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Columna
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Pérdida de sustancia

Da la impresión de trasladar algo que podría romperse con mirarlo, como si llevara en los brazos una cerámica china de la dinastía Ming

Juan José Millás
Un policía turco lleva en brazos el cadáver de un niño sirio ahogado.
Un policía turco lleva en brazos el cadáver de un niño sirio ahogado.AP

El cadáver pesa menos de lo que la postura del gendarme sugiere. De hecho, es una pluma. Así que no es el peso lo que justifica su actitud. El policía es el mismo que unos minutos antes se encontraba de pie, frente al niño muerto al que las olas habían arrastrado hasta la playa. Lo veíamos, en esa foto que ha dado la vuelta al mundo, tomando notas en una libreta, como si pusiera una multa. Ni la más remota idea de lo que anotaba el hombre mientras la marea iba o venía. Quizá la hora (9.35, pongamos por caso), la naturaleza del hallazgo (niño que no respira, perfectamente ataviado con zapatillas deportivas, pantalón pirata y camiseta roja), la estatura, la edad… No sé qué preguntas podría haber en ese formulario en el que el agente se demoraba. Quizá solo hacía tiempo para tomar una decisión o para ser tomado por ella.

Decíamos que no era el peso lo que justificaba la actitud del uniformado. Era el cuidado, el miedo. Da la impresión de trasladar algo que podría romperse con mirarlo, como si, más que un niño muerto, llevara en los brazos una cerámica china de la dinastía Ming. ¿Por qué? Tal vez en el formulario que citábamos más arriba hubiera un apartado dedicado a los símbolos. “¿El hallazgo posee la calidad de un símbolo?”, sería la pregunta. Si el guardia, tras los minutos de reflexión que se tomó, hubiera respondido afirmativamente, no le quedaba otro remedio que extremar la prudencia. Los símbolos traducen una generalidad que nos afecta a todos. Y todos hemos sido afectados para bien. El problema, cuando se acumulan, es que pierden sustancia.

elpaissemanal@elpais.es

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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