Liam Gallagher: “Empiezo a creer que de verdad no le gusto a Noel. Me da pena, yo le quiero”
"Tengo 46 años, facturas y divorcios que pagar. No tengo tiempo para esa mierda". El carismático músico pasa una jornada con ICON, se deja fotografiar desde todos los ángulos y habla con entregada sinceridad, aunque duela. Su nuevo disco sale en breve
Fue raro el 25 de julio en Londres. Por un lado, se produce la primera intervención de Boris Johnson en el Parlamento como primer ministro del Reino Unido. Por otro, la ola de calor que recorre Europa lo convierte en el día más caluroso de un mes de julio desde que hay registros. El bochorno es insufrible. No corre una gota de aire y los 39 grados pesan como plomo causando una pequeña crisis climática: los trenes se retrasan, los aeropuertos colapsan… Pero nada de eso preocupa a Liam Gallagher. Da la impresión de que el 99,9% de las cosas, desde Johnson hasta el cambio climático, le dan absolutamente igual. Eso sí, hay un tema que domina a la perfección y del que le encanta hablar: el tema de conversación favorito de Liam Gallagher es Liam Gallagher. Hasta cuando habla de fútbol, habla de sí mismo.
“No me drogo tanto como me gustaría. Lo juro. Bebo. Quizás me meto un poquito, pero ni de cerca lo que debería estar haciendo”
Recibe cómodamente sentado en una sala del lujoso hotel The Landmark de la capital británica, uno de esos de rancia grandeza victoriana, como si el calor de la calle no fuera con él y le hubieran creado un túnel de aire acondicionado desde su casa hasta allí. Casi extraña verle sin parca, esa prenda que parece no quitarse ni para dormir. “Tengo cientos, joder. Me mudé hace un año y no me cabían en la casa nueva, te lo juro”. Viste camiseta negra, sombrero de pescador de Gucci y, con 46 años (nació en Mánchester), parece estar en buena forma. “Cuando estoy en Londres voy a correr si la noche anterior no he bebido. A eso de las seis de la mañana, cuando el parque que hay al lado de casa está tranquilo. Pero, por lo demás, un día normal no hago gran cosa. Doy vueltas por la casa, veo la tele, salgo a comer con mi novia, me tomo una cerveza en el pub… En mi caso, un día normal significa intentar pasar en el pub el menor tiempo posible. No tengo una gran vida social. Me hago mayor. Si me voy de fiesta lo paso bien. Pero creo que ya no es el momento”.
¿Tampoco se droga? “No, no, no. No tanto como me gustaría. Te lo juro. Es verdad. Me gustaría, pero no. Bebo. Las resacas son muy largas, pero me sigue gustando salir a beber. Quizás me meto un poquito, pero ni de cerca lo que debería estar haciendo. Cuando bebo quizás caen un par de rayas. Pero al día siguiente estoy hecho mierda”.
Sexo drogas y rock ‘n’ roll. A veces, es un cliché viviente. Liam y su hermano mayor, Noel, son estrellas en todo el mundo. Pero en el Reino Unido aún más. Son parte de la cultura local. Después de los atentados terroristas en el Manchester Arena en 2017, una de sus canciones, Don’t look back in anger, se convirtió en el himno espontáneo de la ciudad. Y lo son desde que hace ahora 25 años publicaron el primer disco de Oasis, Definitely maybe. Aquellos chavales de clase obrera de Manchester, hijos de un padre abusivo, que habían dejado el colegio y parecían condenados a una vida de infratrabajos, eran aclamados como la banda británica de rock más grande desde The Beatles. Y ellos se lo creían.
Desde 1994 hasta 2009 ocupaban aleatoriamente las páginas de cultura y las de cotilleos. Ya fuera porque sus discos batían récords (ocho de sus álbumes fueron número uno y vendieron 70 millones de unidades). Por sus trifulcas con otros grupos de la generación britpop (especialmente con Blur) o porque alguna de las broncas entre los hermanos apuntaba a una posible ruptura. En alguna ocasión la BBC abrió los informativos con la noticia de la disolución de Oasis. No encuentro un símil aplicable en España. Una década después de su ruptura siguen estando presentes: en agosto, Dave Grohl, exNirvana y líder de Foo Fighters, aprovechaba su concierto en el festival de Reading para pedir la apertura de una recogida de firmas para que vuelvan.
Pero Liam Gallagher es hoy un cantante que vive con su novia y mánager, Debbie Gwyther, y prepara el lanzamiento del segundo disco que publica con su nombre, Why me? Why not, el 21 de septiembre. Básicamente pop clásico y efectivo, y con la tranquilidad que da saber que el anterior fue un éxito. La prensa habla de su renacer. Algo que él mismo suelta en medio de la conversación con una mueca que usa mucho y viene a significar que algo no le gusta del todo, pero que no tiene más remedio que reconocer que es cierto. Sorprende bastante de Liam Gallagher que es uno de los entrevistados más sinceros con los que uno se puede cruzar. No puede evitarlo, intenta callar cosas, pero enseguida se ve en su cara que lo va a soltar.
Le he llevado un par de ejemplares de ICON para romper el hielo. Uno, con Cristiano Ronaldo en portada, lo mira con absoluto desprecio. En el otro, la versión italiana, aparece un joven vestido con un traje de Yves Saint Laurent. Lo observa y tarda unos segundos en reaccionar. “¡Pero mira al mierdecilla, qué cool!”, suelta de repente. “No me había contado nada de esto el pequeño cabrón”, exclama. Acaba de reconocer a uno de sus cuatro hijos, el segundo, Lennon, modelo de 18 años. Cada uno de ellos es de una madre. A la mayor, Molly, de 21, nacida de una relación extramatrimonial, la conoció hace un año. A la pequeña, de seis, no la conoce, pero su existencia fue el motivo de su divorcio en 2013 con Nicole Appleton, su segunda esposa. “Joder, tengo un hijo muy guai. Mucho más que ese puto idiota”, dice señalando la foto de Cristiano Ronaldo. “Es bueno al fútbol, pero en lo demás… ¡puaj!”.
Quizás tanta sinceridad se deba a que, en Oasis, las entrevistas las daba por lo general su hermano Noel, que también componía, lideraba la banda y habitualmente tomaba todas las decisiones. Asumir responsabilidades no entraba en sus prioridades. Liam se limitaba a posar y cantar. Pero eso le bastó para convertirse en un icono de estilo. Flequillos, parcas, clarks. Los mods del nuevo milenio. Hasta el punto de montar su propia marca de ropa, Pretty Green, que este año entró en bancarrota. Tener estilo no significa tener dotes para los negocios. Por eso siempre dijo que no se veía como artista en solitario. “Lo que dije es que eso no era lo que preferiría ser. Mira, es como en el fútbol, ¿vale? Hay un nueve. Esa es mi posición. Como Agüero o Rooney. Mientras esté ahí, al frente, cantando, no me importa si yo he escrito las canciones o quién cojones las ha escrito. No tengo ningún problema con eso, mientras el disco sea bueno. No soy compositor ni soy el más importante del grupo. Estoy en mi zona de confort, y eso es bueno”.
"Después del divorcio me quedaron, no sé, un millón de libras. Que sí, es un montón de dinero, pero intenta comprarte una casa con eso en Londres, va a ser pequeña. Así que pensé en irme a la puta España, donde mi dinero vale más"
En realidad, lo que ha pasado es que el método ha funcionado. Aconsejado por su pareja, se animó a contratar a Greg Kurstin, cotizadísimo hombre de estudio que ha trabajado para Adele, Sia, McCartney o Foo Fighters, y a largarse unas semanas a Los Ángeles para ver cómo le hacían el trabajo duro. Así hizo su primer disco, As you were, en 2017. Y, sorpresa, llegó a platino. Porque cuando Noel dejó Oasis de forma definitiva en 2009, el resto del grupo montó Beady Eye con Liam de líder. Y aquello terminó fatal. “Pasé 15 años en Oasis. Todo el mundo me conocía. Después fundé Beady Eye e hice un buen trabajo, o un mal trabajo, depende de cómo lo mires. Siempre pasaba lo mismo: ‘¿Quiénes son?’ ‘¡Ah, vale! La banda de Liam Gallagher’. Joder, apestaba. Así que comenzar con otro nombre, desde abajo… Joder, tengo 46 años, facturas y divorcios que pagar. No tengo tiempo para esa mierda. Pensé: ‘Pongámosle Liam Gallagher y a ver qué pasa. Que componga otro, yo solo canto, no escribo’. Noel era el compositor en Oasis. No tengo miedo de aportar algo si tengo una buena idea como no tengo miedo de quedarme callado si no tengo nada que decir. No podía empezar con otro grupo, con otro nombre. Es demasiado trabajo”.
Ese momento, el de la disolución de Beady Eye en 2014, fue el más duro. “No conseguíamos conciertos. Actuábamos para mil personas, que vale, pero quisimos irnos de gira por Estados Unidos y nadie nos contrataba. Nunca me había pasado. Yo estaba pasando por una mala racha personal. En un momento normal, en vez de afrontarlo, me hubiera ido de gira. Pero como no había gira, decidí afrontarlo. Y pensé: ‘Mira, ya está, rompo el grupo’. Y por primera vez en cuatro años no tenía banda. Entonces me dio por pensar en qué había pasado con Oasis, que lo tenía escondido debajo de la alfombra. Porque nada más acabar con el grupo había empezado con Beady Eye. Al verme sin nada se me cayó el mundo encima. Mi matrimonio se acabó. Fue mi culpa. Las mujeres, joder. Fui estúpido. Estar sin grupo y reuniéndome con abogados cada dos putos minutos. Horrible, tío. Casi me pongo enfermo. Me costó darme cuenta de que en realidad solo era puto dinero. Que le den al dinero. Costó salir, pero aquí estoy otra vez”.
Cuenta que por un momento pensó en mudarse a España. “Solo sentarme allí y tomar el sol y pasar de todo. A ese sitio, ¿cómo se llamaba? Deià, en Mallorca. Después del divorcio me quedaron, no sé, un millón de libras [1,1 millón de euros]. Que sí, es un montón de dinero, pero intenta comprarte una casa con eso en Londres, va a ser pequeña. Así que pensé en irme a la puta España, donde mi dinero vale más, ponerme moreno, adelgazar y pensar en mi puto próximo plan. Pero al final me quedé en Londres, en una casa pequeña y pálido”.
“Empiezo a creer que de verdad no le gusto a Noel. Siempre pensé que cuando se metía conmigo estaba bromeando, que en realidad me quería. Pero tengo la sensación de que es cierto que no le caigo bien”
Hay una cosa que le atormenta: Oasis. Hable de lo que hable, si le dejas el tiempo suficiente, vuelve a la banda con la que hizo historia. “Todo el tiempo me preguntan cuándo vuelve Oasis. No tiene buena pinta ahora mismo. Empiezo a creer que de verdad no le gusto a Noel. Siempre pensé que cuando se metía conmigo estaba bromeando, que en realidad me quería. Pero tengo la sensación de que es cierto que no le caigo bien. Es una pena. Yo le quiero. Somos hermanos. Tengo otro hermano y tampoco se habla con él. Noel está en su puto mundo ahora mismo. No sé qué pasa con ese cabrón. No es feliz haciendo cosmic pop. No es feliz siendo el líder. No es feliz teniendo todo el dinero. No es feliz con su bella novia. No es feliz con sus 80 millones de libras. No es feliz con nada. ¿Qué coño le hace feliz? Va a terminar tocando en pubs porque los fans de Oasis van a terminar hasta las narices de él”.
Cosmic pop es la forma despectiva que tiene de referirse al trabajo de Noel en solitario. Liam no disimula. A él, lo que le gustaría es volver a ser el cantante de Oasis. “Nunca debimos separarnos, eso es lo que pienso. Fue cosa suya. No había malos rollos, pero él quería irse por su cuenta. No soportaba estar de pie a mi lado porque le quitaba protagonismo. Que se joda Noel. ¿Sabes qué? Los chavales van a mis conciertos. Y están funcionando. Así que soy bastante feliz haciendo esto. Pero, como dije, yo estoy aquí, preparado para volver. Con las maletas hechas. Cuando pasé años sin hacer nada y nuestros managers hablaban de volver con Oasis, él se negaba: ‘Bueno, los otros del grupo están en baja forma’, decía. Bueno, pues ya estoy en forma. Podría hacerlo mañana. Estoy preparado. He vendido todas las putas entradas de mi puta gira. ¡Vamos! Pero no va a pasar, porque Noel lo quiere todo para él. Su puto ego está fuera de control”.
Se enfurece tanto que dan ganas de tranquilizarlo. “Sí, me enfado solo de pensarlo. Era puta mentira que éramos la banda más grande del mundo. No éramos la banda más grande en España. Muse está llenando putos estadios en España y llenando putos estadios en Los Ángeles. Nosotros solo éramos grandes en Inglaterra. Tocábamos en pabellones en América, no estadios. Coldplay es más grande. Muse, también. No éramos Depeche Mode, teníamos mucho trabajo por hacer. Sí, estoy muy cabreado, pero intento superarlo”.
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