Los pacientes de atención primaria de Madrid hablan de su médico: “Te conoce, te escucha, te protege”
Ciudadanos de varios puntos de la Comunidad de Madrid cuentan qué es para ellos un médico de familia y cómo ven la huelga, que este domingo cumple 12 semanas
La mayoría de pacientes no dice “médico de familia”. Tampoco “médico de cabecera”. Hablan de él o ella como quien habla de un amigo de toda la vida, por el nombre de pila. Ana, Isabel, Fernando, Paloma, Susana, Javier. Y siempre con un mismo apellido: “mi médico”. Lo sienten suyo, cercano, alguien con quien hablar de los problemas de salud, pero también de todo lo demás. “Te conoce, te escucha, te protege. Es quien mejor va a cuidar de ti”, describía el pasado viernes María José Cubertoret, de 63 años y jubilada, mientras esperaba a que la atendieran en el centro de salud de Lavapiés, en Madrid. Apoya la huelga en la atención primaria, que este domingo cumple 12 semanas y que volverá a teñir las calles de la capital de blanco contra la política sanitaria del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso. “Nos perjudica, pero es para que trabajen mejor”, opina la mujer. Y como ella, casi todos los ciudadanos de distintos puntos de la Comunidad de Madrid con los que ha hablado este periódico.
“Le cuento mi vida y me siento mejor. No sé explicarlo, solo sé que llevo muchos años con él y no quiero otro”, decía Esperanza Fernández, sentada junto a Cubertoret en el ambulatorio de Lavapiés. A las diez de la mañana del viernes estaba a rebosar, pero a la mujer, de 75 años y jubilada, no le importa esperar: “Llevo con depresión bastante tiempo y solo mi médico me sabe llevar como me gusta”. Es el mismo que atendía a sus hijos cuando todavía vivían en Madrid, también a su marido. Fernández se enteró de la huelga, como muchos otros pacientes, porque un día llegó al centro y el facultativo no estaba. “No me enfadé. Está en su derecho y tiene que reclamar lo que necesita, porque están sobrecargados”. Fernando Polo, arquitecto de 33 años, coincide con ella. Se había acercado al centro de Lavapiés por un orzuelo en el ojo y define a los médicos de familia como el “enlace real con la solución a un problema”. Tiene claro que acudirá a la manifestación, como hizo en la primera, que congregó a unas 200.000 personas, según la Delegación de Gobierno.
Teresa Gil, de 34 años, no lleva tanto tiempo en el barrio como Fernández. Es de Galicia, pero hasta hace algo más de un año vivía en Alemania. “Con la barrera del idioma, no me atrevía a ir al médico. Al llegar aquí lo sentí como si se me abriera una puerta”, explicaba antes de entrar a la consulta. Para ella es importante tener a alguien que conozca sus problemas y no era consciente de cuánto había echado de menos esa figura hasta que volvió a Madrid: “Así hay continuidad en lo que me pasa. Si el número de médicos no para de reducirse, esa regularidad se va a perder”.
Aunque respalda “totalmente” la huelga, admite que al ser tan prolongada en el tiempo―ya han pasado 84 días desde que se convocó el paro el pasado 21 de noviembre―, es fácil que los motivos se diluyan con el ruido político. Pero cree que como paciente es su deber ayudar en lo que pueda a los profesionales. “Están poco valorados y son los más importantes, porque te conocen. Sin una atención primaria de calidad habrá un efecto cascada en el resto del sistema sanitario”.
En el centro de salud Ibiza, distrito de Retiro, Sara Jiménez acababa de salir de consulta. Hace poco que la mujer, de 49 años y peón de jardinería, ha cambiado de médico. La suya, la “de toda la vida”, se ha jubilado. “Me cambié de ambulatorio por ella. En mi vida ha sido una persona clave. Ha hecho de psicóloga y de amiga. Era una más de la familia”, relataba. Ella era la única paciente en la sala de espera en primera planta del edificio a las doce y cuarto del mediodía. “Ir a la huelga es la única manera que tenemos de reclamar. Todos. La sanidad en Madrid necesita mucho más personal, los han dejado en mínimos y quieren abarcar y no pueden”, decía.
Desde que comenzaron los paros, hay algo que le llama especialmente la atención: ni en sus círculos ni en los bares del barrio hablan de los problemas en atención primaria. “No hay run run, como ocurre por ejemplo con la subida de precios. Este distrito es de mayor nivel socioeconómico y muchos tienen seguro privado. Igual por eso no le dan tanta importancia”, apuntaba.
Médicos “desidiosos”
No todos comparten la postura de Jiménez. Para Lourdes Corroto, de 45 años y del barrio de Aluche, hay médicos de familia “increíbles” y “dedicados”, como “su Palomita”, la primera doctora que tuvo, y otros “desidiosos”, como el que le atiende ahora en el centro de salud Los Yébenes. “Todos los especialistas a los que he tenido que ver recientemente me han dicho que debería haber ido antes, pero mi doctora de cabecera no me ha querido mandar. En estos momentos tengo muy mal concepto de la atención primaria”, comentaba.
Para la mujer, ahora en paro, los médicos de familia “llevan haciendo huelga en cubierta mucho tiempo”: “Está bien reivindicar por un mejor servicio que nos cuesta dinero, pero en este caso los médicos de cabecera se han escudado en la pandemia y mantienen muchas actitudes que no [son de recibo]”. Carlos, venezolano de 55 años, tiene asignado el ambulatorio de Castelló, en el distrito de Salamanca, y considera que los paros son necesarios, pero que deberían hacerse “de forma escalonada”: “La profesión trasciende la huelga, es importante que no falten médicos”.
“Mi médica es la frontera entre yo y un sistema complejísimo y un poco hostil. Siempre me escucha y me toma en serio. Ella no hace huelga y me da pena”, relataba Beatriz Sevilla, de 29 años y que trabaja en el área de gestión de productos de una empresa. Su centro de salud es el Infanta Mercedes, en el distrito de Tetuán. Las reivindicaciones de los médicos y pediatras “tienen todo el sentido del mundo” para la joven: “Aunque yo sea una persona individual a la que le beneficia que su médica no haga huelga, me importa más el futuro de la sanidad que mi bien inmediato”.
Frente al ambulatorio de Lavapiés, varias personas apuraban el café y las tostadas a las diez de la mañana del viernes. Una mujer salía del mercado, que comparte entrada con el centro de salud: “No, yo vengo de comprar, pero si vas dentro, dale recuerdos a Fernando. ¡Es mi médico!”
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