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Shandy Barbosa: “He demostrado que se puede ser deportista de alto nivel y madre”

La máxima goleadora de España en el Mundial, a la que quisieron rescindir el contrato al quedarse embarazada, analiza las posibilidades de la selección antes de medirse este martes en cuartos a Alemania

Lorenzo Calonge
Shandy Barbosa
Shandy Barbosa lanza contra Argentina en el Mundial.RFEBM / J.L. RECIO (RFEBM / J.L. RECIO)

Para entender quién es Shandy Barbosa (Lisboa, 35 años) no basta con decir que es una de las puntales de las Guerreras, máxima goleadora de España en el Mundial (33 dianas), autora de 636 tantos con la selección (la sexta marca de la historia) o la mejor lateral izquierdo en la plata de 2019 en Japón. Esa sería una versión recortada de esta veterana que la primera vez que escuchó la palabra balonmano no sabía ni de qué le estaban hablando. Alexandrina Cabral Barbosa, su nombre completo, es jugadora y madre. Una doble condición de la que ella hace bandera más allá del orgullo personal de su maternidad.

“Cuando tomé la decisión, quería demostrar al mundo que podemos ser madres y jugadoras de alto nivel. Y lo he conseguido”, proclama. “Antes de quedarme embarazada, había gente que no lo veía bien, pero yo he estado muchos años fuera [Rumania, Rusia, Francia y Alemania] y esto lo había visto. Las nórdicas también tienen hijos y han podido conciliar. Era un objetivo y fuimos para adelante”, explica. Su caso, sin embargo, no resultó nada sencillo. Entonces, en 2018, estaba en el Nantes y el club se tomó muy mal su embarazo, que se produjo poco después de una lesión en la mano derecha que le obligó a operarse. Tanto que el presidente le quiso rescindir el contrato y solo la claridad de las leyes francesas le evitaron disgustos mayores.

“Al final, todo salió bien”, se felicita ahora. Dio a luz, al mes y medio ya se entrenaba y en diciembre de 2019 se colgó la plata mundial de Japón con el brazo diestro soltando latigazos. Han pasado dos años de aquel episodio, pero desde ese momento el discurso de esta “yonki del alto nivel” trasciende lo puramente deportivo. El objetivo de mostrar que ser madre y retomar una carrera deportiva de élite lo cumplió de forma sobrada. No es la única, pero ella lo proclama a viva voz.

Sobre la cancha, Barbosa, ahora en el Gloria Bistrita, rumano, no ha cambiado: sigue siendo un referente por su experiencia, por ser una polvorilla en el robo de balones (ocho en este campeonato) y por su lanzamiento exterior, cualidad de la que España no anda nada sobrada. De ella depende una parte importante del futuro de la selección en el Mundial, que este martes en cuartos se cruza con Alemania (20.30, Teledeporte) en Granollers tras sumar pleno de triunfos (seis) en las dos primeras fases. El camino de las Guerreras no ha tenido grandes espinas, pero el expediente sin tacha ha vuelto a elevar las expectativas antes de jugarse las lentejas a partido único. Al equipo germano ya le derrotaron hace dos semanas en el torneo de preparación (23-22). Ella no oculta su aspiración de medallas, aunque prefiere la palabra “tapada”. “Si vamos de favoritas, tal vez nos coma la presión. Es verdad que jugamos en casa y ya tenemos esa presión, pero de momento nos hemos olvidado de ella y solo disfrutamos”, afirma.

Fija en las Guerreras desde 2012 tras su nacionalización —el nivel de Portugal no le daba acceso a las grandes citas y desde 2007 vivía en Valencia—, las bajas en este Mundial de veteranas como Nerea Pena, Lara González, Marta López o la escasa presencia de Mireya González (repescada a última hora con problemas físicos) han aumentado el foco sobre jugadoras como ella. “No me pesa, ya llevo tiempo asumiendo la responsabilidad. Me gusta y me sale natural”, señala. En los seis primeros duelos, nadie en el bando español ha castigado más la meta rival que esta lateral de ascendencia caboverdiana, fichada hace tres lustros para el Sagunto por toda una referente, Cristina Mayo, que debió desplegar toda su capacidad de persuasión para convencer a sus padres y traerla a España.

Futuro en el aire

“La gente nueva también pisa fuerte y ahora para mí es más fácil porque eso te da más tranquilidad”, apunta. Ella fue una de las que heredó el mando cuando hace cinco años las Marta Mangué y Macarena Aguilar se marcharon tras el mejor ciclo del balonmano femenino español. “Antes el equipo tenía experiencia, no había mucho que decir. Trabajar y ya. Ahora, con tanta juventud, debemos hablar más para que la gente aprenda rápido”, analiza Barbosa.

Un híbrido de veteranía y acné que en este Mundial se ha acentuado por las bajas de algunos de los nombres más experimentados. Unas ausencias que añadieron de entrada más incertidumbre tras el cambio de entrenador a tres meses de la cita, pero que hasta ahora el vestuario lo ha resuelto bien. “En relación a Carlos [Viver], José [Ignacio Prades, su relevo, antiguo asistente] está dando confianza a todas. A las jóvenes les da minutos y oportunidades. Al final, la gente está jugando más tranquila”, comenta Barbosa sin entrar en más profundidades.

Para ella, sus últimos cursos han sido accidentados. Al obligado parón por el embarazo sumó una grave lesión de rodilla hace justo un año (rotura del ligamento cruzado) que le hizo perderse el Europeo de 2020. Llegó a los Juegos con el gancho, impulsada por una experiencia única y la necesidad que el equipo tenía de ella, aunque lejos de su mejor forma. Seis meses después y pese a su buen despliegue estas dos semanas en Torrevieja, confiesa que aún le falta para recuperar el 100%. “Quizás, tomar más la iniciativa en ataque. Hasta ahora no ha hecho falta porque la gente está aportando. Cuando vengan los partidos más complicados voy a valorar mejor mi estado físico”, apunta. Eso llega ya, con Alemania y quién sabe si con la lucha por las medallas. Y después, con 35 años y a tres de otros Juegos, un futuro con la selección que deja en el aire. “Ahora toca el Mundial, luego ya veremos”, zanja de forma enigmática.

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