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El precio del aceite de oliva cae un 50% en origen pero aún no se traslada al supermercado

Los productores creen que los importes remontarán en las almazaras, mientras persisten dudas sobre la evolución de la producción y la demanda

Una planta de envasado de aceite de oliva.
Una planta de envasado de aceite de oliva.

Los precios del aceite de oliva en origen han sufrido un batacazo histórico en los últimos meses y ya registran caídas de más del 50% respecto a los valores alcanzados a principios y mediados de 2024. Si las cotizaciones medias rozaban los nueve euros por kilo en febrero y los ocho euros en junio, al cierre de esta semana rondan los 4,5 euros para el aceite de más calidad, el virgen extra. En el caso del aceite virgen y el lampante (destinado a refino u otros usos distintos del consumo), los precios en origen se sitúan en aproximadamente l4,3 euros por litro, según datos del observatorio de la Federación Española de Industriales Fabricantes de Aceite de Oliva y del portal Oleista, cuyas referencias se diferencian entre sí por apenas unos céntimos.

Pero esa evolución del aceite en origen no se trasladará inmediatamente, ni seguramente en la misma proporción, a los estantes de los supermercados. Por un lado, porque en el sector se estima que las cotizaciones están ya muy próximas a tocar fondo y volverán a subir. Por otro, porque los expertos avanzan que la repercusión sobre los precios finales puede demorarse varios meses. La razón es que las industrias aceiteras disponen de una provisión de 186.000 toneladas a la que todavía hay que darle salida y que se adquirió en los trimestres precedentes, cuando los precios eran más elevados.

La caída del precio en los últimos meses se explica por varias razones. Con carácter coyuntural, según explica la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), la depreciación se asocia a una baja liquidez en las empresas. Como estas tienen necesidad de hacer caja, eso se ha traducido en que han puesto en el mercado más oferta, con los consiguientes efectos negativos sobre las cotizaciones.

A ello se ha sumado el temor a nuevas bajadas y las prisas por vender de algunas almazaras, lo que contribuyó a colapsar la oferta. La Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) entiende que en el hundimiento de los precios también hay un problema de fondo asociado a la responsabilidad de todo el sector nacional: España es quien marca los precios del aceite en el mundo y debería haber liderado el comportamiento de los mercados, indican esa asociación.

Sin embargo, la razón de más peso no hay que buscarla fuera de España. La oferta mundial de aceite de oliva ha experimentado un crecimiento sostenido hasta superar los 3,1 millones de toneladas mientras que los incrementos en la demanda han sido muy leves, frente a los avances de otras grasas más baratas. España se mantiene a distancia como el líder mundial en la producción: este año se estima una producción de 1,4 millones de toneladas. Queda lejos de los ejercicios récord, pero es superior a la media histórica. Y ese buen año en el olivar también lo han tenido otros países como Turquía (450.000 toneladas y existencias de 700.000 toneladas) y Túnez (315.000 toneladas). Les siguen Grecia, con 240.000 toneladas y Portugal, con 160.000 toneladas. En Italia se estiman actualmente unas 220.000 toneladas, con los habituales interrogantes que suelen rodear a la producción italiana respecto al origen real del producto.

En la parte positiva para el equilibrio del mercado, España parte con solo 186.000 toneladas de existencias al inicio de campaña, frente a las 248.000 que se registraban en la campaña anterior. Junto a las disponibilidades propias, las importaciones suponen anualmente un volumen de entre 220.000 y 240.000 toneladas, en su mayor parte procedentes del norte de África. En el caso de las exportaciones, las mismas oscilan entre las 800.000 y más de un millón de toneladas en función del comportamiento de las producciones y de los mercados.

Estados Unidos, con una demanda de más de 400.000 toneladas, constituye cada vez más un mercado primordial, por volumen y precios. No obstante, sobrevuelan las posibles amenazas de la nueva Administración de Donald Trump para aplicar aranceles al aceite de entre un 10% y un 20%, repitiendo lo que ya hizo en 2017, cuando las penalizaciones al aceite de oliva español alcanzaron el 40%. El Departamento de Comercio de Estados Unidos argumentó entonces que se trata de un producto subvencionado por la Política Agraria Comunitaria (PAC).

A la situación de incertidumbre en el sector se le suma el debate sobre el posible fraude en el mercado, fundamentalmente por la existencia de mezclas con otros aceites que no se ajustan a la calidad anunciada en los envases. La sospecha la lazó en una denuncia pública Antonio Luque, el responsable de la cooperativa Dcoop, la mayor del sector. La acusación fue rechazada desde las patronales de las empresas envasadoras y de la exportación. También fue negada por el propio ministro de Agricultura, Luis Planas, por no responder a la realidad y por poner en peligro la imagen de calidad del aceite español en el mundo. Pero muchos productores temen que también acabe por afectar a la demanda global.

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