16 fotosSi va a beber, hágalo bienPara saber en qué vaso beber preguntamos a un sumiller, al mejor bartender de España y a una prestigiosa marca de cristaleríaJavier Sánchez Castro26 may 2016 - 12:14CESTWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlacePara Jordi Segura, “el vaso de caña –más estrecho en la base, de vidrio grueso y una capacidad de unos 20 centilitros– no es el vaso ideal, pero al hostelero le viene bien porque es resistente”.“Contrariamente a lo que se cree, los vasos gruesos retienen más el calor. Cuanto más fino sea el vidrio, menos intercambio de temperatura habrá entre cerveza y ambiente”, aseguran desde Riedel.Un clásico para “tragos muy alcohólicos, sin hielo”, explica Borja Cortina. El tallo o fuste juega un papel fundamental: “Evita que la bebida se caliente, lo que potencia aún más el alcohol”.Su anchura tiene un porqué: “Necesitamos un vaso en el que quepan los cubitos”, observa Cortina. “Por su boca ancha, también sirve para cócteles que se preparan directamente en el vaso”.Para Cortina, “las copas de balón son quebradizas, inestables e incómodas, y dejan que se escapen los aromas. Mejor una que se estreche en la boca y ayude a segmentar los sabores de la ginebra”.“El vaso de tubo es perfecto para los destilados que se mezclan con refresco o zumo”, cuenta Segura. “Su vidrio, fino, ayuda a mantener fría la bebida durante más tiempo y a proteger su sabor y su aroma”.Segura propone una copa sencilla, estrecha y que se cierre ligeramente en su parte de arriba. “Diseñada para degustar albariños o verdejos, variedades de uva con altos niveles de azúcar y fruta”. Para Cotroneo, “es la clásica copa media que siempre hay que tener en casa”.Más ancha, permite captar los matices ácidos, equilibrando los sabores a fruta y los aromas a barrica. “Hace que todos los aromas se desarrollen”, cuenta Segura. “Pero, si no tenemos una así en casa, es mejor decantar el vino previamente”, añade Cotroneo.Este clásico diseño, que data de 1958, permite desarrollar al máximo todos los sabores: “Su labio superior ligeramente acampanado hacia fuera acentúa los aromas de la fruta, manteniendo el equilibrio del vino y conserva su aroma”, describe Segura.Desde Riedel recomiendan degustarlo en una copa sin campana, específicamente diseñada para la uva tempranillo y que permite disfrutar de vinos jóvenes de Rioja y Ribera, y de otros con mayor crianza en barrica, por el contraste entre fondo ancho y boca más estrecha.La sumiller Rut Cotroneo destaca que esta copa en forma de uve, fabricada por Gabriel Glas, es ideal para disfrutar de casi cualquier vino. “Es muy versátil, porque se va cerrando poco a poco y en ella no se pierden ni los aromas de los blancos ni los de los rosados”.La clásica copa de Jerez, estrecha y de tallo alto, no cuenta con la simpatía de Cotroneo. “Estos vinos complejos deberían tomarse en una copa más amplia para poder apreciar mejor los aromas. Los catavinos se usan por costumbre, pero no son los idóneos”.Aunque es habitual servirlo en copa Pompadour (como la de la iustración), para Rut Cotroneo no es la mejor: “Su forma abierta hace que el carbónico y los aromas se escapen. Yo lo ofrecería en una copa de vino blanco…”.“En mi opinión, solo serviría en esta copa de flauta espumosos sin pretensiones. Es demasiado estrecha y no permite apreciar los matices de un champán”, sentencia Cotroneo.“La copa ancha de tallo corto permite calentar el líquido con la mano para sacar los aromas”, explica Cortina. Riedel ha hecho una versión más esbelta “que hace que percibamos primero las notas dulces con la punta de la lengua, contrarrestando el contenido alcohólico”.Para Cortina, los vasos de chupito, cortos, no permiten apreciar las cualidades de lo que contienen (“uno no puede meter la nariz”). Es mejor que tengan forma de chimenea para apreciar los aromas con más nitidez, aunque no son aptos para tomar el licor de un trago.