Derrick Rose, MVP con 22 años, abocado al adiós con 29
El base de los Cavaliers, víctima de las constantes lesiones, medita apartado del equipo sobre su posible retirada
Michael Jordan fue elegido MVP de la NBA cuando tenía 25 años, como LeBron James. Abdul Jabbar obtuvo el codiciado premio cuando tenía 24. Conseguirlo con 22 años como hizo Derrick Rose en la temporada 2010-2011, disparaba todas las expectativas. El base de 1,90 metros se había convertido ya en el ídolo de la ciudad donde nació. Ya no era una quimera. Los aficionados de los Bulls acariciaban la posibilidad de revivir los ya lejanos días de gloria del equipo de Michael Jordan, el que ganó los seis anillos de campeón desde 1991 a 1998. La vida le sonreía a Rose, finalista de la Liga Universitaria con los Tigers de Memphis y número uno del draft en 2008, el dorsal número 1 de los Bulls a partir de esa temporada, la camiseta más vendida en la NBA tres años después.
La espectacularidad de su juego, sus diabluras con el balón, su capacidad para driblar, penetrar, anotar y asistir corrieron parejos a unas estadísticas que llegaron a los 25 puntos, 7,7 asistencias y 4,1 rebotes de media que le valieron ser el MVP en 2011 y ser incluido en la lista de la selección olímpica en Londres y con la que él ya había ganado el Mundial en 2010. Todo color de rosa. Hasta que en abril de 2012, en un partido ante los Sixers, se rompió el ligamento anterior cruzado de su rodilla izquierda. Se despidió de los playoffs, se perdió toda la temporada siguiente y, solo diez partidos después de reaparecer, en noviembre de 2013, se rompió el menisco de la rodilla derecha. Otra temporada y media sin jugar. Pero volvió y ganó en España un segundo Mundial con la selección. Después de tres operaciones de rodilla y otras lesiones, sus limitaciones físicas eran evidentes.
Perseveró. Desvanecido el idilio en Chicago, donde formó durante dos temporadas con Pau Gasol, recaló en los Knicks, formando parte de la reconstrucción que afrontó Phil Jackson. Hastiado por los malos resultados y la infinita cadena de despropósitos en el Madison Square Garden, se unió el pasado verano a los Cavaliers. Pasó de cobrar 21,3 millones de dólares en su último año con los Knicks, a firmar un contrato de 2,1 con los Cavaliers, donde era el base titular, a la espera de que se recuperara Isaiah Thomas. El puesto ahora es para José Manuel Calderón, que ha aprovechado la ocasión perfectamente.
Una encrucijada
El dinero ya no era la prioridad para Rose. Deseaba jugar junto a LeBron James, en un equipo con la máxima ambición, finalista las tres últimas temporadas y campeón en 2016. Pero sus rodillas están maltrechas y sus tobillos rechinan. Solo ha jugado siete de los 20 partidos disputados. El 22 de noviembre, muy afectado, dejó la disciplina del equipo alegando problemas personales. Según algunos de sus allegados, baraja la posibilidad de retirarse. Su contrato con los Cavaliers no supondría mayor problema, pero sí el que firmó con Adidas en febrero de 2012. Asciende a 185 millones de dólares. Restan siete temporadas y 84 millones por pagar para su extinción. Rose afronta una encrucijada, una retirada prematura, como les ocurrió a Greg Oden o Brandon Roy, la pareja estelar de Portland. Las lesiones les obligaron dejar las canchas a los 26 y a los 28 años.
Una enfermedad ha apartado también del deporte a Chris Bosh desde febrero de 2016. El pívot de Miami Heat apura sus posibilidades de retornar. Salvando las diferencias, una disyuntiva similar a la que ahora se enfrenta Rose.
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