Si usted no regala este libro lo asesinarán
Vicente Verdú publica su segundo libro de poesía 46 años después
Hace 46 años Vicente Verdú (Elche, 1942) le robó un verso a Manuel Vázquez Montalbán para titular su primer libro de poemas, Si usted no hace regalos le asesinarán. Ahora Verdú publica su nueva entrega, La muerte, el amor y la menta (Bartleby). En su presentación, este martes en la Casa Encendida Verdú, contó el forcejeo que tuvo con Manolo V para rebajar el leísmo de aquel título. Pero a Vázquez Montalbán, que hizo el prólogo, le sonaba mejor su verso. Y así quedó impreso: Si usted no hace regalos le asesinarán (Anagrama). En el acto de este martes alguien propuso un eslogan para vender esta nueva entrega de los versos de Verdú: “Si usted no regala este libro lo asesinarán”.
La anécdota fue solo una parte ligera de una presentación intensa. Verdú prolongó el tono del libro, en el que se aplica con humor a subrayar las variedades oscuras de la vida. En el libro cuenta su lucha a favor y en contra de la quimioterapia (“la respiración nombra/ inyecciones de acero”), y mucho de lo que narra (“Nos duelen los brazos/ tras pretender doblegar/ nuestros malentendidos”) parece provenir de esa dramática dependencia.
Como dijo su editor, el poeta Manuel Rico, Verdú es incalificable como autor de versos, puede ser de cualquier generación y de cualquier estilo, según se lo lea; el periodismo (desde Cuadernos para el Diálogo a EL PAÍS, donde fue decisivo en Opinión y Cultura en los años 80 y sucesivos) lo llamó por otras veredas, pero siempre alentó en él aquella pulsión que se puso de manifiesto en Si usted no hace regalos… Este de ahora es “un diálogo medular, sereno, para aludir a la verdad auténtica de las cosas”.
Al contrario de lo que suele pasar con lo escrito, Verdú luego dijo con todas las letras, de viva voz, “la verdad auténtica de las cosas”. Ni hizo circunloquios para contar su vida, ni tampoco dibujó metáforas para contar su enfermedad, la raíz de estos poemas. Escribió cientos, uno cada día, pintó sin cesar, y lo sigue haciendo, y todo para perpetrar una escritura que parece también una pintura y que, acaso como cualquier escrito o como cualquier dibujo, sirve para ensayar (o tachar) las despedidas.
Verdú habló después de su otro presentador, el filósofo Ángel Gabilondo. Este hizo una lectura comentada de los versos, como si dialogara con Verdú, con humor y con filantropía, como si le diera un abrazo en lo que más duele, el alma, una de las enfermedades del cuerpo, “y desde la enfermedad escribe Verdú”. Y luego el autor se lanzó sin red a una autobiografía que, si hubiera estado escrita, en él hubiera sido igual de auténtica que tal como la habló. Gabilondo había citado a Cioran (“La lucidez es incompatible con la respiración”) y, explicó el filósofo, “un poema es una forma de respirar”.
Los poemas no dan explicaciones, pero la lectura te adentra en la explicación misma de esa autobiografía que, después de los versos que leyó Gabilondo, desgranó Verdú como si estuviera contando un cuadro. Y sus cuadros iban pasando junto a él. Contó cómo dejó la ingeniería, cómo se hizo economista, cómo llegó al periodismo, cómo escribió (con su mujer, Alejandra Ferrandis) un libro vendidísimo sobre lo que discuten los matrimonios, cómo abrazó la pintura y cómo, en fin, escribió estos poemas que fueron centenares de versos hasta que, por fin, son lo que son, esqueleto de lo que fueron, “en definitiva, lo que hubiera querido decir”. “Desvivido/ desahuciado/ desalmado”. Con “la conciencia de libertad que se halla al final de la vida”.
Otras veces se dice, de tantos poetas, pero quienes estuvieron escuchando a Verdú el martes en la Casa Encendida pueden decir de veras, sin vuelo en el verso, que quien toca este libro (aunque no lo compre para regalo) toca a un hombre.
Babelia
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