En Génova por una canción
PESE A QUE nuestro destino era Toscana, la primera parada práctica y sentimental fue Génova. Práctica por los kilómetros que llevábamos a nuestras espaldas y sentimental puesto que Internet nos descubrió que en pleno corazón de la Génova portuaria se encontraba una pequeña tienda-museo dedicada a Fabrizio de André, un célebre cantautor -elevado a la categoría de mito y de poeta- que cantó a la marginalidad, la vida anárquica y el amor. De André fue una figura destacada en el movimiento estudiantil de finales de los sesenta. El autor de éxitos como Marinella (cantada por Mina) nació en Génova en 1940, y a su funeral, celebrado en la misma ciudad en 1999, asistieron más de 10.000 personas. Así que, como si fuera un viaje a Graceland, la parada era inevitable.
Los túneles y viaductos se extienden a lo largo de kilómetros y kilómetros. Parece que en realidad la Liguria fuera un país suspendido en el aire. Y el mar y la tierra firme, un mundo inaccesible situado ahí abajo a la derecha, donde sólo puede mirar el copiloto. Así, el descenso hasta la salida de la autopista supone una inmersión en un mundo mucho más terrenal, pues Génova es, para bien y para mal, un bello reflejo del tópico italiano del ruido, la algarabía y la alegría de vivir. Eso sí, hay que tener paciencia y habilidad para sortear el caótico tráfico del puerto.
Toda la ciudad vive volcada al mar y al puerto que lo vertebra. Las callejuelas se disponen paralelas a los muelles y allí estaba la mítica Via del Campo (De André le dedicó una canción). La recorrimos buscando ansiosos la pequeña tienda de Gianni Tassio donde se recuerda al cantautor en cada poro y nos fotografiamos con el tímido Tassio y la guitarra de Fabrizio de André.
En español dejamos una dedicatoria en el libro de visitas que, aunque parezca increíble, hacía la número ochenta mil.Tras el recordatorio recorrimos la ciudad en un paseo de unas horas: visitamos la catedral de San Lorenzo, el Palazzo Ducale y la Via Garibaldi, a lo largo de la cual se suceden los palacios más suntuosos.
Los primeros instantes de un viaje suelen ser inolvidables, y para nosotros, Toscana, extrañamente, comienza en Génova.
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