El arte moderno que toleró el franquismo
El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo celebra sus 50 años con una exposición que recuerda su ruptura con la cultura oficial de la dictadura
Hace medio siglo, en los últimos años del franquismo, Florentino Pérez-Embid (Aracena, Huelva, 1918-1974, Madrid), gran censor de la dictadura, numerario del Opus Dei, rector de la Universidad Menéndez Pelayo y director general de Bellas Artes, quiso crear una segunda residencia para el arte contemporáneo lejos de la estricta vigilancia del Gobierno, tras la fundación en 1968 en Madrid del Museo Nacional de Arte Contemporáneo. Fue así como en noviembre de 1970 abrió sus puertas el Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla (Macse) nada menos que con una exposición de Alberto Sánchez (Toledo, 1895-Moscú, 1962), republicano exiliado en la URSS y autor de la gran escultura a las puertas del pabellón español en la Exposición de París de 1937, El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella, actualmente reproducida frente a la entrada del Museo Reina Sofía.
El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), que se creó a partir de los fondos del Macse en 1997, tenía previsto celebrar los 50 años de aquella aventura con la que la dictadura quiso aparentar cierta modernidad con una exposición prevista para el 2 de abril, aplazada debido a la pandemia. Hace 50 años finalmente se inaugurará el 2 de julio y podrá visitarse hasta el 28 de febrero de 2021. El homenaje lo integran unas 40 obras de gran formato firmadas, entre otros, por Luis Gordillo, Manuel Barbadillo, Rafael Canogar, Manolo Millares o José María Yturralde, entre otros. Junto a ellas se exhiben todo lo necesario para comprender el revulsivo que este proyecto supuso en los últimos años de la dictadura: archivos, correspondencia, documentos, fotografías y reseñas de periódicos de la época.
Aunque según el decreto de julio de 1970 por el que nació, el nuevo museo heredaría los fondos del siglo XX del Museo de Bellas Artes de Sevilla y se ubicaría en el piso alto del pabellón Mudéjar –una de las construcciones de Aníbal González para la Exposición Iberoamericana de 1929 en el parque de María Luisa-, el Macse se instaló en la iglesia desacralizada de San Hermenegildo, en pleno centro de Sevilla, y no admitió ni una sola de las pinturas academicistas del Bellas Artes. El responsable de tal desviación de objetivos fue Víctor Pérez Escolano, entonces en cuarto curso en la Escuela de Arquitectura de Sevilla, quien se convirtió a sus 24 años en el primer director de la segunda institución que el Gobierno de Franco creaba para dar cierta imagen de normalidad cultural.
“Pérez-Embid eligió Sevilla, ciudad en la que había estudiado y donde fue catedrático de Descubrimientos Geográficos, para iniciar su experimento de apertura y le pidió un nombre para liderar su proyecto a Rafael Manzano, que era mi profesor y pensó en mí”, recuerda Víctor Pérez Escolano (Valencia, 75 años), quien desde el principio contó con el artista Francisco Molina y el también artista y estudiante de Arquitectura José Ramón Sierra para iniciar su aventura.
“Entonces éramos muy inconscientes. Pensábamos que se podían hacer cosas nuevas y diferentes, algunas que afortunadamente conseguimos, como el negarnos a recibir ni un solo cuadro del Bellas Artes e iniciar la colección con obras de nuestros coetáneos. ¡Hasta dónde iba la temeridad de unos chavales!”, apunta Pérez Escolano, catedrático de Arquitectura que ha sido concejal de Urbanismo en el Ayuntamiento de Sevilla y director general de Arquitectura y Vivienda en la Junta de Andalucía.
“Tendemos a ver al franquismo como una sola cosa, pero fueron muchos años y el régimen se fue acomodando a los tiempos, sobre todo al final. Seguía sin haber libertades políticas, pero hubo cierta apertura económica y cultural. No fue fácil, pero no teníamos miedo”, explica el arquitecto quien, a pesar de ser el director del Macse y contar con la protección de Pérez-Embid, no se libró de hacer el servicio militar en 1972 en Badajoz.
“Yo había participado en el 68 en manifestaciones y estaba fichado, así que no hubo forma de librarme y tenía que volver a Sevilla todos los fines de semana en un seiscientos. Durante ese año fue fundamental la colaboración de Paco Molina, que incluso vivía en una pequeña habitación en San Hermenegildo [que fue la Primera sede del Parlamento andaluz en 1985]. Lo hacíamos todo nosotros y, además, estábamos preparando la mudanza a la Cilla del Cabildo que se inauguró en julio de 1972 y donde el museo permaneció hasta que se fusionó con el CAAC en 1997”, comenta Pérez Escolano.
La planta elíptica de San Hermenegildo, un edificio del siglo XVII, albergó exposiciones memorables como El cómic, la primera dedicada a este género en España y que el gobernador civil ordenó clausurar porque no podía tolerar imágenes de “señoras casi desnudas en lo que antes fue una iglesia”, explica Pérez Escolano. “En esa muestra habíamos ampliado viñetas de cómic internacionales, como Barbarella, la heroína sexi que tanto le molestó al gobernador. La instalación era de Sierra y el montaje, de Santiago Miranda”, añade el arquitecto que permaneció al frente del museo hasta que dimitió en 1973, cuando el museo se quedó sin presupuesto para seguir con las adquisiciones.
Entre los fondos de esa primera época hay también obras de Chillida, Guinovart, Alcaín, Barjola, Hernández Mompó, Rafols Casamada, Zóbel o Torner. Durante su existencia el Macse logró reunir cerca de un millar de obras entre pinturas, esculturas y grabados, 15 de ellas firmadas por mujeres como Soledad Sevilla, Teresa Gancedo, Aurelia Muñoz o Isabel Villar. Obras con las que el CAAC homenajea ahora a su antecesor.
Babelia
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