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Luis de Pablo estrena en Venecia su tercera ópera

El libreto de 'La madre invita a comer' es obra del escritor Vicente Molina Foix

Con 10 minutos de cálidos y unánimes aplausos concluyó anoche en Venecia el estreno de La madre invita a comer, tercera ópera de Luis de Pablo, con libreto del escritor Vicente Molina Foix. El espectáculo ha sido producido por el Festival de Música Contemporánea de la Bienal de Venecia y el Museo Internacional de Marionetas de Palermo, con el apoyo del Ministerio de Asuntos Exteriores Español y la Comunidad de Sicilia.

La presencia de espectadores españoles no se ha limitado en esta ocasión al sector musical, sino que han asistido desde catedráticos de filosofía como Francisco Jarauta, escritores como González Sáez o directores de cine y diplomáticos como José Antonio Zorrilla. Como suele ser habitual ningún político español hizo acto de presencia. Periódicos y revistas del Reino Unido, Alemania y por supuesto Italia, enviaron a especialistas musicales para dar información del evento.

El estreno tuvo lugar en el teatro Goldoni, el más antiguo de Venecia, pues con el nombre de teatro San Salvatore, empezó a funcionar en 1661. Y en el Goldoni, la ópera española ha dado un paso muy importante en su proceso de consolidación internacional.

De Pablo y Molina Foix han elegido como tema argumental los avatares del personaje de la Madre del Viajero indiscreto, para, en cinco escenas, crear una tragicomedia irónica, macabra, surrealista, con un humor mediterráneo que tiene desde rasgos al estilo de La gran bouffe (hay una cena en que se sirven entre otros platos, sopa rusa bordszh, algas chinas fritas en agua del golfo de Tonkin, lomi-lomi macerado al estilo de Hawai, salmón al gusto de Oceanía, carne al tandoori anaranjado y zabaione), hasta la intencionalidad de Buñuel y Berlanga.

Molina Foix logra concentrar las situaciones en un dosificado libreto y Luis de Pablo realiza un sensacional trabajo, a mi juicio el mejor de su carrera operística, rebosante de una melodía de nuestro tiempo, refinado en los intermedios instrumentales, dominador de las alusiones y, sobre todo, con un pulso dramático o si se prefiere teatral, equilibrado y lleno de inspiración.

De Pablo comentaba, antes de la función que la diferencia entre La madre invita a comer y sus dos óperas anteriores estaría "en el estilo vocal y en que las cosas suceden más deprisa, como si tuvieran un aire circense". Por su parte, Molina Foix resaltaba que "me he divertido mucho escribiendo los antecedentes de El viajero: cómo muere la madre, qué paralelismo se establece con su hijo...".

Evidentemente, tanto Molina como De Pablo se han divertido y eso se nota inmediatamente al escuchar La madre, magníficamente interpretada en Venecia por Guido Guida y el grupo instrumental Carme, con una orquesta de cámara de 21 elementos. Entre las siete voces de este misterio buffo destacó Luisa Castellani, dentro de un nivel global homogéneo, del que únicamente hubiéramos deseado una mayor transparencia del idioma español.

La escena se desarrolló con una mezcla de marionetas, teatro de sombras y proyecciones, con los cantantes en primer plano, a ambos lados del escenario. Es una idea original y hasta logra deslumbrar por belleza en los primeros momentos, pero conforme la obra transcurre no hace sino distraer de la tensión musical, perdiéndose muchos de los matices del libreto y en concreto las simetrías estructurales sobre el número cinco que animan toda la construcción (cinco escenas, cinco invitados a la cena, cinco edades del viajero ... ). Con los cantantes en escena, el espectáculo ganaría en concentración, fuerza y, sobretodo, en sentido del humor, ese humor descarado y demoledor con que tanto Molina como De Pablo han salpicado la ópera.

Humor, pues, como aliciente y rito como constante. Escribió Luis de Pablo en cierta ocasión (cito de memoria) que "la ópera es un ejercicio de libertad, un género que hay que reiventar". A la vista de los resultados, el compositor bilbaíno ha demostrado con rotundidad que tenía razón.

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