_
_
_
_
MATANZA EN DENVER

Clinton no propone medidas concretas

Pide diálogo contra la violencia escolar

La sociedad estadounidense volvió ayer a hacer malabarismos para evitar afrontar el problema del derecho constitucional a poseer armas de fuego. En su tercera intervención pública sobre la matanza del instituto Columbine, la mayor en un centro escolar en la historia de EE UU, Bill Clinton pidió un esfuerzo para educar a los niños y adolescentes en el diálogo, pero no mencionó ninguna propuesta para limitar el acceso a las armas.

Columbine, un instituto de bachillerato de Littleton, un suburbio de 35.000 habitantes, la gran mayoría de clase media, de la ciudad de Denver (Colorado), se sumó el martes, con 15 muertos y 23 heridos, a la epidemia de violencia gratuita en escuelas e institutos que está caracterizando este fin de siglo en EE UU. Mientras la delincuencia disminuye en general en el país, se multiplican los atentados protagonizados por niños y adolescentes sin particulares problemas sociales o económicos, pero fascinados por la cultura de la violencia y con fácil acceso a las armas. El de Littleton es tan sólo el último y el más sangriento en una racha de sucesos semejantes que en 1997 y 1998 tuvo como escenarios centros escolares de Pearl (Misisipí), Jonesboro (Arkansas), Padukah (Kentucky) y Springield (Oregón). Los chicos de clase media de la América profunda han tomado el relevo de la violencia protagonizada en las grandes ciudades por el crimen organizado o pandillas juveniles de grupos marginados.

La sociedad norteamericana se preguntaba ayer con angustia por los motivos que llevan a jóvenes como Eric Harris y Dylan Klebold, los autores de la carnicería de Denver, a dejarse arrastrar por una locura homicida y suicida. Y existía un consenso general sobre que esa violencia no tiene raíces materiales sino culturales. "Tenemos que aprovechar esta tragedia", dijo Clinton, "para meterles en la cabeza a los hijos de EE UU que la violencia es una respuesta equivocada".

"Los padres", añadió el presidente, "deberían preguntarse cómo proteger a sus hijos de las imágenes violentas, y predicarles con su propio ejemplo el modo de resolver pacíficamente los conflictos". Pero el EE UU al que Clinton dirigía ese llamamiento es el que lidera hoy la guerra en Kosovo y el que exhibe en sus cines y cadenas de televisión cientos de filmes en los que los buenos acribillan de una tirada a decenas de malos.

Presionado por los periodistas para que diera cuenta de las medidas concretas que piensa adoptar para atajar esta epidemia de violencia escolar, Clinton no ofreció ninguna. Hace seis meses, la Casa Blanca celebró una conferencia sobre el asunto que tampoco se tradujo en acción.

El mundo reaccionó con horror a la matanza. El papa Juan Pablo II se declaró conmocionado y los Gobiernos del Reino Unido y de Australia acusaron al comercio libre de armas.

"¿Por qué una sociedad con tanta abundancia de bienes materiales produce semejantes monstruos infantiles y juveniles?", se preguntó Gery LeGagnoux, psicólogo de la Universidad de California. LeGanoux se respondió : "Familias separadas, padres permisivos, armas accesibles, filmes y videojuegos cada vez más violentos".

"Nadie ha enseñado a los chicos norteamericanos a resolver sus problemas de otro modo que no sea comprando cosas", dijo el criminólogo Bill Reisman. "Así que cuando se enfrentan a problemas, como la inseguridad, que no se resuelven en los comercios, recurren a lo que ven en la televisión y el cine: las armas".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_