El tiovivo del tenis femenino
La eliminación de las principales figuras vuelven a subrayar la inestabilidad del circuito de la WTA. "Está produciéndose un relevo generacional que hace que todo sea un poco más aleatorio", argumenta Medina
La historia ya no comenzó demasiado bien. El pasado viernes, día destinado por la WTA para la atención a los medios, a Serena Williams y su hermana no se les vio el pelo por la Caja Mágica. A partir de ahí, runrún y escepticismo. “Estas no juegan”, se oía entre los corrillos de los periodistas, expectantes. Poco después, a media tarde, la confirmación. “Lamentablemente, tengo que darme de baja en Madrid porque he tenido fiebre y no me siento al cien por cien”, alegó la número uno del mundo a través de un comunicado. Su hermana Venus, con dolores en un muslo, también se descartó, sin ofrecer mayor explicación.
La ausencia de Serena supone ya de por sí un impacto tremendo para cualquier torneo. La estadounidense es el epicentro del tenis femenino, la que aglutina los focos y la que atrae más patrocinios. Si no está ella, que desde hace tiempo selecciona a la carta dónde viaja y dónde no, la atención a la competición de las chicas mengua dos tercios. Como contrapartida, si ella no comparece se abre el abanico para el resto. “Tal vez, Serena está notando la presión de igualar los 22 grandes de Steffi Graf. Se le notó el año pasado en Nueva York [conquistado por la italiana Flavia Pennetta, que se retiró a conitnuación, con 33 años] y este en Australia o Indian Wells”, explica Anabel Medina, plata en los Juegos de 2008, ahora doblista.
La baja de la número uno del torneo, unida a la sanción que pesa sobre Maria Sharapova, dejaron descafeinado el cuadro madrileño. El gran aliciente para el público español apuntaba entonces a Garbiñe Muguruza y Carla Suárez, pero la primera perdió contra pronóstico en la segunda ronda y la canaria ayer (4-6, 6-2 y 6-3 con Samantha Stosur). También, sucesivamente, fueron apeadas Agnieszka Radwanska (principal cabeza de serie), la alemana Angelique Kerber (campeona este año en Melbourne) y ayer lo hicieron Petra Kvitova (bicampeona en Wimbledon y defensora del título en Madrid; 6-3 y 6-4 con Daria Gavrilova) y Victoria Azarenka.
Unos problemas en la espalda impidieron saltar a la pista a esta última, intratable en este 2016 —ganadora en Indian Wells y Miami, 24 triunfos y una sola derrota—. Así que Simona Halep (doble 6-1 a Karin Knapp) es la única tenista con relativo cartel que sigue con opciones en Madrid, una cita que está volviendo a poner de manifiesto la fluctuación y la inestabilidad del circuito de la WTA, ajeno a la lógica de la estadística, un verdadero tiovivo: la que un día triunfa, al otro desaparece. “Es que el ranking no vale de nada. Sales contra la 80 del mundo y te juega como si le fuera la vida”, precisa Muguruza, que por tercer año consecutivo se despidió del torneo de forma prematura.
El colchón puntual
“Garbiñe llegaba como una top-5 y eso siempre te aporta una mayor obligación. Jugaba en casa y en principio tenía todo de cara, pero el tenis funciona así. Y además, aquí hay que tener en cuenta la altura”, indica Medina, que atiende también al factor generacional para justificar los vaivenes: “Está produciéndose un relevo que hace que todo sea un poco más aleatorio. Están entrando muchas chicas jóvenes, de 20 o 21 años, y necesitan un tiempo de adaptación. Es normal que las veteranas sigan dominando”.
Pero más allá de todo condicionante, hoy día hay una certeza: un triunfo de altura garantiza la continuidad de una jugadora entre las mejores, por más que después firme una secuencia negativa de resultados. Es el caso de Muguruza, por ejemplo. Esta campaña, después de su explosión en 2015 —finalista en Wimbledon, campeona en Pekín y semifinalista en Singapur—, la hispano-venezolana se encuentra atascada. “Hacer un gran resultado es una recompensa, pero como dice mi entrenador: tardas un año en llegar y otro en irte”, agrega Medina; “es cierto que vives de esa renta, pero solo por un tiempo. Te sirve de colchón, para responder a una mala racha, pero cuando cae esa defensa eres muy vulnerable y todo cambia”.
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