Es literatura
La literatura es literatura: lo ha certificado la presidenta de la Comunidad de Madrid. Me gustaría imaginarla en su laboratorio -guantes de plástico, bata blanca (de franela), sin calefacción para alcanzar el fin de mes- hallando la fórmula alquímica del arte; lo meditó mañanas y tardes en el coche oficial, entre palmas y alegría, y ha concluido no que toda la literatura es ficción o que el poeta es un fingidor, sino que la literatura es literatura. Sin más. ¿Se aliñan los cuentos con una pizquita de orégano? ¿Cocinan una salsa de curry para los poemas? Pues ya lo ven. Así, de sopetón, la literatura fue literatura entre inauguraciones y saludos a Jackie Chan; el cine fue cine, la fotografía fue fotografía, y Dios creó a la mujer, los pajaritos cantaron y las nubes se levantaron. Todo en orden.
Vivimos tiempos de crisis y, qué paradoja, falta de respeto a lo que pagamos todos
El sufrido comité de empresa de Telemadrid también se ha zambullido en la teoría de la literatura, concluyendo que lo que se califica como tal no lo es siempre, y les explico: donde Aguirre interpreta genio, brío imaginativo y blablablá, ellos intuyen salida del tiesto -otra más: esta, al menos, sin utilizar la televisión pública madrileña como plataforma- y solicitan el cese de Sánchez Dragó, cuyas declaraciones en el libro-entrevista Dios los cría ya conocen. La directora general se ha lavado las manos, aduciendo que no le compete despedirle, y Esperanza Aguirre le ha defendido porque a la historia de la literatura -nos explica- no le han faltado buenos escritores con malas aficiones, que mentira no es.
Existe en Telemadrid una directora general, y con ella existe una certeza: el presupuesto de una cadena de televisión pública surge de los impuestos que pagamos, luego ese canal le pertenece a usted, a la abuela que saca el perro y a mí misma, que quizá no compartamos opinión sobre el significado de la literatura, el delito y la rectificación vergonzante de tan chapucera. Me ha llamado la atención esta deriva de la historia, la de Telemadrid, por el desprecio a lo público que interpretamos en su epílogo: lo pagas tú, pero mando yo, y si me apetece mantener a alguien pese a su actitud delictiva o falta de moral, ética, sentido común o lógica en la vida y los milagros, ahí se queda, que la literatura es literatura, y no matemática o biotecnología. Y si no te convence, zapping al canto y amortiza el sintonizador de la TDT.
Vivimos tiempos de crisis y, qué paradoja, falta de respeto hacia lo que pagamos todos y que a todos debe beneficiar. Una falta de respeto que comienza en aquellos a quienes se elige para velar por ello y que, en lugar de apretarse el cinturón, lo aflojan; y falta de respeto que continúa -ojo- en nosotros mismos, pues nos corresponde dar un golpe en la mesa ante los desmanes, y callamos. Que la literatura y los poderes de la directora de Telemadrid nos sirvan como excusa para reflexionar sobre el estado de una sanidad pública zombi no solo por estas fechas, de las listas de espera agilizadas al escuchar el adjetivo electoral, y hablemos también de una educación pública que se devalúa curso a curso, y no olvidemos asuntos nimios en apariencia -pero muy molestos en el día a día- como el culebrón de las empresas de limpieza, que permite que los estragos el viernes por la noche resistan junto al portal hasta el lunes por la mañana, cobrando vida propia y transformándose en uno más del vecindario, hasta mañana si alguien quiere, porque no faltan empleados y los que resisten no cobran. Esto es literatura, y la literatura es lo que es: muchos folios con muchas letras juntas.
Nos hemos acostumbrado a que nos falten el respeto, y ya no nos importa que un alto cargo defienda a quien masacraría de haberlo fichado otro partido, o que las políticas sociales no obedezcan ni a lo uno ni a lo otro, o que todo marche de la peor de las maneras. O que el paro irrumpió así, cual plaga bíblica, y nada puede lograrse en contra, pues obedecemos a los designios de quién sé yo. Qué planes, qué medidas: esto es una novela del siglo XIX en la que la protagonista no se suicida ella solita, sino por la vía colectiva. Lo público es lo público: con mayor o menor esfuerzo lo pagamos todos y entre todos, en un mundo ideal a todos debiera revertir, debiera gestionarse pensando no en unos que votan, sino en todos que desembolsan. El gesto del comité de empresa de Telemadrid lo han contestado sus superiores con otra nueva falta de respeto; incluso una agencia de viajes ha rectificado con mayor rapidez, inteligencia y responsabilidad que la Comunidad. Pero la literatura, recordará Aguirre, es literatura: un bello mundo de libertad sin frenos ni tapujos, que posibilita que uno actúe como quiera ante el teclado y en la vida real, que sí, que sí, aunque caiga un chaparrón.
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