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Un año en pandemia: retratos de un tiempo dantesco El libro Pandemia. Miradas de una tragedia recoge el testimonio de 26 fotógrafos de Latinoamérica y de España para mostrar la catástrofe global en distintos países y desde diversos ángulos tan cruda e inhumana, tan solidaria y humana como ha sido. Es la visión colectiva de una verdad arrasadora Miembros de SOS Funeral transportan el féretro de una anciana fallecida en Manaos, una de las ciudades brasileñas más afectadas por el coronavirus, donde reinaron el negacionismo y la confusión por los mensajes de distintos líderes políticos. 'Pandemia. Miradas de una tragedia', coeditado por Blume y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, recoge imágenes de 26 fotógrafas y fotógrafos, la mitad de Latinoamérica y la mitad de España, que han donado su trabajo para crear con esta obra colectiva un memorial documental sobre la crisis global del coronavirus. Felipe Dana (Brasil) Héroes verdaderos en un Madrid desierto, de ciencia ficción, que estuvieron en primera línea de la lucha contra la pandemia. Las calles se vaciaron de gente y por todas partes comenzó a reinar el silencio. “Escribió Josefina Aldecoa en La fuerza del destino: “Por cegadora, arrasadora y terrible que sea la verdad, hay que aceptarla y defenderla”. Decidimos citar en su introducción del libro esta frase para subrayar la importancia de que los fotógrafos tengamos acceso a la realidad, por cruda que sea, para mostrarla. En la pandemia no ha sido así. Las autoridades limitaron demasiado nuestro trabajo bajo el pretexto de proteger la intimidad en los hospitales, por ejemplo. Ocultar los problemas infantiliza a la sociedad y priva a los ciudadanos de conocimiento objetivo en una época de desinformación”, explican Ricardo Garcia Vilanova y Gervasio Sánchez, coordinadores del libro. Isabel Muñoz (Madrid) Alba Molina enseña a su muñeca Rosenda a guardar las normas de seguridad. El proyecto fotográfico recorre hospitales, residencias de ancianos, tanatorios, cementerios, principales focos de letalidad de la pandemia, y muestra la vida diaria bajo el estado de alarma en países como Brasil, Perú, Argentina, Venezuela, Colombia, El Salvador, México, Estados Unidos, Líbano, Jordania y España durante los meses más duros de la transmisión de la enfermedad. “Una fotografía nunca refleja el profundo horror de una tragedia, pero sin ella carecemos de la prueba que documente nuestra memoria histórica. ‘Las fotografías abren puertas al pasado, pero también permiten echar un vistazo al futuro’, como afirmaba la fotógrafa Sally Mann”, se puede leer en el libro. Cristina García Rodero (Puertollano, Ciudad Real) Mujeres migrantes que se convirtieron en los ojos y las manos de Villa 1-11-14, un barrio bonaerense donde el Estado a veces no daba abasto y otras estaba desconectado del territorio. Un trabajo voluntario en búsqueda de ser reconocido al grito de “Somos esenciales”. “La libertad de información es un derecho inalienable protegido por leyes internacionales. El acceso a la calidad informativa evita el caos y la indefensión que genera la propaganda y la manipulación. Una información de calidad permite instituciones más transparentes y ejerce de efecto multiplicador de otros derechos. Pero la libertad de información ha sido dilapidada y talada en varios países tal como aseguran varios de los fotógrafos y fotógrafas que participan en este proyecto documental”, expone el prólogo de este libro colectivo. Anita Pouchard Serra (Argentina) En algunas zonas del área metropolitana de Ciudad de México se celebraron funerales a pesar de su prohibición para evitar contagios. Los beneficios del libro irán a las familias de fotógrafos que murieron mientras cubrían la pandemia en distintas partes del mundo y que se han quedado en riesgo de exclusión social. “Sirva para ayudarlos, para reivindicar la libertad de información y para que miremos de frente y con atención todo lo que ha pasado, todo lo que sigue pasando”, insisten Ricardo Garcia Vilanova y Gervasio Sánchez. Jacky Muniello (México) Villa 31, un rincón olvidado en el corazón de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tiene una historia de casi un siglo de marginación y resistencias; en él, a causa de la covid-19, prima la lucha colectiva.
Pablo E. Piovano (Argentina) En España, la pandemia golpeó a los sectores más endebles de la sociedad, especialmente las residencias de ancianos o de personas con discapacidad intelectual.
Gervasio Sánchez (Zaragoza) El encierro puso a prueba nuestra sensibilidad. La fuerza mental se convirtió en imprescindible para afrontar un presente eterno.
Fabiola Ferrero (Colombia) El Ayuntamiento de San Francisco habilitó frente a su sede un espacio al aire libre para personas sin hogar.
Darcy Padilla (Estados Unidos) Los focos principales de la pandemia han sido los hospitales y las residencias de ancianos. Reflejos de la mayor catástrofe que ha asolado a nuestro país desde la Guerra Civil.
Ricardo Garcia Vilanova (Barcelona) Miles de peruanos perdieron su trabajo y escaparon de la ciudad. Médicos y enfermeras dejaron sus almas a diario. Los hospitales se llenaron. Cientos no llegaron y murieron en sus casas.
Rodrigo Abd (Perú) La emergencia mundial de la covid-19 causó estragos en El Salvador. Comunidades enteras pasaron hambre y salieron a las calles en busca de caridad. Los hospitales colapsaron y los cementerios superaron su capacidad. Las calles quedaron en silencio y en soledad.
Víctor Peña (El Salvador) Una visión subjetiva de la ansiedad infantil causada por el confinamiento. El imaginario del miedo que se activa durante el insomnio. El temor a la pérdida causado por algo que ni siquiera se observa a simple vista, pero que se percibe y preocupa.
Lorena Velasco (Colombia) Deambulando por las calles de Madrid, siempre de noche, para evitar a los demás. Una ciudad donde nadie se toca. Sombras tristes en un tiempo de terror.
Juan Manuel Castro Prieto (Madrid) El Raval es uno de los barrios más multiétnicos y cosmopolitas de Barcelona. La crisis provocada por la pandemia frenó la intensa actividad en sus calles. Ahora sus vecinos afrontan con mayor crudeza problemas endémicos derivados de la precariedad laboral, la gentrificación y múltiples vulnerabilidades.
Sandra Balsells (Barcelona) Durante la pandemia, perros, gatos y otras mascotas se apoderaron, junto a sus dueños, de las calles desiertas para dar sus paseos.
Andoni Lubaki (País Vasco) Sin posibilidad de contacto con los seres queridos: solo la separación de un cristal protegía a los unos de los otros.
Laura León (Sevilla) Mentes confinadas. La pandemia nos expone aún más a nuestra fragilidad. La ansiedad y el miedo se convierten en otro virus a combatir, especialmente en el caso de personas con afecciones de salud mental.
Nuria López Torres (Barcelona) Gente común y corriente en constante lucha en una Venezuela caótica. La pandemia se suma a su enorme crisis: difícil acceso a medicamentos y comida, hospitales sin agua ni electricidad.
Óscar B. Castillo (Venezuela) Madrid se apagó y quedó una ciudad esqueleto, llena de ausencias, de silencios, de vulnerabilidad.
Carmenchu Alemán (Madrid) En la frontera entre México y Estados Unidos, los albergues, las tiendas de campaña o los cuartos de renta se convirtieron en un hogar en el limbo para los migrantes afortunados. Otros fueron deportados, cayeron en las redes del crimen organizado o fueron asesinados.
Guillermo Arias (México) En Jordania, la pandemia asestó un duro golpe a la economía y acabó con parte del trabajo informal del que dependían muchos refugiados.
Moisés Saman (Jordania) Residencia de ancianos en Cataluña durante el estado de alarma.
Santi Palacios (Barcelona) Casa Nem albergó durante la cuarentena a unas 50 personas de la comunidad LGBTQI+.
Silvia Izquierdo (Brasil) El afecto recubierto de látex que la pandemia no puede ahogar: una última esperanza.
Susana Vera (Madrid) La covid-19 terminó por resquebrajar el frágil tejido multiconfesional en Líbano y se convirtió en el detonante de un colapso económico continuo que afectó a todos los estratos sociales.
Diego Ibarra Sánchez (Líbano)