran una especie de escudo. Hablé tanto de lo material porque no podía acceder a lo que estaba detrás, y eso me quedó claro desde que empecé a dejar de hacerlo. [En el resto de la novela] Sigo hablando de libros, pero ya no se trata solo de eso, puedo contar la historia desde un lugar más íntimo”, explica García-Junco en el segundo de los encuentros con este periódico, en su casa en Ciudad de México. Sus gatas vigilan de cerca las plantas y los libros que brotan por todos los recovecos del salón. Los libreros que heredó de su padre presiden la sala con sendas bibliotecas ya entremezcladas bajo el criterio editorial. Las dos ediciones de Las cosmicómicas de Italo Calvino que inician el hilo conductor de su relato, sin embargo, no están ahí: descansan como un amuleto en la estantería de su estudio, al fondo del departamento.

“Deseaba en especial que nadie pensara en él como yo lo hacía, con esa furia y ese rechazo”

El relato, en realidad, comenzó siendo un libro de ficción, pero el intento fracasó. “Me di cuenta de que no tenía ningún sentido porque no era lo que necesitaba para hacer lo que quería que, entre otras cosas, era un homenaje a mi papá, y para eso tenía que tener su nombre”, revela. Escribir esta novela fue su forma de lidiar con el duelo, de retomar las conversaciones inacabadas y también de enfrentarse con ojos nuevos a todas las cosas que la habían alejado de su padre cuando todavía vivía. “Deseaba en especial que nadie pensara en él como yo lo hacía, con esa furia y ese rechazo”, confiesa su alter ego en cierto momento. De él destacaba su humor y su desfachatez, su forma particular de generosidad, su vocación de difundir la literatura. Pero también su autoboicot a la hora de gestionar su proyecto editorial, su falta de constancia, su pérdida de impulso vital. Todos esos rasgos generaban un combo de emociones contradictorias anudadas en la boca del estómago. “En completa sintonía con eso”, escribirá más tarde, “admiraba al personaje”.

Fotografía del escritor mexicano H. Pascal (Juan Manuel García-Junco, padre de Aura García-Junco) con Paco Ignacio Taibo II.
Fotografía del escritor mexicano H. Pascal (Juan Manuel García-Junco, padre de Aura García-Junco) con Paco Ignacio Taibo II.Hector Guerrero

“Partí de un entumecimiento, de haber suprimido mis emociones y, cuando llegué al final del libro, estaba en un lugar emocional muy diferente. Ya no sentía que cargaba con mi papá, que me pasaba cuando él estaba vivo y que cuando murió lo seguía sintiendo un poco”, señalaba meses antes del encuentro en su casa, en una cafetería en Guadalajara, durante la Feria Internacional del Libro. Escribirlo también supuso, de alguna forma, salir del armario como hija. El sobrenombre que él mismo se había dado hacía que mucha gente no la asociara con él, un anonimato que en muchos momentos le resultaba cómodo, pero que también le generaba cierta confusión: “Como si estuviera ocultando algo”. A medida que avanza el libro —el duelo, en definitiva—, va cerrando la brecha entre los dos personajes, el padre y el promotor cultural, Juan Manuel y H. Pascal, hasta quedar unificados bajo una misma personalidad imperfecta de la que, a pesar de todo, heredó su vocación literaria y el gusto por la fantasía y la ciencia ficción.

“El regalo más grande fue aprender que las palabras no solo transmiten ideas, sino que se transmiten a sí mismas”, le agradecerá la hija en el libro. El lenguaje es un protagonista más de la novela, poblada de digresiones y reflexiones literarias. Algunas las desarrolla a lo largo del texto (“Diez manzanas amarillas en una canasta sobre la mesa son manzanas o son la fruta”); otras aparecen como notas al pie, entre lo humorístico y lo poético, al estilo del Verbolario del español Rodrigo Cortés. Por ejemplo, escribirá: “Limpiar: eliminar lo que queda de cotidiano”. O bien, “Tener una historia: inventar recuerdos que no existieron en el reino de lo físico, pero sí en el de lo afectivo”. “Me gustan los libros que exploran el lenguaje de otra manera. Tiendo a ser rebuscada, me gustan las subordinadas, qué puedo decir”, bromea la escritora.

“En este libro me puse como meta que tuviera muchos registros, que no abandonara la coloquialidad del todo, que tuviera humor pero también mucho de poesía”

Y también detalla: “En este libro me puse como meta que tuviera muchos registros, que no abandonara la coloquialidad del todo, que tuviera humor pero también mucho de poesía”. Parte de esa poesía proviene de la escritura de su propio padre, que escribió algunos versos conmovedores como estos: “y entonces llegó el olvido / para decirme casi en secreto: / no la verás ya más. / y respondí con mis ojos de mudo / con mis labios de ciego: / ¿a quién?”.

Aura García-Junco ya había explorado diferentes géneros literarios en sus trabajos anteriores. Tiene dos novelas de ficción, Anticitera, artefacto dentado (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2018) y Mar de piedra (Sexto Piso, 2022), y un ensayo sobre el amor y las relaciones sexo-afectivas, El día que aprendí que no sé amar (Seix Barral, 2021). Además, se dedica a la escritura de guiones para cine y televisión, siempre por encargo, y ya tiene casi terminado su primer libro de cuentos de ficción. En realidad, explica, “todo empieza por decidir a qué género pertenece cada libro”. “Creo que todos los abordo como una investigación, [...] aunque lo único que tienen en común es lo fragmentario y cierta idea retórica”, analiza: “Intento que mis novelas no sean excesivamente discursivas, que lo acaban siendo porque soy muy cerebral, y no hacer que mis libros de ensayo no tengan ideas, que sean demasiado autocomplacientes. Esa necesidad me dirige”.

El escritorio de la autora mexicana Aura García-Junco en su casa de la colonia Escandón, en Ciudad de México el pasado 21 de marzo.
El escritorio de la autora mexicana Aura García-Junco en su casa de la colonia Escandón, en Ciudad de México el pasado 21 de marzo.Hector Guerrero

Antes de que la vocación literaria terminara por adueñarse de su tiempo y su energía, García-Junco apuntaba para diseñadora. Durante seis años trabajó en una revista online para quinceañeras para la que, entre otras cosas, diseñaba la página web. Había aprendido a hacerlo durante sus ratos libres y también esa afición llevaba, irremediablemente, a su padre. “Me dio curiosidad la primera vez que vi a mi papá y a otro escritor haciendo una página de Goliardos”, recuerda. Ese era el nombre del fanzine de literatura fantástica que editó H. Pascal desde finales de los noventa y que se hizo en 2004 con el Premio Nacional de Literatura Fantástica Sizigias. Ahí le publicó a ella, sin preguntarle ni informarla, su primer cuento, en 2007: “Un regalo sorpresa”.

“Dedicarte a la literatura es condenarte a no tener dinero nunca. No es una novedad, solo es que yo lo veía en mi casa”

Esa vocación literaria, sin embargo, no fue una herencia exenta de conflicto. “Dedicarte a la literatura es condenarte a no tener dinero nunca. No es una novedad, solo es que yo lo veía en mi casa”, cuenta la escritora. En numerosas ocasiones se preguntaba por qué su padre no podía tener un trabajo estable como su madre, psicóloga de profesión, de la que se acabó separando. En su casa no había dinero para nada, pero su padre regalaba libros masiva y compulsivamente. Era su forma de decir: me importas. La manzana no cayó lejos del árbol y Aura García-Junco acabó por estudiar Letras Clásicas en la UNAM, en su ciudad natal, y buscar en la literatura la libertad que no le daba la escritura académica.

El conflicto con su padre no empezaba ni terminaba con la mala gestión del dinero. A medida que el feminismo se iba abriendo paso en su vida, su forma de mirarlo todo, incluido a su progenitor, adquirió otros matices, otros juicios. “Somos hijas de machos progres a lo más y de machos bien machos a lo menos. El cambio generacional ha sido un choque que ha abierto brechas colosales entre padres e hijas”, escribe García-Junco. El suyo entraba en la primera categoría, pero eso no evitó la existencia de profundas tensiones. “Hay muchos hombres de esa edad que no entienden qué está pasando, que nadie se molesta tampoco en explicarles nada. Porque yo creo que hay cierta idea del feminismo que no comparto del todo, aunque entiendo de dónde viene, de que no tienes que hacerle pedagogía a ningún hombre”, reflexiona la autora.

En el libro da una buena muestra de la brecha de la que habla: su padre presentándole a alguna novia considerablemente más joven que él, los comentarios sobre su peso cuando era adolescente, el impacto del #MeToo sobre los hombres de su entorno que, de pronto, vieron cómo sus comportamientos ya no pasaban el filtro de la sociedad. “No hay nada más difícil para un hombre machista que el hecho de que sus hijas le expliquen cosas del mundo”, considera la escritora. Pero en su libro también refleja los conflictos que el feminismo abre dentro de las propias mujeres. “¿Escribo un libro patriarcal? ¿Mi libro de libros, en el que he hablado de hombres y de un hombre en particular, es tan solo un monumento al falo? ¿Importa? No sé cómo contestarme estas cosas”, confiesa la narradora.

Si la familia siempre ha sido objeto de observación y fuente de inspiración en la literatura, la figura del padre en particular ha ido adquiriendo protagonismo al calor del auge del feminismo de la última ola. Mientras que algunas autoras, como la propia García-Junco o la también mexicana Alma Delia Murillo, tratan de desentrañar y cuestionar a su propio padre —en el caso de Murillo, preguntarse por él significa dialogar directamente con su ausencia, una situación muy extendida en el país—, otros hombres escritores latinoamericanos, como el argentino Andrés Neuman o el chileno Alejandro Zambra, se aproximan al suyo a través de su propia paternidad recién estrenada, a la que llegan con nuevos valores y expectativas.

“Hace muchos años, antes de que empezara siquiera a pensar este libro, tuve una conversación con un par de escritoras sobre lo increíble que sería hacer un libro anónimo en el que cada una contara esa clase de cosas con sus padres”, relata la autora. Una le confesó que lo tiene escrito, pero que no piensa publicarlo hasta que este fallezca. Quizá, para entonces, el libro que quiera escribir ya sea otro, pero esa es otra historia. García-Junco no cree que detrás de este interés haya una moda o tendencia sino que es un resultado natural de la apertura del panorama literario. “Ahora hay más espacios para hablar de la familia de otras formas y también más espacios para que las mujeres escribamos”, sintetiza.

Esos espacios están iniciando nuevas conversaciones entre generaciones. García-Junco cerró con este libro el diálogo inconcluso que tenía con su padre, pero a su alrededor ha encontrado casos similares. “He visto padres que le regalan a sus hijas el libro para tener conversaciones, y a la inversa. Eso me hace pensar que esa tensión está muy presente y que hay puentes que pueden ser hechos y que vale la pena que existan”, pone en valor. En su propia familia también ocurrió. Tras leer la novela, su tío habló con ella por primera vez del intento de suicidio de su hermano cuando eran adolescentes.

A raíz de esa charla, García-Junco añadió “tramposamente” en la edición española la frase con la que su padre trató de explicarle al hermano por qué lo había hecho. “Es que cuando mi papá se murió, se murieron nuestros sueños”, dijo aquella vez, y a la autora le pareció que ahí cristalizaban muchas cosas. Ella, sin embargo, ha encontrado otro camino para el duelo: “Aspiro a poderle dar lugar a la tristeza cuando llegue, y recordarlo siempre con amor”. Sus sueños, de momento, permanecen a salvo.

Portada de 'Dios fulmine a la que escriba sobre mí', de Aura García-Junco. EDITORIAL SEXTO PISO

Dios fulmine a la que escriba sobre mí

Aura García-Junco
Sexto Piso, 2024
216 páginas. 18,90 euros.

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Elena San José
Periodista en la Redacción de México. Antes estuvo en la sección de Nacional, en Madrid. Le interesan la política y la cultura, sobre todo la literatura. Es graduada en Ciencia Política por la Universidad de Salamanca y máster en Democracia y Gobierno por la Universidad Autónoma de Madrid, con especialización en Teoría Política.
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