Tribulaciones de un buen hombre
El buen hombre salía la mar de satisfecho por la puerta de los grandes almacenes de la Gran Vía de Bilbao, acababa de comprar a mitad de precio un vídeo rebajado que hacía tiempo llevaba buscando, justo cuando oyó un pitido de alarma y pensó que sonaba por algún cliente amigo de lo ajeno. Mas la sorpresa máxima fue cuando una empleada se dirigió hacia él y le interpeló sobre lo que acababa de comprar y, sobre todo, si lo había pagado.
Nervioso, el buen hombre buscó por los bolsillos (posiblemente había tirado a la papelera el ticket correspondiente) y empezó a ponerse nervioso mientras el público desfilaba por delante de él. Los colores, del rojo al morado, se le iban y venían y, mientras junto a la dependienta se dirigía a la caja donde acababa de comprar y pagar el vídeo, dijo el buen hombre que no quería pasar más por aquella tortura, todo el mundo mirándole y sospechando de su honestidad, que se podían quedar con el vídeo, pero que él se marchaba. Así lo hizo y salió a la calle.
Pero no acabó ahí su suplicio: la empleada y el agente de seguridad se lanzaron tras él y le pararon rogándole que volviera hasta que se solucionara el caso. Y como el buen hombre indicó que no pensaba volver y el vigilante no tiene autoridad para detener a nadie, éste llamó por teléfono a la Ertzaintza, indicándole al cliente que, si no volvía al establecimiento, el asunto le iba a 'perjudicar aún más seriamente' porque aumentarían las sospechas de un posible hurto.
Se dejó, al final, convencer el buen hombre. Volvió a la caja y se comprobó que el artículo se había pagado al contado, mientras la dependienta le indicaba que 'todo aclarado'. '¿Quiere que le envuelva el paquete para regalo?', se interesó. Se negó el buen hombre. 'Menudo regalo me han hecho ya', musitó. Así es como ocurrió y así lo cuento.
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