Prohibido hablar
Los detalles de Fabio Capello han logrado cambiar el cáracter y la mentalidad de los madridistas
Nadie discute en ese punto a Capello: el vestuario del Madrid ha cambiado. Ya no hay camarillas, ya no hay declaraciones fuera de tono, ya no hay fuga de información, ya no mandan los de antes... en realidad no manda nadie salvo Capello. Impera el orden, la disciplina, el silencio. Tanto es así que en el viaje en autobús del hotel al estadio está terminantemente prohibido hablar; ni, directivos, ni jugadores entre sí. Algún que otro directivo ha sido advertido por Capello por abrir la boca en el trayecto. El viaje al estadio s un trayecto ceremonial. La norma puede ser tan discutible como cualquier otra, pero hay quienes hacen una reflexión que no es despreciable: a veces, la diferencia entre un equipo ganador y un equipo perdedor se aprecia en la atmósfera del viaje en el autobús.Capello vive sus mejores momentos en el Madrid. Por encima de las consideraciones tácticas, por encima de la estética del juego, se le reconoce haber formado un equipo correoso capaz de superar las adversidades. El Madrid ha remontado muchos tanteos adversos y ese es el primer aspecto beneficioso que se le reconoce al trabajo del técnico. Las victorias empiezan a lograr un segundo efecto: que los jugadores crean en él. Capello, ahora mismo, no tiene contestación en la plantilla. Todo tiene una razón de ser. Cada detalle está pensado con un único fin: ganar, ganar, ganar.
Dos horas antes del partido comienza la transformación de Capello. Se pasea por el vestuario en silencio. Apenas habla con sus jugadores. Sus ojos se vuelven vidriosos. Tiene la mirada ausente. Y hay quien dice que incluso se le afila la barbilla.
Este cambio se percibe también en otros jugadores. Mijatovic se muestra ausente; Seedorf, meditabundo... La transformación la notan quienes viven con ellos las horas previas del partido. Alfonso del Corral, médico del Madrid, reconoce el cambio de mentalidad pero da una razón física: "Todos están en un excelente estado de forma. El equipo aguanta bien hasta el final del partido. A mí me sorprendió el ritmo que mantuvieron los últimos 20 minutos en Gijón. Así se gana".
El ideario de Capello es bien simple: para lograr un equipo campeón hay que vigilar hasta el más mínimo detalle. No sólo importa lo que pase en el terreno de juego. Todavía se recuerda en la plantilla el enfado que Capello se agarró en una concentración cuando descubrió que una tarta tenía crema pastelera. Nadie acertaba a comprender la bronca que echó a los cocineros. La razón no era otra que la crema. tenía huevo, y el huevo, si está en mal estado, puede provocar problemas intestinales. Por eso el día del partido el Madrid no come huevos. Sólo hidratos. "Es la gasolina del cuerpo", dice Capello.Y esos detalles unidos a las victorias han obrado el efecto deseado: lo que antes podía tomarse como un despropósito es ahora un principio aceptable. Todos siguen las normas del técnico. Cada vez están más convencidos de que el ritual tiene algo que ver con lo que sucede en el campo. Ahora todo tiene sentido: si Capello ordena que los jugadores no facturen los equipajes para no perder tiempo en el aeropuerto, son los mismos jugadores los que vigilan que se cumplan esas órdenes. Si se impone la ley del silencio en el autobús se respeta sin rechistar. Y todo el mundo está de acuerdo. El grupo lo acepta: porque con Capello se sienten ganadores.
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