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Joseph Ramos, economista: “El cristianismo hoy puede competir favorablemente con las demás cosmovisiones”

Autor del ensayo ‘Jesús. Nueve miradas sobre una vida desafiante’, las preguntas filosóficas lo acompañan desde que era niño de Nueva York

Joseph Ramos
Joseph Ramos en Santiago (Chile), el 10 de noviembre.Sofía Yanjarí
Rocío Montes

Es un día de primavera en Santiago de Chile, pero en la ciudad llueve inusualmente como si fuera el Caribe. Joseph Ramos (84 años, Filadelfia), un destacado y reconocido economista chileno, hijo de puertorriqueños que migraron a Estados Unidos antes de que él naciera, recibe a EL PAÍS en su departamento de la zona alta de la capital, donde vive con su esposa. No para hablar de la macro, el Pacto Fiscal, el crecimiento o la inflación, sino para conversar sobre su último libro, Jesús. Nueve miradas sobre una vida desafiante, que acaba de publicar Paidós. Una aparente extrañeza que hizo a la periodista revisar con curiosidad la contratapa de este texto en la librería para verificar si el autor, efectivamente, era el Joseph Ramos que por años fue decano de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile –hoy es profesor emérito– y que en 2020 fue elegido como el economista del año por sus compañeros de profesión. Porque, ¿qué hace un economista, con una vida dedicada a la razón, escribiendo sobre Jesús?

Lo explicará Ramos en esta charla que arranca con una invitación a la familiaridad para que no le llamemos Joseph: “Llámenme simplemente Joe, como Joe Biden”, dice él, conocido por su buen humor y risa explosiva.

Cuenta Joe –con un acento anglosajón, aunque reside en Chile desde fines de los años 60– que tras seis libros sobre economía, en 2022 publicó Creer o no creer. El misterio de Dios a la luz de la razón. Lo dedicó a cinco amigos suyos agnósticos, todos destacados y conocidos economistas chilenos. “Pero el agnóstico que más influyó en mi vida fue mi padre. Yo tenía un gran amor y gran cercanía con mi padre y él fue agnóstico casi toda su vida, hasta que a los 56 se convirtió al catolicismo. Entonces, con él, desde chico, desde que yo tenía 11 años, teníamos discusiones religiosas y sobre todo todo sobre la existencia de Dios, que era el tema de fondo. Nunca abusó de su conocimiento. Siempre conversó conmigo al nivel de un niño de 11, luego de un adolescente de 16. Me recuerdo estar caminando a la escuela en Nueva York y, siendo un alumno de educación básica, pensar sobre la existencia de Dios”.

El niño de 11 años, empujado por la inquietud que le sembró su padre agrónomo, reflexionaba:

–”Algo tiene que haber existido desde siempre. El Universo o Dios, pero algo. No es que no haya habido absolutamente nada y de repente puf, apareció algo”.

Dos de los libros escritos por Ramos.
Dos de los libros escritos por Ramos.Sofía Yanjarí

Lo suyo y el catolicismo no se produjo por un momento determinado de su vida, una crisis o una enfermedad, como a veces sucede. Siempre, dice Joe, se ha considerado católico. Su madre lo era y su padre –hijo de una protestante de Puerto Rico– no se opuso. De niño fue a una escuela parroquial, donde a los siete años aprendió el Ave María. Luego a un colegio jesuita de excelencia de Nueva York, “donde era el ateo del curso, no tanto porque tuviera dudas, sino porque cuestionaba todo”. Ya en la Universidad de Columbia, fue confrontado con muchos agnósticos y ateos y “el tema de la existencia de Dios pasó a ser central”, cuenta. Era, claramente, de la minoría creyente. “Ahí, en las discusiones, se solidificó mi convicción intelectual. Columbia fue muy importante. Me hizo pensar y estudiar. Me abrió la mente”.

Por años leyó muchos libros de filosofía, pero no fue hasta el 2000 cuando, en un año sabático, comenzó a tomar notas y decidió que cuando dejara la academia en Universidad de Chile –lo que hizo en 2019– lo primero que haría sería volcar este material en un libro. Fue el origen de Creer o no creer, un primer texto sobre estas materias que apela exclusivamente a la razón “para sostener que la creencia de Dios no solo es más esperanzadora que la no creencia, sino que es más razonable a la luz de la evidencia científica y filosófica”. En Jesús. Nueve miradas sobre una vida desafiante, en cambio, apela a la emoción, a la fe y al corazón, “pues uno no se enamora por la razón, sino por el corazón”, dice Joe.

Hubo un episodio importante. Hace unos 30 años, a mediados de los años 90, se dio cuenta de que le impresionaban mucho más el Padre Hurtado o la madre Teresa que Jesucristo, lo que era curioso dado que la fuente del cristianismo es Jesús. Entonces, de vacaciones en Washington, decidió visitar la casa de retiros de los jesuitas Faulkner, Maryland, para meditar y compenetrarse con su figura. Durante días –solo– vio películas y documentales sobre Jesús y, verlo desde otras perspectivas, desde la mirada de novelistas y cineastas, lo sacó de donde lo tenía encasillado. Es lo que intenta en su último ensayo: abrir el campo para hablar de Jesucristo, como si lo estuviera presentando al lector. El primer capítulo del libro –la primera de las nueve miradas que el lector deberá descubrir–, muestra a Jesús a través de la poesía chilena. Los versos que le dedicaron grandes poetas de estas tierras como Eduardo Anguita, Nicanor Parra, Pablo de Rokha y Gabriela Mistral, que escribió:

“¿Cómo explicarte a ti mi soledad,

cuando en la cruz alzado y solo estás?”.

Ramos piensa que se ha instalado “una visión medio dulzona de Jesús –peace, peace–, olvidándose de que no fue ejecutado por ser peace, peace y dulzón, sino porque era provocativo, cuestionador, contracultural”.

Pero existe un argumento fundamental que lo empujó a publicar sobre Jesús en 2023. Piensa que el cristianismo, a diferencia del pasado, cuando la cultura era mayoritariamente cristiana, actualmente forma parte de la amplia gama de propuestas o cosmovisiones que intentan mostrar un camino sobre cómo se debe vivir la vida o buscar la felicidad. “Y yo creo que, por tres razones, el cristianismo compite favorablemente en la plaza pública”.

Las enumera.

“El mensaje de Jesús es atractivo y poderoso.

La propuesta de que la felicidad está en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo más que a ti mismo, es muy potente.

Y, en tercer lugar, algo que hoy es muy importante: la gente no cree en las bonitas palabras. Quiere testimonio. Y en eso, el cristianismo –a diferencia del individualismo, humanismo, el ecologismo– tiene en Jesús un modelo de vida de alguien que practicó lo que predicó. En la época actual se valora mucho más que se practique lo que se predica a que, simplemente, se tenga un discurso lindo. Entonces, Jesús entrega un mensaje atractivo y un modelo de vida que hace que –usando la jerga económica– el cristianismo hoy pueda competir favorablemente con las demás cosmovisiones”.

Ramos –formador de generaciones y generaciones de economistas, un referente– recuerda que ante determinadas preguntas como ¿en qué consiste la vida plena? o ¿qué debo hacer para ser feliz?, el hedonismo responde: placer. El individualismo: la autonomía. “Hay distintas respuestas provenientes del utilitarismo –que enseñamos en economía–, del budismo o el ecologismo. El cristianismo es una de ellas y el mensaje es atractivo y el testimonio también lo es. A mí, personalmente, me parece más profundo y completo que todos lo demás. El mensaje de Jesús no solo sirvió para 2000 años atrás, sino que hoy sigue siendo muy vigente”.

Invita a pensar el impacto que el discurso de Jesús ha tenido en la historia reciente y que podría seguir teniendo. En Martin Luther King, inspirado en Jesucristo, o en Desmond Tutu contra el apartheid en Sudáfrica. En el propio Chile, con el cardenal Raúl Silva Henríquez y la Vicaría de la Solidaridad, con el papel indispensable que cumplió a favor de los perseguidos en la dictadura de Augusto Pinochet. Dice que son ejemplos de nuestra época que muestran cuán vigente y potente es el mensaje. Y luego añade: “Claro, estoy dando los ejemplos positivos, porque están los negativos”, reflexiona Ramos, que no desconoce el lado oscuro y la forma en que, dice, se ha pervertido el mensaje de Jesús. Sobre todo en los últimos años con los abusos al amparo de la Iglesia.

“La historia de la Iglesia está llena de ejemplos negativos y con los abusos esta historia se hace presente. Es innegable el ejemplo negativo de muchos cristianos, que aleja. Gandhi dijo que él hubiera sido cristiano si no fuera por los cristianos mismos. Y aunque la mayoría de nosotros no somos tan malulos, hay algunos cristianos que hemos sido tibios, hemos domesticado el mensaje. En lugar de ajustar nuestro comportamiento a la propuesta, hemos ajustado la propuesta a cómo somos. Esta tibieza también aleja”, reflexiona mientras afuera resuenan truenos y relámpagos.

Algunos de los libros en la biblioteca de la casa de Joseph Ramos en Santiago.
Algunos de los libros en la biblioteca de la casa de Joseph Ramos en Santiago.Sofía Yanjarí

Pregunta. Usted, en su libro, distingue a Jesús tanto de los cristianos como de la propia Iglesia.

Respuesta. La crisis que ha vivido a la Iglesia ha alejado a mucha gente, pero nuestra fe no debería estar en la Iglesia, que no es lo importante, sino en Jesús. La Iglesia es la comunidad de los creyentes que traspasa el mensaje de una generación a otra, pero somos bastante pencas [mediocres]. Por ello apunto al fundador. La Iglesia católica ha pecado en no centrarse en Jesús y en su mensaje sino, más bien, en sí misma. Como en el celibato de los curas, algo secundario.

P. A usted, ¿qué es lo que más le interesa de Jesús?

R. Su complejidad. No es alguien que simplemente ama y perdona, sino alguien que nos exige. Es muy compasivo con los pecadores, pero también nos dice: no basta con cumplir la ley, sino que hay que cumplir con el espíritu de la ley. ¿A cuántos pobres tengo que ayudar antes de descansar? A todos los que pueda. Es más, siempre será insuficiente. Me fascina que Jesús sea comprensivo, compasivo, que sepa de nuestras debilidades. Un contraste entre idealismo y realismo. Es muy interesante lo suave que es y lo duro que es. Y cómo invirtió los valores de su época: no puso su mirada en el fuerte, el rico y el poderoso –los considerados por los romanos–, sino que en las mujeres, los niños, los esclavos, el enfermo, el malformado. Practica lo que predicó. Es un tipo de testimonio que hace mucha falta en nuestro mundo actual.

P. ¿Por qué?

R. ¿Qué es lo que ha pasado con el Gobierno de Gabriel Boric?, y con ello me doy un salto mortal en la conversación. Los ideales que proponía –esa frase de que “somos más morales que otros”, como decía el exministro Giorgio Jackson–, se cayeron. Esa hipocresía la reconocemos todos: predicar el perfeccionismo y no practicarlo. Y otra de las denuncias claras de Jesús es contra los hipócritas, los buenos de la época, que veían la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. El mundo tiene una incoherencia estructural y lo importante es reconocerla, no negarla, porque al reconocerla se puede empezar a cambiar.

P. ¿Cómo convive su interés filosófico y espiritual con la economía?

R. No es en absoluto contradictorio. Me hice economista porque sentía que, gracias a la tecnología, se podía poner fin a la pobreza en el mundo. En jerga cristiana, creía entonces y lo sigo creyendo, que una de las maneras privilegiadas de amar al prójimo a fines del siglo XX era trabajar por el desarrollo económico.

P. Parece un camino inusual para llegar a la economía.

R. Tengo la impresión de que un buen número de mis compañeros de profesión, sean católicos, agnósticos, ateos, por los valores humanistas entraron a la economía no para ganar más plata, sino porque querían cambiar el mundo para mejor. Y eso no es exclusivo de los cristianos. Se lo decía siempre a los alumnos de primer año de carrera: si entraron para ganar más plata, se están farreando [desperdiciando] su vida.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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