El Madrid deja boquiabierto al Chelsea
El Real sobrevive angustiado ante un rival ambicioso y enérgico, fuerza una prórroga agónica con una defensa en cuadro y acaba triunfador con otro gol de Benzema
Así gana el Madrid. Así, no pregunten más. Nadie en el universo fútbol tiene la ilógica lógica del Real. El fútbol va por un lado y el Madrid por otro. Los rivales, sean el PSG de pasarela o el Chelsea campeón, le pueden zarandear. Puede que, además, como en el caso del equipo londinense, la diferencia física parezca abismal. Lo mismo da. Con la lengua fuera y una defensa en cuadro, el Real forzó de forma agónica una prórroga de la que salió semifinalista. ¿Milagro? No, es el Madrid, estúpido, se dicen tanto seguidores como detractores. Y todos, unos y otros, coinciden en que Modric es un juvenil conmovedor.
En el fútbol, una semana es tiempo de sobra para un cambio de agujas. Ocurrió en esta eliminatoria entre el actual campeón de Europa y el gran gobernador del torneo. En Chamartín, pese al ropaje ambiental, el Chelsea ni remotamente fue el liliputizado equipo de la ida. Ni el Real Madrid el arrollador y expansivo conjunto de Londres. En el Bernabéu, el grupo de Tuchel le planteó un duelo jorobado y perturbador al cuadro local. Una anomalía.
Los de Ancelotti, tan doctorados en la Copa de Europa, no supieron gestionar el choque. El Madrid se planteó el reto como una prórroga del encuentro de Stamford Bridge, no como un nuevo envite. Consecuencia: un Real chato en ataque y atornillado delante de Courtois. Enfrente, un adversario bizarro que minó el campo con duelos individuales en todos los sectores. Nunca le importó quedarse en tanga ante Benzema y Vinicius, la mejor pareja de chacales del momento. Ni siquiera cuando James, comisario de Vinicius en detrimento del varado Christensen de la ida, cargó con una tarjeta a los 10 minutos. Tan borroso estaba el Madrid que nadie buscó otro asalto de Vini con James.
Tibio el Real, tiraba de mandíbula el equipo inglés. Marcos Alonso, lateral postizo, ejercía de extremo y forzaba a Valverde a anclarse como un zaguero. El Chelsea encontró en la zona central su campo base. En superioridad en ese sector, maniobró con firmeza y temple hasta dar con el rancho de Courtois. Al cuarto de hora, fruto del embrollo madridista, Nacho y Alaba cayeron en la trampa. Werner y Havertz les arrastraron fuera de la zona central, por la que irrumpió sin trabas Mount para sellar el 0-1.
El Madrid notó la sacudida del azote de Mount. Cada vez más encapotado, no encontraba el hilo de Kroos y Modric, enchironados por un Chelsea a todo volumen. Tampoco había migas de Vinicius y Benzema. Al cuadro de la Castellana le toca capear el temporal, a la espera de esos inesperados cometas que le distinguen en Europa hasta en las malas noches. Un disparo de Benzema desviado por Thiago Silva fue la única llamarada local antes de la tregua. No abundaban las ocasiones visitantes, pero el poderío del Chelsea era elocuente. Esta vez, un equipo incansable, enérgico y ambicioso que jamás ofreció secuencias fijas, al contrario, cualquiera aparecía por donde no se le esperaba. Un follón para los blancos.
No cambió la trama al inicio del segundo acto. El mismo Chelsea; el mismo Madrid. Y ocurrió que llegó el 0-2 como hijo del juego. Rudiger cabeceó un córner y angustió al Bernabéu: 0-2. Esta vez, el segundo lamento sirvió de sonajero y por unos instantes el estadio entró en combustión. Le siguió el equipo, por fin más suelto y con otro gancho.
Decisivo VAR
Para suerte del Madrid, en su mejor momento el VAR le dio una bola extra. Marcos Alonso, un exmadridista, clavó el 0-3 tras una pifia de Mendy, el Mendy blanco. Pero los espías chivaron una mano del nieto de Marquitos, mucho más que un lateral, estupendo toda la noche en ataque. Una mano, sí, de estos tiempos tan tiquismiquis. Al poco, casi brinda Valverde con un derechazo con metralla. Y lo mismo Benzema con un cabezazo —un calco del que supuso el 0-2 en Londres— que se fue al larguero de Mendy, el del Chelsea. Dos chispazos sin continuidad. El partido era del conjunto de Tuchel, máxime tras el 0-3 certificado por Werner en otro descontrol del Real. Pudo ser peor si Courtois no hubiera sido Courtois en un cabezazo de Havertz.
Pero nadie tiene tantas vidas europeas como el Madrid. Es increíble cómo se procura los instantes hasta cuando está comatoso. Los rivales, campeones o no, no se lo explican. No saben que los madridistas tampoco. Ocurre, sin más. De repente, un pase de Modric con la denominación de origen de Modric —con el empeine exterior del pie derecho— citó a Rodrygo con el gol en su primera intervención: 1-3. Cuando parecía que no iba a tocar una remontada, el Madrid lo hizo para ganarse al menos un tercer tiempo. Así es este club, tan capaz en las buenas como en las malas o muy malas. No hay simposio que lo desembrolle. Cómo interpretar si no que el Real saliera triunfador de una prórroga a la que llegó en los huesos y con una defensa tan improvisada como esta: Lucas, Carvajal, Alaba y Marcelo. Nadie hubiera apostado por el Madrid de no ser el Madrid.
Hasta aquel glacial Benzema llegado al Real hace 13 años ha metabolizado hasta el tuétano lo que es este singular club. El gatito Benzema hoy va de caza mayor hasta cuando parece fundido por Rudiger y sus camaradas. Nadie daba un real por el Madrid cuando Vinicius asistió a su colega e instructor para el 2-3 fulminante. ¿Cómo? No pregunten. Así gana el Madrid.
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