El archivo que concentra en EE UU miles de archivos de literatura de todo el mundo
El Centro Ransom, de la Universidad de Austin, atesora un asombroso botín literario por el cual recibe críticas de ‘extracción’ y ‘expolio artístico’
Ahora que existe una pelea global por recuperar patrimonio, el Centro Ransom, de la Universidad de Austin en Texas, es una incineradora sin llamas. Contiene seis millones de páginas manuscritas, cinco millones de fotografías, más de un millón de libros, decenas de miles de objetos y hasta un mechón de pelo de Byron. El valor de la colección supera los 1.000 millones de dólares. Poseen la copia de La tierra baldía en la que T. S. Eliot escribió su mítica dedicatoria: “Para E. P. [Ezra Pound] Il miglior fabbro [el mejor herrero]”, los archivos de Borges, la Biblia de Gutenberg, las correcciones del Ulises de James Joyce, los legajos de Arthur Miller, Julian Barnes, Salinger, Borges, Evelyn Waugh, Don DeLillo e incluso los papeles del caso Watergate de los periodistas Woodward y Bernstein, por los que pagaron cinco millones de dólares.
La lista de autores ocuparía el texto. Sin embargo, algunas compras escuecen aunque sean legales. Los herederos de García Márquez vendieron su archivo (más de 27.000 documentos) por 2,2 millones de dólares en 2014 a Ransom. ¿Y qué tiene que ver Austin con Macondo? “Resulta triste, pero es una cuestión de dinero. Entiendo que haya familias a las que les haga falta, pero conozco a otras que no lo necesitan y aun así venden el archivo”, critica el novelista Antonio Muñoz Molina, que donará todos sus documentos a la Biblioteca Nacional de Madrid. El destino último, por cierto, de la colección de Rafael Sánchez Ferlosio (1927-2019). Aunque Cultura desembolsó, antes, 350.000 euros.
El autor acertó cuando escribió: “Vendrán más años malos y nos harán más ciegos”. Para evitarlo, España exige permiso si se quieren sacar archivos de más de 100 años, e incluso el Gobierno puede frenar la exportación en cualquier momento si considera que “posee valor para el patrimonio documental, ajeno, a su antigüedad”.
Pero quizá ningún legado ha sido tan frágil como el inglés o el francés. The Times en 2005 publicó: “Escritores unidos en lucha contra la salida de los papeles a EE UU”. A Thomas Staley (1935-2022), entonces responsable de Ransom, en una conferencia en la Biblioteca Británica —la institución ha rehusado participar en el artículo— se le cuestionó por el ensayo del poeta Andrew Motion que defendía que “los tesoros nacionales pertenecen a los países que los han creado”. Staley replicó: “¿Como los mármoles de Elgin?”.
Staley veía el mundo igual que un mapa de tesoros. Utilizó hasta una furgoneta de pan, durante 1988, para sacar de Francia los archivos de Stuart Gilbert, quien había sido amigo y traductor de James Joyce, y así evitó el escándalo: los deslizó por la noche en un ferri que conectaba con Inglaterra.
Eran otros tiempos, o parecidos. “La familia [García Márquez] decidió depositar el archivo en Ransom por nuestra capacidad para compartirlo con una comunidad de lectores más amplia”, defiende Stephen Enniss, actual responsable del centro. “Su reputación supera Colombia o México, es un escritor global con seguidores en todo el mundo”, resume. Pero la competición continúa. Sobre todo con Harvard (conserva el manuscrito de Fortunata y Jacinta, de Galdós) y Yale. Las negociaciones son secretas. Pero acaban de incorporar el archivo de la novelista dominicano-estadounidense Julia Álvarez. “Es lo de siempre, quien más dinero tiene extrae los bienes, ya sean minerales o literarios”, lamenta Muñoz Molina. En 2005, Norman Mailer (1923-2007) visitó el archivo. “¿Qué le parece?”, le preguntaron. “Muy apropiado. Todos terminaremos en cajas”. Demasiadas muy cerca de Texas pero muy lejos de Macondo.
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