El atentado del domingo obliga a cerrar un colegio de 529 alumnos
Alberto, de siete años, visitaba el domingo a su abuela, en la avenida de Manzanares. Un fuerte ruido le hizo mirar hacia arriba a las cinco de la tarde. "Creí que se caía el techo", recuerda. Aunque no lejos de allí, a su aula de segundo de EGB del colegio San Alberto Magno sí le reventaron las paredes. Alberto y sus 528 compañeros se han quedado sin su colegio hasta septiembre, asoladas las aulas por cascotes y cristales por la bomba de un atentado etarra. Ayer los profesores se afanaban en la búsqueda de un lugar donde terminar el curso.
No solamente fue la clase de Alberto. Todo el colegio, en la calle de Iván de Vargas, cercana al estadio Vicente Calderón, quedó dañado por una bomba que hirió a siete policías y a dos civiles. Hasta trozos de chatarra del coche bomba aterrizaron en la azotea. La clase de un amigo de Alberto, Fernando, que tiene seis años y cursa primero de EGB, ya no tiene paredes. La onda expansiva sembró (le cristales los pequeños pupitres y tiró el muro de ladrillo. Los cascotes enterraron un cartel queilustraba con dibujos los derechos de los niños. La tercera y última planta del colegio, sus cinco aulas de EGB, donde estudian los más pequeños, fueron las más afectadas. "¡Ay, Dios mío!, ahora que nos lo íbamos a pasar bien y que ya no había controles...", se lamentaba ayer, con cara de desesperación, María José Sariz, la profesora de tercero de EGB, mientras recogía carpetas esparcidas por el suelo.
Exámenes en la parroquia
La bomba explotó a las cinco de la tarde. A esas horas, los sábados y domingos, los alumnos juegan en el patio, separado de la calle por unaverja. "Es milagroso", comentaba Carlos Domínguez, el vicepresidente de la cooperativa que es el colegio, formada por 17 profesores, "ayer [por anteayer] no había nadie. Como había partido del Atlético de Madrid y tenemos muchos alumnos colchoneros, se quedaron en casa". La casualidad jugó también a favor de los pequeños. "Suelen quedar a las cinco para jugar pero se están preparando para la primera comunión y no les dio tiempo a acudir", proseguía el mismo profesor, uno de tantos que recorrían incrédulos las aulas mientras operarios del Ayuntamiento desescombraban. Al colegio San Alberto Magno -concertado con el Ministerio de Educación y, por tanto, con la EGB gratuita- acuden sobre todo hijos de funcionarios. "Nos han dicho que hay que tirar todos los muros, porque hay peligro de que se derrumbe", decía Marcelino García, un profesor.
"Cuando me enteré, se me cayó el alma a los pies", comentaba ayer Teresa, de 17 años, en COU y con 11 años como alumna. "Todo el mundo lo considera su casa". Sus compañeros Sonia y Lino asentían. Ellos se tendrán que examinar hoy para recuperar asignaturas. Por la mañana, pensaban que tendrían que hacerlo en la parroquia del barrio o en el gimnasio. Ese es uno de los problemas que traían de cabeza ayer al cuadro docente. "Los alumnos de COU tienen el programa de exámenes muy apretado, por la selectividad", comentaban sus profesores. Se examinarán por fin en un centro de FP cercano, el Miguel Servet.
Ayer se reunieron inspectores del Ministerio de Educación con el Ayuntamiento y los profesores para buscar un lugar donde dar las clases. Los alumnos de BUP y COU irán al instituto Gran Capitán, al otro lado del río. Los pequeños se distribuirán entre varios colegios, según fuentes de Educación. El Ayuntamiento aseguró que se encargaría de transportar a los niños hasta los centros.
Mientras, alumnos de todas las edades pintaban grandes letras en trozos de sábana extendidas en el patio. "ETA: ¿qué os hemos hecho?". A las ocho, con sus padres, se concentraron frente al colegio. "Mira, hasta citan a Miguel de Unamuno", comentaba, también muy triste, el profesor de Química, Roberto Lillo, señalando una pancarta: "Apostamos por la fuerza de la razón".
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