La política se instala en el caos
La fragmentación devora a líderes y partidos y la competencia dificulta los grandes pactos
Del debate electoral que en abril de 2019 enfrentó a Pedro Sánchez, Pablo Casado, Pablo Iglesias y Albert Rivera solo queda vivo políticamente el primero. Unidas Podemos, que en 2015 obtuvo el 20,66% del voto (5,189 millones de apoyos) ahora apenas rebasaría el 10%, según el último barómetro de 40dB. para EL PAÍS. Ciudadanos, que llegó a superar a los populares en intención de voto, parece herido de muerte. El PSOE y el PP que, en los comicios de 2008, sumaban el 83,8% de las papeletas, se conforman ahora con el 52% y la extrema derecha suma en cada nueva cita electoral. Las elecciones de 2015 se repitieron en 2016 y en 2019 hubo dos generales en seis meses. También han adelantado los comicios las comunidades de Madrid, Castilla y León y Andalucía. Las votaciones en el Congreso son de foto-finish y cada semana estalla una nueva crisis, a menudo más relacionada con los políticos que con la política. Dirigentes y exdirigentes de distintas formaciones y expertos analizan para EL PAÍS ese ritmo frenético de la actualidad que devora líderes y marcas y dificulta los grandes acuerdos mientras se multiplican los problemas y crece la incertidumbre.
“Esta generación política está fracasando”
Eduardo Madina, que aspiró a liderar el PSOE en 2014 , opina: “La historia política de este país produce muchos más acontecimientos de los que podemos absorber. Va a más velocidad que nunca y falta un proyecto de país. Antes también había bronca e intensidad, pero era una bronca con criterio porque lo que se enfrentaba eran distintos modelos. Ahora la sensación es que no hay hoja de ruta. Creo que esta generación política está fracasando y me incluyo. Solo hay que ver dónde están Iglesias, Casado, Rivera, Susana Díaz… Hay una competición constante, en cada votación en el Congreso, en cada rueda de prensa, en cada tuit… y nada de cooperación. Eso hace que sea prácticamente imposible alcanzar grandes acuerdos de Estado en un momento en el que son más necesarios que nunca para hacer frente a las consecuencias de una guerra, una pandemia, una inflación que golpea a las clases más desfavorecidas…”.
El politólogo Ignacio Sánchez-Cuenca, que acaba de publicar El desorden político, sobre la crisis de representación por la desconfianza ciudadana en sus dirigentes, explica que los partidos “se apoyan ahora más en sus líderes que en la capacidad de gestión” y que, por ese motivo, están “muy expuestos”. Sobre ellos recae una presión muy grande para mantener el nivel de tensión política y eso hace que se quemen rápidamente”. “Casado, el primer líder del PP no nombrado por el anterior no vendía capacidad de gestión. Se presentó como la encarnación de los valores marginados por el equipo que le precedió y ha sido un experimento fallido. El PP aún no se ha estabilizado; está por ver si Alberto Núñez Feijóo es una solución provisional o duradera. Pedro Sánchez está sobreviviendo, pero veremos qué pasa si pierde el poder. Ciudadanos se presentó en España como partido liberal, pero en la cuestión territorial se alineó con Vox a partir de la famosa foto de Colón, que fue su maldición: los partidos de la derecha se lo comieron. Y Podemos está sumido en la incertidumbre: puede quedarse reducido a un nicho o despegar con Yolanda Díaz”.
“Los incentivos son muy malos: se premia la confrontación”
Toni Roldán, exdirigente de Cs, culpa “a las redes sociales, la hiperactualidad de los medios y el clickbait”. “Preparé muchísimo mi primer discurso en el Congreso, sobre políticas activas. Leí un montón de investigaciones académicas, busqué todos los datos y no tuvo ninguna repercusión porque luego salió Toni Cantó a pelearse con Gabriel Rufián diciendo que estaban manipulando a los niños y eso fue lo que triunfó. Los políticos tienen incentivos muy malos: cuanta más confrontación, más posibilidades tienen de salir en los medios. Siempre ha habido algo de eso, pero se ha disparado al aumentar la competición”.
Para el veterano diputado del PNV Aitor Esteban (siete legislaturas en el Congreso) hay partidos que “parecen máquinas electorales más que cualquier otra cosa y algunos han fiado todo a nuevos gurús que en el corto plazo han podido ganar alguna jugada, pero en el largo han sido una desgracia”. “La política siempre ha tenido su punto de puesta en escena, pero no todo puede ser puesta en escena. Muchos llegaban al Congreso sacando pecho, pero luego hay que saber nadar en ese ecosistema. Algunos se ciegan, como le pasó a Rivera. La demoscopia y las redes sociales hacen que te creas el puñetero amo y acabas midiendo mal las distancias. Necesitamos líderes sin prisa y con una cierta visión, pero les falta paciencia. A veces parece que hay que decirle siempre que no al rival. Ni siquiera se negocia. A mí, líderes del PSOE y del PP me han dicho en momentos cruciales que su electorado no iba a entender que cedieran. Nadie intenta hacer pedagogía, explicar los porqués. Creo que todos estamos adaptándonos a una nueva sociedad y a una nueva forma de hacer política”.
Gaspar Llamazares, excoordinador de IU, coincide: “Es una política obsesivo-compulsiva y lo que produce esa convulsión es la falta de equilibrio: se reacciona a todo de forma maníaca. Es una política reactiva para la sociedad de las catástrofes: del volcán a la guerra pasando por la epidemia. Ha aumentado la presión y esa erupción se lleva por delante todo lo que encuentra: en Francia, a los partidos tradicionales. Aquí, hemos pasado de UPyD a Ciudadanos y de Ciudadanos a Vox. Cada uno va engullendo al otro”.
José Luis Ayllón, exsecretario de Estado con Rajoy y mano derecha de la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, señala que “del bipartidismo se ha pasado a un bibloquismo”. “No solo hay que ganar a la bancada contraria, sino luchar para mantener el liderazgo en la tuya. El PSOE frente a Podemos y el PP intentando no alimentar el potencial electoral de Vox. La estabilidad depende en buena medida de que los partidos que representan la moderación, es decir, el PP y el PSOE, sean más moderados”. En cuanto a los dirigentes, opina que ha habido una “pérdida clara de calidad en todas las fuerzas políticas: Pedro Sánchez no es Felipe González y Pablo Casado no era Mariano Rajoy”.
La politóloga Belén Barreiro cree, en todo caso, que los políticos tienen poco margen de maniobra. “Mantener la confianza en la época de la digitalización es más complejo. La información y la desinformación fluyen más rápido y hay más capacidad para hacer daño a un partido o candidato. Al tiempo, montar alternativas es mucho más sencillo. Llega un aspirante nuevo y el ciudadano piensa: ‘A lo mejor este sí’, pero todo se desinfla rápido. La política tiene más obstáculos que otros muchos sectores para obtener resultados. Es más fácil conseguir un buen servicio en una empresa que en la política. Los políticos prometen una vida mejor, pero tienen muchas limitaciones: viene una pandemia, hay una crisis climática y aunque marquen unos mínimos salariales, no son ellos los que pagan a los ciudadanos”.
Política de consumo
Martiño Noriega fue uno de los alcaldes de Las Mareas, el movimiento municipal que dio la campanada electoral en 2016. Tras unos años al frente del Ayuntamiento de Santiago de Compostela, regresó a la medicina y escribió, junto a Daniel Salgado La contradicción permanente: conversación sobre cinco años de política convulsa. “Cuando hay una crisis”, explica, “suele haber un proceso de aceleración histórica. En España arrancó con la recesión económica y ahora estamos en el caos, la inestabilidad permanente. Ha cambiado la forma de entender la política institucional porque el electorado ha abandonado el patriotismo partidario, eso de soy del Dépor, o del PSOE, del Celta o del PP y voy a piñón con mi equipo, haga lo que haga. Los apoyos ya no son tan estables, se penaliza más y eso alumbró la aparición de nuevas marcas políticas. Pero los referentes caen a la velocidad del rayo, es una política casi de consumo. Las Mareas supieron conectar con el malestar de la gente y la demanda de cambios. Eran un espacio de impugnación, pero se perdió una oportunidad histórica por una mezcla de ataques y errores propios. Empezó a parecerse a la vieja política. Algunos actuaron como nuevos ricos y empezaron a despreciar a quienes les habían llevado hasta allí y el espacio perdió credibilidad. Ahora es una posición minorizada y a la defensiva y como el cambio que deseaba la gente no se logró desde la izquierda, el electorado busca otros espacios de impugnación. Es lo que explica, en parte, el auge de la extrema derecha: pueden parecer como los únicos impugnadores del sistema, mucha gente joven los ve como fachas, pero rebeldes”.
La latinoamericanización de la política europea
Todos los consultados para este reportaje insisten en que, aunque con sus particularidades —fundamentalmente, el desafío soberanista catalán— la inestabilidad política no es exclusiva de España. “Europa nos da ejemplos”, asegura Madina, en alusión a las recientes elecciones en Francia, en las que Macron se impuso a la segunda fuerza política, la extrema derecha de Marine Le Pen. “Hollande y el Partido Socialista francés que gobernaba en 2015 ha sido subsumido”, recuerda el expolítico socialista. Para Ayllón, “ese caos es democráticamente peligroso. Al final las leyes van saliendo, pero la gente deja de confiar en la política y surgen ideas más totalitarias o que cuestionan el ordenamiento jurídico. No solo aquí. El resultado electoral en Francia plantea un futuro muy preocupante, también en Hungría, Polonia… Y en otros países partidos tradicionalmente serios se han vuelto populistas. Por ejemplo, Boris Johnson no es homologable a otros dirigentes conservadores. Es un problema estructural”.
Llamazares es más optimista. “Lo ocurrido en Francia puede ser un punto de inflexión para todos porque el mensaje es que en un contexto de incertidumbre y complejidad lo que hace falta es la política seria, no la simplificación del populismo”.
“Uno puede pensar”, afirma Sánchez-Cuenca, “que este nivel de inestabilidad no es sostenible, pero Italia lleva así desde 1994 y no ha sentado cabeza. Hay una cierta latinoamericanización de la política europea y España e Italia van más avanzados que el resto en ese proceso con partidos cada vez más débiles, candidatos más fuertes y una política inestable de bandazos tremendos de un año a otro”.
Barreiro constata que “es muy difícil hacer predicciones porque cuando las cosas parecen ir en una dirección, de repente se dan la vuelta”. “La sensación es que puede ocurrir cualquier cosa. Vamos de susto en susto. Creo que hay que aceptar que la política española vive una etapa de incertidumbre, que se ha convertido en una caja de sorpresas”.
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