Carisma
Los supporters pujolistas no han mostrado el más ligero sobresalto ante el destape de las curiosas aventuras de la Generalitat en el reino de la loto. "Peores cosas debe de estar haciendo el Gobierno central", parece ser la reflexión. La peseta es la peseta, y hay en el sector botiguer de Catalunya una irresistible tentación de ternura hacia quien es capaz de realizar malabarismos con la pela. Por algo los tenderos de alma o de hecho eligieron a un banquero como president. Un banquero es infinitamente más digno de confianza que un filósofo, por ejemplo. Sobre todo al precio que están poniéndose los créditos: un banquero se lo monta bien en el terreno conocido de los libros de cuentas y la caja registradora, y eso merece admiración y provoca seguridad entre un electorado cuya principad cualidad moral es el amor al ahorro. En cierta Catalunya todavía se celebran por todo lo alto los nacimientos abriéndole al bebé una cartilla.Por otra parte, este último barullo del lotomártir Pujol no hace sino evidenciar, una vez más, el inenarrable carisma, la garra popular con que cuenta el gobernante más parecido a Bela Lugosi que ha tenido el país. Ni los esfuerzos del Ayuntamiento socialista, colocando mingitorios posmodernos a diestro y siniestro, consiguen menguar la prodigiosa audiencia de que goza este hombre.
Su influencia es tal, que ni siquiera disminuiría si se descubriera que. su más íntimo deseo es -Dios no lo quiera- ponerle un piso a Isabel Pantoja, o que todos los domingos entrena en el Cerro de los Locos con una cornamenta de madera y un capote de franela. Cualquier intento de desprestigiarle fotografiándole comiendo callos a la madrileña o sacando al mercado videocasetes en los que interpretara ¿Dónde estará mi carro? producirían el inevitable efecto bumerán que empujaría a las masas hacia la plaga de Sant Jaume para ofrecérsele a hacer los coros.
Es un hecho palpable, dramáticamente demostrable, que en esta procesión cada vez hay menos gigantes y más cabezudos.
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