Ecología crítica para salvar el mundo
La Fundación TBA21 culmina su colaboración con el C3A de Córdoba con una desigual muestra-ensayo que propugna una reconciliación en tiempos de catástrofes
Tal vez sea el final de un ciclo. Por ahora no hay nada confirmado, pero Ecologías de la paz, la nueva muestra del C3A, podría ser el último fruto del acuerdo que en 2021 firmaron TBA21, la fundación de Francesca Thyssen, y el centro de arte cordobés, dependiente de la Junta de Andalucía. En caso de concluir, habrá sido una etapa de aciertos, pero que dejará ciertas asignaturas pendientes. De cara hacia fuera, todos son aplausos para el programa desarrollado en estos tres años, llenos de grandes nombres y grandes piezas, aunque la implicación del contexto cordobés podría ser mejor. Todavía cuesta cruzar el Guadalquivir y participar activamente de un centro gigante con exposiciones que duran un año y que, pese a su loable voluntad de tender puentes con el arte contemporáneo, a veces lo alejan con narrativas demasiado confusas y un tanto complejas.
Ocurre aquí. Sabemos lo que es la paz ecológica; así se llama a la paz centrada en los ecosistemas y las personas, y podemos entender la relación entre paz y ecología: no puede haber paz duradera si se destruyen los recursos naturales que sustentan los medios de vida. Mentes activas en el estudio del arte contemporáneo saben que la ecología crítica es un campo de estudio en boga. Pero eso de “ecología de la paz” impone una complejidad de la que ya no escapas. Dicho de otro modo: frente a las fotos de Allan Sekula sobre la marea negra del Prestige entiendes la hoja de ruta, pero frente a las higueras marchitas y las granadas maduras que aluden al encuentro imaginario entre Luis Barragán y Federico García Lorca, que firma Álvaro Urbano, ya no tenemos tan claro en qué ecología estamos.
Explica la comisaria Daniela Zyman que lo que busca la exposición es explorar la idea de “paz justa”, la que calma las aguas turbulentas de los conflictos y siembra semillas de la justicia restaurativa. Aboga por un término de paz que no sea mera ausencia de guerra y apunta que se ha convertido en una palabra vacía que ya casi ni se pronuncia (¿y la oleada de protestas propalestinas en las universidades de medio mundo?). La comisaria opta por una idea de paz plural y multiforme: como ejercicio de construcción de mundo, como proceso creativo, como regeneración cultural, como especulación filosófica… Todo cabe ahí, aunque no todo suma. Es esta una exposición que dice profundizar en la intervención militar en Ucrania, explorar las secuelas del colonialismo, el racismo y el sistema carcelario, y exponer los efectos del patriarcado, y que, en último término, está en deuda con la activista ecofeminista Vandana Shiva, para la que el nuevo marco mental de la paz se basa en la tierra, y el cultivo de esta, en el amor.
Nada falta en una propuesta que dice profundizar en la guerra, el colonialismo y el patriarcado, pero no todo suma
Nada falta en esta miscelánea de ideas sobre ensayar caminos, reparar recuerdos y restaurar traumas. Tampoco grandes nombres de la escena internacional y grandes obras, más de 50 de la colección TBA21 y seis nuevas producciones. Encontramos ahí los momentos más interesantes, como el que ofrece la artista palestina Mirna Bamieh y su instalación Bitter Things, en torno a las naranjas de su ciudad natal y de Córdoba, en un viaje de ida y vuelta desde tiempos antiguos, pasando por historias de colonización y de ocupación. También la instalación del colectivo The Center for Spatial Technologies, con el apoyo de Forensic Architecture, que recrean en Memory Theatre la destrucción del teatro de Donetsk, en Mariupol, en 2022. Y también el trabajo de Cristina Lucas: las tres lonas sobre los bombardeos durante la guerra civil española, en Ucrania y la zona de Gaza, las tres esculturas de hierro que representan las rutas de la globalización asociadas al comercio y, en especial, la serie de cartografías bordadas que resaltan la intensidad de los bombardeos aéreos en diversos conflictos.
Hay un término usado por los alfareros que explica bien la sensación que se tiene visitando esta exposición. Es el de centrar: poner la arcilla en el centro del torno y darle la forma deseada sin que se tambalee ni desborde. La presión debe ser firme pero tierna y sensible, e implica ceder tanto como afirmar. Un proceso de control y contención donde cualquier desequilibrio se nota. De entre los muchos libros que apoyan la exposición y que te vas encontrando en atriles de madera, cojo El libro de los cuidados y me quedo con esta frase: “Todos dependemos de los demás, y sólo si fomentamos la interdependencia podremos crear un mundo en el que todos y cada uno de nosotros podamos vivir y, sobre todo, desarrollarnos”. ¿No sería esa la tarea de un museo? ¿Ampliar la idea de parentesco? ¿Reclamar un espacio público para construir una ciudad que facilite la convivencia?
‘Ecologías de la paz’. C3A. Córdoba. Hasta el 30 de marzo de 2025.
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