La huella sonora de la cultura chicana
Numerosos artistas enriquecen su literatura, música y cine como Sixto Rodríguez o Ritchie Valens
En 2002, cuando el empresario discográfico Matt Sullivan lanzó a través de su sello, Light in the Attic, el compilado Come Get It I Got I, curado por el DJ norirlandés David Holmes, nunca se imaginó las consecuencias de su decisión artística. Y es que ese trabajo no sólo incluye, sino abre con Sugar Man, un potencial himno generacional que finalmente pudo enarbolarse como tal casi 40 años más tarde, en tiempos de neo hipsterismo, lo que significó la resurrección del cantautor Sixto Rodríguez de entre los muertos. Esto último no es una metáfora, sino el sostén de la fábula que constituyó su leyenda en Sudáfrica, la nación en la que su repertorio se transformó en una apología sobre la rebeldía en la época más agresiva del apartheid, y donde se creyó que había fallecido durante un show en los Estados Unidos, el terruño que lo vio nacer, pero en el que no fue más que un fantasma hasta que el director sueco Malik Bendllejoul conoció su historia y la eligió para ilustrar su primer largometraje, Searching for Sugar Man, por el que recibió el Oscar, en la pasada edición del evento, al mejor documental.
No obstante, además de demostrar el lado redentor de la música popular contemporánea, en la que si algo abundan son los campeones sin corona, la reinserción de Sixto Rodríguez en el mapamundi sonoro pone en el tapete nuevamente el aporte de los chicanos en el rock estadounidense. Al igual que el trovador nacido en Detroit, hace 70 años, son innumerables los solistas y grupos que, desde el albor mismo de esta expresión musical, contribuyeron con su desarrollo, en muchos casos, que no es el del exponente que integrará la grilla de la venidera edición del Primavera Sound, haciendo hincapié en su origen latino, lo que derivó hasta en la construcción de escenas con un rasgo identitario definido. Si bien es cierto que Ritchie Valens, quien fue rescatado en 1987 con el biopic La Bamba (tomado de su homónimo éxito, una versión de uno de los clásicos del folclor mexicano), es pionero del rock chicano y bastión de los inicios del rock latino, pese a su corta trayectoria -sesgada por su trágica muerte, en 1959, a los 17 años, en un accidente aéreo en el que también falleció Buddy Holly), el padre de este movimiento es Lalo Guerrero.
Aunque en América Latina se le conoce por su legado a la niñez, al crear una adaptación al español del grupo musical animado Alvin and the Chipmuks, llamado Las Ardillitas, Lalo Guerrero fue el primer artista en retratar musicalmente a los chicanos, término que en los Estados Unidos se usa para denominar a los habitantes de ese país de ascendencia mexicana, cuya tradición y desarrollo han quedado patentadas en la literatura a través de novelas como Las aventuras de Don Chipote o Cuando los pericos mamen (la primera de esta comunidad, publicada en 1928), en el Movimiento Chicano (avanzada política y cultural creada en los 60, de la que fue parte el líder campesino César Chávez), o en el estilo de vestir Zoot Suit. Esta indumentaria fue popularizada en los 40 por los pachucos, tribu urbana que tiene en el actor Germán Valdez (Tin Tan) a su mayor referente mediático, y que estaba asociada con la actitud pandillera, la noche y estilos rítmicos de los que destacaban el boogie, el swing y el mambo. A ellos se les achaca, asimismo, la institucionalización del caló chicano, una de las bases del espanglish.
El talento y la universalidad de Guerrero radicaron en que supo adaptar historias sobre los chicanos en los sones de moda en los salones de baile estadounidenses de la década del 40, convirtiéndose así en uno de los precursores del mestizaje sonoro moderno, lo que quedó en evidencia en temas legendarios del temperamento de Marihuana Boogie (Manu Chao suele versionarla en algunos conciertos) o Pancho Lopez (parodia del hit de 1954 The Ballad of David Crockett, cantada en espanglish). Pero si el artista condecorado por Bill Clinton, en 1996, con la Medalla Nacional de las Artes es considerado el padre de la música méxico-estadounidense, secundado por el intérprete y compositor Don Tosti (el latino que debutó en la venta de más de un millón de copias de un single, Pachuco Boogie, en 1948), Danny Flores es el padrino del rock chicano. El compositor y saxofonista de Santa Paula (California), junto a su agrupación, The Champs, fue creador, en 1958, de uno de los grandes hitos del género: el sencillo Tequila!, que al año siguiente se convirtió en el primer tema de rock en ganar un Grammy.
Dos características fueron latientes en el emerger de la escena del rock chicano: la región en la que se desarrolló, entre la Costa Este y el Sur de los Estados Unidos, zonas próximas a la frontera mexicana, y la impacto que tuvo en los flamantes artistas de ascendencia mexicana el éxito de los exponentes sonoros de la para entonces primera minoría del país: los afroamericanos. Al punto de que muchas de las bandas seminales de la movida, entre las que destacaron las agrupaciones de R&B Cannibal & the Headhunters (telonearon a The Beatles en su segundo tour norteamericano), The Premiers, Thee Midniters, Sunny & the Sunglows y Rosie & the Originals, se creían inicialmente que estaban conformadas por negros. Aunque, a principios de los 60, en el Este de Los Ángeles, conjuntos como Gentones aclararon su condición, y dieron rienda suelta al Brown-Eyed Soul. Si bien la propuesta del cantante Trini López incluía una dosis del sonido que luego acaparó la Motown, intentó establecer la diferencia al incluir folk y hasta easy listening en sus canciones. Pero la llegada de la beatlemanía lo obligó a probar suerte en la actuación.
Luego del advenimiento de la denominada “Invasión británica” a Estados Unidos, muchos grupos chicanos se distanciaron del matiz latino de su ascendencia y apelaron por un sonido agresivo. De esta avanzada sobresalieron nombres como Sir Douglas Quintet, Sam the Sam and the Pharaohs, pero, por sobre todos, los garage rockers Question Mark & the Mysterians. Oriundo, al igual que Sixto Rodríguez, del estado de Míchigan, en 1971 la revista Creem denominó a su música punk, lo que la convirtió en la primera agrupación en recibir esa etiqueta. Ese mismo año, Carlos Santana editó el disco Santana III. Pese a que es uno de los mayores arquetipos de la música chicana, especialmente luego de que fuera encumbrado tras su participación en el festival de Woodstock, en 1969, el guitarrista -uno de los mejores de la historia del rock- nació en México, al igual que su hermano, Jorge. Sin embargo, ambos fueron responsables de la incorporación de sonidos latinos en el género: el primero con su banda o de forma unipersonal, y el otro con el conjunto Malo, que, al igual que El Chicano o War, protagonizó la segunda generación del Brown-eyed soul.
A fines de los 70, simultáneamente al auge de la new wave en la Costa Oeste de los Estados unidos, emergió el Chicano punk, movida que, con Question Mark & the Mysterians a manera de disparador, se sustentó en Los Ángeles, y en la que participaron Los Illegals, The Bags, The Brat, The Plugz y The Zeros. Años más tarde, en los 80 y 90, se esparció por el resto del país y fue heredada por Los Crudos, Union 13 y Voodoo Glow Skulls. Si bien la agrupación Los Lobos se encuentran en la vereda de enfrene de esta asonada, es otro de los grandes baluartes de la escena méxico-estadounidense, básicamente luego de componer la banda de sonido de la cinta La Bamba, que le permitió darse a conocer alrededor del mundo, y mostrar la fusión de rock, tex mex, country folk y ritmos caribeños que ideó en los 70, y que, 20 años después, influyó a exponentes del llamado rock alterlatino como Los Mocosos u Ozomatli. “Cuando comenzamos, se discriminaba el español en la radio, pero ahora, en parte por el pop latino, el oído de los estadounidenses blancos se abrió”, revela Ulises Bella, saxofonista del último combinado.
En 1990, La raza se tornó en un éxito del hip hop en los Estados Unidos. Incluido por el MC Kid Frost en su álbum Hispanic Causing Panic, el tema estableció el acta de fundación del rap chicano. No obstante, a este paladín de la doble hache se le conoce por su membresía en Cypress Hill, grupo que influyó en otros artífices del género como Delinquent Habits, The Mexakinz, Akwid o Lil Rob. Al tiempo que entre los 90 y la década anterior bandas de hardcore punk del calibre de P.O.D. y MxPx se insertaban en lo más profundo de la comunidad cristiana, dos apellidos despuntaban en la movida sonora méxico-estadounidense: los Garza, cuyos integrantes llevan adelante los Lonely Boys, y los Escovedo, clan del que son conocidos los percusionistas Coke y Sheila E., y el cantautor Alejandro. A pesar de que no todos sus integrantes son de origen mexicano, los progresivos The Mars Volta, recientemente separados, también han sido empujados hacia el rock chicano, de la misma forma que los latin soul tropicales Chicano Batman. Mientras que el aporte indie es de Neon Indian, laboratorio chillwave comandado por Alan Palomo.
Babelia
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