Las cosas por su nombre
Las cosas no dejan de existir porque no se nombren. De un análisis frío de la realidad resulta que el número de delincuentes de nacionalidad no española crece. Ahora bien, sin criminalizar con falsos debates sobre el asunto. Vivimos un momento difícil cuya consecuencia son las grandes tentaciones de restringir las libertades y gente que intenta aprovecharse de eso. Hay opiniones y reproches de algún sector que intenta equiparar la inmigración con la delincuencia, lo cual es una canallada y no es más que la manifestación de un sentimiento xenófobo. Deberíamos analizar en qué condiciones están los inmigrantes y porqué otros mecanismos para luchar contra la delincuencia no se someten a crítica.
Lo que propicia la delincuencia es la marginación, no la inmigración. Esa marginación se produce mientras no se regule la legalización de la inmigración y se cambien actitudes. No podemos negarle el pan a un inmigrante y acusarle porque no trabaje. Hay que tomar medidas. En España falta mano de obra y hay mucha gente que llama desesperadamente a nuestras puertas y estarían encantados de venir. Tendríamos una ocasión inequívoca para mostrar nuestra solidaridad.
Las tentaciones totalitarias que producen las nuevas normativas son preocupantes como para que nos pasen desapercibidas y hay demasiada gente deseosa de 'pescar a río revuelto', demasiados aprovechados que desprecian las libertades y desean controlar al desamparado burlándose de los derechos del individuo, sea cual sea su raza, color de piel o país de origen.
La situación actual no funciona. Necesitamos a gente para trabajar y la gente que estaría dispuesta a hacerlo por un salario digno no puede hacerlo o los que vienen lo hacen de forma ilegal, lo que a su vez, propicia la delincuencia, la desesperación, el hambre y el hundimiento psíquico. Visto así, claro que la inmigración aumenta la delincuencia, pero porque no eliminamos realidades que colocan a los inmigrantes al borde del precipicio. En estos momentos, más que nunca, la abogacía debe ejercer un papel de centinelas de las libertades que se extienden a más campos como el del terrorismo, el del blanqueo de dinero, con la consiguiente alarma para la ética y el buen nombre de todo abogado, sea cual sea su nacionalidad.
Estos planteamientos hacen mucho daño a los que somos solidarios. Pero identificar a la gente que huye del hambre con la delincuencia no es la mejor solución que podemos hallar. Y el ignorar que tenemos un problema tampoco es la clave.
Luis Miguel Romero es decano del Colegio de Abogados de Valencia
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