El Oscar a ‘No Other Land’, un “momento triste” para Israel
El ministro de Cultura pide a los cines e instituciones culturales boicotear la cinta porque “daña el buen nombre” del país. Una ONG pacifista responde proyectándola gratis

Cuando No Other Land, la película que retrata la realidad diaria de la ocupación militar de Cisjordania, ganó este lunes el Oscar a mejor documental, dos de los cuatro directores que subieron a recogerlo eran israelíes: Yuval Avraham y Rajel Szor. El ministro de Cultura de su país, Miki Zohar, lo describió, sin embargo, como “un momento triste para el mundo del cine”. La cinta, de hecho, carece de distribuidor en EE UU y lleva desde su estreno, hace un año, sin proyectarse en las salas comerciales de Israel, pese a retratar justo la incómoda realidad que modelan sus autoridades militares a apenas decenas de kilómetros. Más que atacada, No Other land ha sido, sobre todo, relegada a la invisibilidad en el país, obsesionado con su imagen exterior y donde las voces críticas cada vez encuentran menos espacio político y social.
El lunes, tras la gala de los Oscar, Zohar envió una carta a los responsables de las salas de cine e instituciones culturales financiadas por su ministerio para pedirles que “demuestren responsabilidad pública y solidaridad” negándose a proyectar una cinta cuyo relato, “abstracto y parcial”, sirve como “herramienta de propaganda antiisraelí” y “daña el buen nombre de Israel en tiempos de guerra”. “No proporcionen una plataforma pública en Israel para una película que difama nuestro nombre en todo el mundo”, señalaba.
Zohar —del partido derechista Likud, que lidera el primer ministro, Benjamín Netanyahu— considera que la cinta “amplifica narrativas que distorsionan la imagen de Israel ante el público internacional”. “La libertad de expresión es un valor importante, pero convertir la difamación de Israel en una herramienta de promoción internacional no es arte. Es sabotaje contra el Estado de Israel, especialmente tras la masacre del 7 de octubre [de 2023] y la guerra actual [en Gaza]”.
La petición tampoco cambiará gran cosa. No Other Land ya estaba, en la práctica, casi vetada desde la polémica, tanto en Israel como en Alemania, por los discursos del palestino Basel Adra y el israelí Abraham, sus protagonistas y codirectores, al recibir el premio a mejor documental en la Berlinale, en marzo de 2024. Abraham pasó varios días en el extranjero por temor a regresar a su país, tras la oleada de amenazas de muerte a él y su familia, y con la paradoja de escuchar a representantes oficiales de ambos países calificando su mensaje por la paz de “antisemita”.
Al final, estrenaron la película ese mismo mes en el patio al aire libre de una escuela en Masafer Yata, la zona en la que transcurre, con un público mezcla de vecinos de la zona y activistas de izquierdas. Es donde Adra vive y, al principio de la película, recibe entre la desconfianza y el desinterés a Abraham, la primera vez que visita la zona como periodista. Masafer Yata está en la parte de Cisjordania bajo pleno control militar y administrativo de las Fuerzas Armadas de Israel. Pueden expulsar legalmente en cualquier momento a sus más de mil residentes, después de que el Tribunal Supremo israelí la confirmase como zona de tiro militar en 2021. El ejército y la policía de fronteras demuelen allí escuelas, casas y postes eléctricos, y anegan pozos. Es la realidad que No Other Land ha llevado hasta Los Ángeles, junto con la lucha desigual para impedirlo y la amistad que surge en el camino entre ambos protagonistas.
No Other Land es una coproducción noruega-palestina que no ha recibido un solo séquel de fondos públicos israelíes, pero el ministro la utiliza en su carta para justificar una reforma de la financiación estatal de la industria cinematográfica nacional, a fin de “garantizar que el dinero de los contribuyentes vaya destinado a obras de arte que hablen al público israelí, en lugar de a una industria que construya su carrera calumniando a Israel en el escenario mundial”.
Aunque la reforma no aplicaría al filme, la derecha y ultraderecha (que tiene en la actual coalición de Netanyahu una fuerza inédita en las siete décadas de historia del país) están obsesionadas desde hace tiempo con que el cine nacional triunfa fuera de sus fronteras, en coproducciones, porque está escorado a la izquierda, daña la imagen del ejército y solo representa a los sectores más críticos y seculares, con Tel Aviv como epicentro. De ahí han salido en las últimas dos décadas finalistas a los Oscar como Beaufort (de Joseph Cedar), Vals con Bashir (de Ari Folman), Ajami (de Scandar Copti y Yaron Shani) o Cinco cámaras rotas (de Emad Burnat y Guy Davidi). La reforma de la que habla el ministro pondría más énfasis en la capacidad de una película para tener éxito en los cines nacionales y menos, en los festivales extranjeros.
El ministro ha ampliado su campaña este miércoles, al difundir en su perfil de la red social X un breve extracto de una grabación —con el logotipo de las autoridades de los colonos judíos en torno a Masafer Yata— en la que se ve a Abraham enojado, gritando a varias personas fuera de cámara que se vayan y no le toquen. El vídeo se detiene para identificar a los dos protagonistas de la película y el ministro escribe: “Los ganadores del Oscar deberían estar avergonzados de haber obtenido su título abusando de los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel que luchan para defender el país”.
Un conocido periodista del canal 12, Almog Boker, se ha sumado a las críticas. Cargó contra el discurso de Abraham por una solución justa al conflicto de Oriente Próximo y contra la segregación en Cisjordania, ocupada militarmente por Israel desde la guerra de los Seis Días de 1967. “Habló en el escenario un minuto y veinte segundos, pero no mencionó la palabra Hamás ni una sola vez”, protestó.

El contraataque ha venido, sobre todo, de parte de ONG de derechos humanos, como la Asociación de Derechos Civiles o Paz Ahora, o medios de izquierdas. La película se puede ver en la página web de Sijá mekomit, el periódico en hebreo crítico con la ocupación militar de los territorios palestinos en el que Abraham (periodista antes que cineasta) sigue escribiendo sus artículos. Otro diario de izquierdas, Haaretz (boicoteado desde el pasado octubre por el Gobierno de Netanyahu, que ha retirado la publicidad institucional y cancelado las suscripciones oficiales), ha calificado la estatuilla a No Other Land de “rayo de esperanza” justo cuando “el conflicto entre Israel y Palestina se encuentra en uno de sus puntos más bajos y casi se ha perdido la esperanza de cualquier posibilidad de un futuro conjunto en el que ambos pueblos compartan la tierra”.
La ONG pacifista israelí Omdim Beyahad, coliderada por un judío y una árabe, ha anunciado que proyectará la película de forma gratuita en sus centros comunitarios en todo el país y le dará “la mayor difusión posible”. “No podemos mirar hacia otro lado mientras nuestro Gobierno intenta llevar a cabo una limpieza étnica de los palestinos en Cisjordania y Gaza. Debemos resistir esta brutal política de desplazamiento y desposesión en todo el territorio. Para todos y cada uno de los que vivimos aquí”, señala.
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