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Tribuna:Área libreAdicciones de un hijo del siglo
Tribuna
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El DVD soy yo Terenci Moix

A todos los que me preguntan sobre la conveniencia del DVD les aconsejo que se apunten como locos, eso sí, con la zona 1 incorporada. Ya saben, es la de los USA, esa tierra de providencia para los cinéfilos que prefieren un clásico Hepburn-Tracy, un Fellini o un Orson a la última idiotez proyectada anteayer en los minicines feudo de adolescentes gritones.Si será potente el imperio yanqui que ya alimenta al aficionado con películas que en sus propios países no han sido editadas. Después de buscar por todo Oriente y Occidente la trilogía de Youssef Chahine sobre Alejandría, me anuncia Amazon que acaba de aparecer en el mercado americano. Igual ocurre con muchos títulos que no encontramos, por ejemplo, en Italia y Francia. Cierto que editan con gran bombo los Matrix y los Notting Hills de turno, cosa de agradecer, pero yo espero encontrar a los Renoirs, Viscontis o Pasolinis, que brillan por su ausencia. Pues bien, aquí aparece el Tío Sam proveyendo de todos ellos, como si fuesen industria propia. Hay selecciones de un rigor admirable: la colección Criterion -que ya existía en Laser Disc- es fantástica para obtener clásicos del cine sonoro; el catálogo de la empresa Kino -que ya estaba en VHS- es esencial para recuperar piezas inencontrables de los comienzos del cine. Atiendan los golosos: salió el serial mudo de Lang Las arañas, el de Feuilleade Les Vampyres y una copia prodigiosa de Pandora, con un technicolor que parece restaurado aposta para el esplendor de Ava Gardner. Además, uno se encuentra con que la técnica le lleva a casa los adorables sueños de su infancia. Sin ir más lejos, ya circulan en DVD los preciados seriales de Flash Gordon, con entrevistas al legendario Buster Crabbe en su senectud.

¡Maravillas del siglo y, claro está, de Buster! ¿Qué diría el culto dios Thot si levantase la cabeza? (mejor, el pico, pues era ave). Envidiaría, sin duda, la posibilidad de disfrutar los clásicos desde la cama y, además, ahorrándose el espanto de los tragones de palomitas, esos modernos lotófagos sin una Calipso que los ampare. También diría Thot que el cine en televisión pierde, y esto es más cierto que la virginidad de María cuando era virgen. Pero el cinéfilo empecinado se las sabe todas, y en lugar de comprarse un automóvil como el vulgo invierte en proyector y pantalla y tiene el cielo en el salón. Que algo así me ocurrió, pero recurriendo a la generosidad de un arcángel con bigote que me instaló una pantalla más grande que muchos minicines de esos donde Titanic parece un sello de correos. Claro que para tener el cielo en casa me he visto obligado a llevarme por delante algunos muebles de estilo. Pero seamos sinceros: las nuevas técnicas del bien vivir decretan el minimalismo para que el progreso nos resucite con los placeres que el Chipendale ya no puede darnos. El león de la Metro en casa y el estilo para los museos.

Hay un extra de Ben-Hur que cada vez que enciendo el proyector me da con el yelmo, tan cerca lo tengo. En cuanto a los pezones de Tarzan, me sirven de monóculo. Y si me pongo pedante -que no suelo- me arroja Bergman los siete sellos, uno a uno. Con lo cual se comprenderá que este verano no he visto la luz del sol. ¿Para qué, si por fin brillan en mi salón los infinitos soles del cine? Esa creación que se le olvidó a Dios y tuvo que realizar su majestad el Hombre.

http://terencimoix.com

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