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El relato definitivo de Jack London

Tres volúmenes reúnen por primera vez en castellano los 197 cuentos que escribió el autor estadounidense. El primer tomo incluye 36 inéditos

Elsa Fernández-Santos
Jack London, en su casa de Glen Ellen, California, en una imagen de archivo.
Jack London, en su casa de Glen Ellen, California, en una imagen de archivo. Album / akg-images

A lo largo de sus 23 años de oficio, Jack London (San Francisco, 1876 - Glen Ellen, Costa Norte de California, 1916) publicó 197 cuentos que quedaron dispersos en archivos, revistas y una veintena de libros. Un conjunto que, dividido en tres tomos, se reúne por primera vez en castellano. Editado por Reino de Cordelia y con la traducción de Susana Carral, el primer volumen, que incluye 87 relatos, de una primera versión del famoso Encender una hoguera a 36 inéditos, acaba de salir a la luz. El segundo llegará en octubre próximo y el tercero y último un año después, en 2019. Casi 3.000 páginas por las que transita una de las vidas literarias más intensas y apasionantes que se recuerdan, exprimida hasta el último aliento por un autor que supo afinar como pocos el género breve.

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"Se trata de la edición que la Universidad californiana de Stanford encargó a tres investigadores, Earle Labor, Robert C. Leitz III y I. Milo Shepard y que apareció en Estados Unidos en 1993", explica el editor español, Jesús Egido, autor también del prólogo del primer tomo. En él, Egido hace un significativo recuento de las temáticas que London abordó en sus relatos: "El alcoholismo, las consecuencias de la vejez, el boxeo, la tauromaquia, el trabajo infantil, la ecología, las fantasías extraterrestres, el juego, el trabajo en las minas de oro, el amor (tanto el primitivo y atávico como el romántico e ideal), la discapacidad mental, los mitos, la corrupción política, la psicología (humana y animal), la explotación racial y sexual, la revolución, la experimentación científica, la vida de los marinos, el suicidio, la vida en los arrabales, el socialismo, la guerra, la naturaleza y la escritura…".

London escribió tanto como vivió. De las ciudades a las tierras del norte; y de allí a la Polinesia, a las junglas de la Melanesia, a Australia, Ecuador, el norte de Irlanda o Hawái. Marino, cazador de focas, buscador de oro, vagabundo, boxeador o preso, todas las vidas posibles para el autor de La llamada de selva. Según Carral escribió tanto y de tantas cosas diferentes por una cuestión muy prosaica: necesitaba dinero. "Y creía que llegar a ser un escritor de éxito era una forma de dejar de ser pobre. Lo sorprendente es que, teniendo en cuenta su falta de formación, lo hiciera tan bien ya desde el principio. Para lograrlo leía sin descanso y escribía a destajo". Sobre la variedad temática, Carral apunta a los trabajos que tuvo que hacer para sobrevivir. "Además, era consciente de que para destacar tenía que ofrecer algo nuevo, diferente. Por eso se atrevió con temas que preocupaban a la sociedad de su época, pero que no eran lo que se esperaba leer en las revistas. Él los abordó con una claridad y naturalidad desconocidas entonces". A veces, su lenguaje era tan preciso que su traducción resulta muy compleja. "Por ejemplo", continúa Carral, "es difícil imaginar la cantidad de vocabulario que maneja relativo al hielo y la nieve y que no tiene correspondencia exacta en castellano o, si la tiene, resulta demasiado científica para utilizarla en un cuento. Eso exige un esfuerzo enorme de investigación y adaptación. Lo mismo ocurre con los cuentos en los que aparece terminología náutica. London sabe de lo que habla y lo demuestra", asegura la traductora.

La edición de Stanford tiene el mérito no solo de haber reunido todos los cuentos sino de seguir un orden cronológico, nada fácil ya que al principio London no fechaba los textos. Esto permite, según Jesús Egido, "comprobar cómo se forma un escritor, cómo va madurando desde sus primeros pinitos literarios, apenas crónicas o impresiones de sus viajes, hasta ir afilando su pluma con la madurez del oficio". Una labor casi detectivesca, como apunta Carral: "En la primavera de 1897 utilizaba una máquina de escribir prestada que solo escribía en mayúsculas. Eso, por ejemplo, ayuda a situar cronológicamente varios de sus cuentos, incluidos O Haru, La broma del mahatma, La curiosa experiencia de un misógino y El barco infestado. Ese esfuerzo por reunirlos siguiendo el orden en el que London los escribió es lo más valioso para el lector actual".

En 1916, London fallecía a los 40 años. Los expertos se debaten entre el suicidio o un fatal ataque de uremia, cuyos dolores aplacó con un exceso de morfina. Es probable que su cuerpo, machado por el alcohol y una vida sin tregua, no diera ya más de sí. Un año antes, en 1915 y a petición del director de la revista The Silhouette, London resumía en una lista las claves de su éxito: "Una suerte impresionante. / Buena salud. / Buena cabeza. / Buena correlación mental y muscular. / Pobreza. / Haber leído Signa, de Ouida, a los ocho años. / La Filosofía del estilo de Herbert Spencer. / Haber empezado veinte años antes de los que intentan empezar hoy".

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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