Bandazo tras bandazo, el PP sigue en la irrelevancia
Los populares suman un escaño y no serán determinantes para el previsible futuro gobierno del PNV y el PSE
El PP vasco pretendía ser “decisivo y determinante” como el único partido realmente constitucionalista frente al heterogéneo bloque de nacionalistas, separatistas y lo que llaman allegados “blanqueadores” de EH Bildu. Lo que las urnas han vuelto a evidenciar es que la marca es otra vez irrelevante y poco útil desde el punto de vista de su capacidad de influir en las políticas que llevará a cabo el nuevo Gobierno y el Parlamento vascos. La historia se repite.
El PP vasco pervive hace décadas entre los bandazos permanentes de su dirección y la capacidad de resistencia numantina de sus esforzadas bases. Y ahí sigue, pero ahora sin el heroico nexo de unión frente a todo que se fraguó en los peores años del terrorismo de ETA. Desde aquel emocionante mitin comunión de ¡Basta ya! en el Kursaal, hace ahora 23 años, con los abrazos inéditos de los candidatos del PP y del PSE, Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo, arropados por intelectuales y sindicatos de izquierdas, los populares han cambiado hasta nueve veces de presidente o cabeza de cartel. Forzados, o por desorientación propia. Han mutado de objetivos, de perfiles, de estrategias, de discurso…
En aquel Kursaal, Mayor Oreja quiso creer, ante gritos de libertad mientras se proyectaban los nombres de los más de 800 asesinados de ETA, que se había llegado al punto de inflexión definitivo. Tenía pactado el hipotético gobierno con Redondo Terreros. Llevó al PP a cotas inimaginables (23,12% y 326.933 votos), pero la reacción del electorado nacionalista provocó que el PNV pulverizara sus mejores resultados y elevara a Ibarretxe por encima de las 600.000 papeletas. Ayer, el PNV se quedó en 361.000 votos.
En 2008, el PP rescató como presidenta a la que fue secretaria del asesinado Gregorio Ordóñez, María San Gil, para resucitar su mítico legado. Mariano Rajoy estaba entonces debilitado, cuestionado interna y mediáticamente desde su derecha. En el congreso nacional del partido aquel año, San Gil dio un portazo por sus “diferencias fundamentales” con la ponencia política de su compañero José Manuel Soria, que solo proponía buscar una forma diferente de tratar a los nacionalistas.
El PP navegó de Mayor Oreja y sus herederos de la línea sin concesiones, a otros modelos con intentos de moderación y discursos más transversales, como los periodos parche de Antonio Basagoiti o Alfonso Alonso. Tampoco funcionó. Pablo Casado decapitó el conato de apertura de Alonso y Borja Sémper y resucitó a Iturgaiz.
Feijóo quería candidatos ganadores. En Euskadi optó en octubre pasado, por nominar a Javier de Andrés, del sector popular en Álava más relacionado con algunos triunfos. Pero las tensiones internas en un partido con dos almas tan desiguales persisten. Hace un año, este periodista se tropezó con San Gil en la Feria del Libro de Madrid, y alabó el perfil joven y surfero (30 años), novedoso (habla euskera), y conciliador mantenido por el entonces candidato popular a las Juntas Generales de Gipuzkoa, Mikel Lezama, en un debate en la SER. Un tono elogiado por su rival, la aspirante de Bildu, Maddalen Iriarte. San Gil rebatió todo el concepto y argumentó: “Claro, pero les gusta a todos los que nunca nos votarán”.
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