Álex Pella, tras la estela de Juan Sebastián Elcano: “El marino es un ser salvaje”
El navegante español se prepara para dar la vuelta al mundo en dirección al oeste en 100 días, con comida natural y una ducha cada cinco días
Álex Pella, uno de los navegantes oceánicos más importantes del mundo, toda una leyenda en la Bretaña francesa, y también un desconocido en España, se ha propuesto seguir la ruta de Juan Sebastián Elcano, el primer hombre que dio la vuelta al mundo, hace 500 años, y circunnavegar el planeta en dirección contraria a la tradicional, dirigiendo la proa hacia el oeste, luchando contra vientos, olas y corrientes en una travesía que espera comenzar en el otoño de 2025 y que prevé que dure cerca de cien días. Hace siete años ya batió el récord del mundo dirigiéndose hacia el este, dejando a babor los cabos de Buena Esperanza, Leewin y Hornos, en lo que se conoce como el Trofeo Julio Verne, en homenaje al escritor que fantaseó con un viaje para su personaje, Phileas Fogg, en 80 días. Pero Pella y la tripulación de su trimarán lograron, el 26 de enero de 2017, completar la vuelta al mundo en 40 días, 23 horas, 30 minutos y 30 segundos. Un récord que nadie ha podido superar.
Este catalán de 51 años reside desde hace 20 en Denia (Alicante). Allí encontró un lugar ideal para navegar, con las Baleares a tiro y 300 días de viento, muchos de ellos con un sol radiante. Su carrera, trufada de éxitos y récords del mundo, la ha desarrollado en Francia, donde se valora mucho su pericia y su audacia en las regatas oceánicas, pero siempre regresa a Denia, donde ahora le esperan su mujer, Lena, y sus hijos de cinco y cuatro años, Alba y Álex. Ellos, inocentes como los niños que son, miran el mapamundi que tienen en casa y no alcanzan a entender la proeza que persigue su padre. Allí, en la Marina de Denia, está amarrado el MaxiCat Victoria, un barco de competición que estaba en manos de un jeque en Oriente Medio y que Pella ha recuperado para abordar este proyecto. Es un multicasco enorme con un mástil gigante, un palo interminable de 41 metros, tan alto como un edificio de 12 pisos.
Pella no tuvo una formación muy ortodoxa, de club náutico y vela ligera; él conoció la náutica subido al ‘Pepus’, el modesto velero de sus padres, Nacho y Cristina, un hombre que trabajaba como decorador en TVE y la empleada de una agencia de viajes. Al barco lo bautizaron con el sobrenombre del hermano fallecido de su padre. Allí, subidos al palo o correteando por la bañera, jugaban los cuatro hermanos: David, Álex, Borja y Nacho. La familia pasaba los veranos en Begur, un pequeño pueblo de la Costa Brava, y salían en barco desde la cala de Sa Riera. Cuando estaba en casa, al pequeño Álex, el segundo de los cuatro hermanos, le gustaba leer las aventuras de los grandes marinos, como Bernard Moitessier, un vagabundo de los mares, un hombre que renunció a la victoria en una gran regata en solitario para poder alargar su travesía. “Me alucinaban estos tipos que hacían esas regatas planetarias con la energía del viento. ¡Qué guapo es esto!”.
Siempre le ha gustado la historia y después de la pandemia descubrió que se iban a cumplir 500 años de la primera vuelta al mundo. Entonces se puso a leer sobre las vidas de Fernando de Magallanes, el hombre que inició aquella aventura en busca de la Especiería o la isla de la especias, como capitán de cinco barcos que salieron de Sevilla el 10 de agosto de 1519; y de Juan Sebastián Elcano, el que la completó con una única nave y 18 de los 239 tripulantes que se echaron a la mar. Entre el 20 de septiembre de 1519, el día que soltaron amarras desde Sanlúcar de Barrameda, y el 8 de septiembre de 1522, cuando atracó la maltrecha nave ‘Victoria’ en el puerto gaditano –llegó tan dañada que tuvo que ser remolcada hasta Sevilla por el Guadalquivir– les pasó de todo: tormentas terroríficas, ataques de los portugueses, motines, hambre y enfermedades que mermaron la tripulación.
Magallanes murió en la batalla de Mactán en 1521 y por eso acabó al mando Elcano, que fue quien logró completar la vuelta al mundo. Aquello le valió una generosa asignación del Rey Carlos I, 500 ducados de oro al año, y un escudo de armas coronado con un orbe sobre el que se lee la leyenda ‘Primus circumdedisti me’ (Fuiste el primero que la vuelta me diste). “Es apasionante; es increíble hasta dónde llegaron. La exploración española no está valorada, es muy desconocida en España y encima sufre la leyenda negra y los sajones ocultan su historia. Elcano era un gran marino que, a pesar de tener esa renta vitalicia, decidió embarcarse en otra vuelta al mundo que le costó la vida”.
Álex Pella quiere emular a Elcano con el nuevo ‘Victoria’, un barco de competición hecho con fibra de carbono y muy sostenible. El catamarán reciclará unas velas adaptadas de otra embarcación. “Y el agua la fabricaremos nosotros con la energía que hacemos con los paneles solares y el sistema eólico”. Una “bestia”, como dice el marino, con 33 metros de eslora y 17 de manga. Una nave de 21 toneladas para surcar los océanos ‘a contracorriente’, pasando días con más de 40 grados y una humedad altísima en el Ecuador, y otros –aunque buscan el verano austral– con temperaturas bajo cero y sorteando las placas de hielo cerca de la Antártida.
Justo después de la pandemia, Pella ya lo intentó en otro barco y otro proyecto, pero acabó chocando contra las rocas en la bahía de Cook, en Chile, nada más pasar el Cabo de Hornos. Ahora el proyecto es suyo y ha tirado “con bala” para elegir a su tripulación. Su mano derecha será un veterano francés de 61 años, Lalou Roucayrol. “Es una leyenda y nos entendemos sin hablar, nos basta con una mirada”. Dos jóvenes, de 21 y 22 años, que salen de Las Palmas y Denia, Alejandro Cantero –trabajaba en el astillero de Lalou– y Alberto Muñoz –ingeniero naval–. Faltarán otro marino y un reportero. Porque Pella no se olvida de que, al lado de Magallanes y Elcano, viajó Antonio Pigafetta, el hombre que escribió la historia de esta aventura en los diarios que sobrevivieron milagrosamente. El relato de una gesta que cambió la historia, las rutas de navegación, los conocimientos sobre fauna y botánica, y hasta la confirmación de la teoría de Aristóteles, que afirmaba que la Tierra era una esfera. “Se dice, de hecho, que esa primera vuelta al mundo fue también el primer paso hacia la globalización”, añade Pella.
El patrón ha buscado buenos navegantes, pero, sobre todo, gente “tranquila, educada y respetuosa”. La experiencia le dice que este tipo de proyectos suelen fracasar por el factor humano. “Van a ser cien días en un espacio muy reducido, y eso es complicado”. La tecnología, hoy en día, le permite estar todo lo conectado que quiera, pero Álex Pella es de la vieja escuela y prefiere estar centrado en el mar. Una vez cada cuatro días hablará con su mujer, que le filtrará toda la información. En su equipaje, lo imprescindible. Cada cuatro o cinco días, una sesión de higiene –ducha con agua del mar y un litro de agua dulce para quitarse la sal, y un afeitado– para subir la moral. “El marino, cuando está en ese estado, es como un animal, un ser salvaje”.
El 80% de la comida será natural y solo un 20%, liofilizada. “Pasta, arroz y legumbres porque la comida, además del aporte calórico, tiene otros valores y sentarnos juntos a comer es importante”. No mucho más. Un mp3 con música para desconectar en la litera. Un libro que o bien devora en cuatro días o que no terminará en 100. Y unas pocas botellas de vino para descorchar cuando crucen el Ecuador o doblen el temible cabo de Hornos. El resto, una lucha de cien días contra el mar en los que no tendrán que sacar el pasaporte. “El mar es el último espacio libre del planeta”, resalta Pella.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.