Jinetes y tenistas
En las caballerizas del Real Club de Polo uno tiene la sensación de que el tiempo se detuvo en la Barcelona de los cincuenta. En aquella época, el Polo ilustraba la hegemonía social de industriales y nobles, ejemplificada por los relevos en la presidencia del club del empresario metalúrgico Miquel Mateu y del textil Muntadas Prim, conde de Reus. Tampoco ha cambiado el verdor ni los cipreses que escoltan a los jinetes. Estas imágenes, casi congeladas, se confunden con las de la tierra batida del Turó, al otro lado de la verja que recorre el sendero de los caballistas. Esta foto del pasado fue sustituida ayer por el anuncio de que el Real Club de Polo y el Tenis Turó han decidido unirse en una sola entidad, según anunciaron las juntas directivas de ambas instituciones. El acuerdo se cerró en un almuerzo celebrado en el restaurante del Polo al que también asistió el empresario metalúrgico Guillermo Bueno Henke, histórico del Turó y hombre de consenso entre los socios de los dos selectos clubes. De momento, el Turó salva los muebles. Este club, hermano pequeño y vecino del imponente Polo, estaba a punto de ser capturado por la empresa gestora del hotel Juan Carlos I, presidida por el financiero libanés Dr Radi. El Juan Carlos I lleva varios meses negociando la adquisición de las instalaciones del Turó, cuyo uso se hubiese reservado a los clientes del hotel. Además, el grupo de Radi tenía un interés muy especial en esta compra, ya que le hubiese permitido vincular las instalaciones deportivas a los activos de la empresa que gestiona el palacio de congresos del Juan Carlos I, contiguo al hotel y levantado gracias a un aval del Instituto Catalán de Finanzas (ICF). Se entiende que, en el fondo, la integración del Polo y el Turó no es más que una OPA amistosa de salvación lanzada por el primero. En la operación, que ahora deben ratificar las asambleas de socios de los dos clubes, ha tenido un papel importante la familia Pons, propietaria de los terrenos en los que se asientan ambas instalaciones deportivas y muy cercana a los intereses del Polo. En el Polo de hoy, los caballos y la práctica del este deporte tienen menos peso que el uso de las 55 pistas de tenis de la entidad y las cinco canchas descubiertas de padel. En los últimos cuatro años, el Real Club de Polo ha pasado de una situación de semiquiebra -con un agujero patrimonial de casi 400 millones de pesetas- hasta la presentación de un balance con superávit y un presupuesto anual superior a 2.000 millones de pesetas. Joaquín Calvo,ex alto cargo de Caixabanc, que fue elegido presidente del Polo a finales de 1992, ha reflotado la entidad gracias en parte a la ayuda de una junta directiva de consenso en la que destacan los vicepresidentes Josep Maria Escuder (inmobiliario) y Olegario Manegal, vinculado al núcleo familiar que controla la empresa perfumera Myrurgia, ahora en manos de su hermano, Esteban. La reactivación del Polo se debe en parte a que ha sabido implicar en la gestión a profesionales como Ramon Malet, Santi Mercè y Maria Garçon, esta última asociada a la firma de intermediación Iberagentes e hija de Javier Garçon, que desempeñó la presidencia de la junta rectora del Colegio de Agentes de la Bolsa de Barcelona en los primeros setenta. Este grupo comparte la dirección del Polo con personalidades entre las que destacan Juan Ángel Calzada, de la Federación Internacional de Hockey sobre Hierba, y Àlex Figueras, patrón del Mas de Torrent, una de las cumbres actuales de la hostelería ampurdanesa. El gerente de la entidad es Esteban Raventós Blanc , descendiente del núcleo segregado de Codorniu. Con un siglo de historia a cuestas, el Polo sigue siendo uno de los centros de reunión de las clase pudientes de la ciudad. La recién atravesada etapa de relativa decadencia económica y deportiva ha facilitado la transición de su masa social: los altos cargos militares y las antiguas familias de la nobleza alfonsina han sido desplazados por representantes de los sectores económicos emergentes. Apellidos vinculados a la industria textil, como los Fabregat y los Sedó, y poseedores de títulos, como la condesa de Montbui; Santos de Lamadrid, conde de Lacambra, y los Giró Masana han ido perdiendo peso en las listas de socios. Ahora, en el lugar que ocuparon aquellos linajes se encuentran los Guardans, Bonet, Ferrer, Rodés, Molins y Ribó, entre otros muchos. En cualquier caso, lo que no cambia en el Polo son las tradiciones, entre ellas la filiación sin pagar la entrada de 2,5 millones de pesetas que disfrutan los militares de Estado Mayor y los diplomáticos. Estos derechos preferentes, amparados por los estatutos del Real Club de Polo, se conjugan con otras fidelidades más añejas, como la misa de socios de los domingos, las puestas de largo y los asaltos de Carnaval, tradiciones inveteradas en el entramado endogámico de la Barcelona de Pedralbes.
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