Aprender a cocinar después de los 60: obligación para unos y distracción para otros
Muchas personas, en su mayoría hombres, alcanzan la edad de jubilación sin tener nociones básicas de cocina, pero nunca es tarde para aprender y cada vez hay más iniciativas por toda España que lo facilitan
En casa de Gregorio Contreras, de 70 años, su mujer cocinaba y él fregaba los platos. “Salíamos a pasear, tomábamos un café y al volver mirábamos qué había en la nevera para comer. Se ponía en ello y en un momento lo tenía. Entonces no lo pensaba, pero ahora veo la diferencia entre ella y yo: ella era muy rápida y yo muy lento en la cocina”, explica este vecino de Altea (Alicante). Habla de ella en pasado porque su mujer falleció y, desde entonces, tanto cocinar como fregar son quehaceres que recaen en él. Pero el primero no resultó tan fácil como parecía observando a su mujer, así que, cuando un día se cruzó por la avenida con la concejala de Igualdad, Vicenta Pérez, le preguntó por los cursos de cocina para hombres mayores de 45 años que organiza el Ayuntamiento, y se apuntó. “Ya me desenvuelvo bastante mejor, aunque tengo que apuntar las recetas en una libreta porque, si no, no me acuerdo bien de los condimentos”, reconoce el viudo, que ahora cocina también para su hija, quien va a visitarlo a diario. En invierno prepara platos de cuchara, como alubias, lentejas y garbanzos. Gracias a los cursos, ha descubierto que esos mismos ingredientes en verano van muy bien en ensaladas: “Les echo cebolla, pepinillo, aguacate y huevo cocido y está muy bien porque no dejas de comer legumbres, pero sin pasar calor”.
Contreras es solo uno de tantos. El 73,7% de las mujeres son las únicas encargadas de preparar la comida en su hogar, frente al 36,8% de los hombres, según el informe sobre Alimentación en la sociedad del siglo XXI pospandemia, elaborado por la Fundación Mapfre con datos de 2022. Y acostumbrados a delegar la responsabilidad de cocinar en manos ajenas, son muchos los que alcanzan la edad de jubilación sin saber freír un huevo. Es el caso de Juan Solana, de 68 años y natural de Arnedo (La Rioja). “Me he dedicado toda la vida a hacer fardelejos, un postre de origen árabe que se hace solo aquí, pero no tenía ni idea de cocinar nada más. Mi señora lo hace de maravilla y he sobrevivido gracias a ella”, admite. Juan es uno de los alumnos del curso de cocina para mayores de 60 años que el Ayuntamiento de Arnedo puso en marcha el año pasado. “Es una generación donde los hombres, habitualmente, no se ocupaban de las tareas de la casa y queríamos concienciar de que es un buen momento para responsabilizarse junto con las mujeres”, explica la concejala de Igualdad, Rosa Herce. Esta semana han entregado los diplomas a los 15 participantes de la tercera edición, pero pronto comenzará una cuarta “porque ha tenido muchísimo éxito”.
En Leganés (Madrid), ya se ha puesto el delantal la sexta promoción del programa municipal Academia Mayorchef, por donde han pasado más de medio centenar de hombres mayores de 65 años. Las primeras clases se llevaron a cabo durante la pandemia, en el propio domicilio de los vecinos, después de que la concejalía de mayores detectara que muchos se encontraban en situación de vulnerabilidad al no saber cocinar ni organizar la compra diaria. La mayoría habían perdido a sus parejas o estaban enfermas. “Mi mujer se ha roto la cadera y ahora me toca cocinar a mí”, comenta sonriente Alfonso Corrochano, de 79 años, mientras pica cebolla a una velocidad envidiable. Las clases, por fin grupales, se imparten ahora en las cocinas del centro municipal 1º de Mayo. Esta tarde, Corrochano y otros ocho compañeros se han dividido en dos equipos para preparar patatas revolconas y marmitako bajo las órdenes del chef Carlos Sáez, jefe de cocina del restaurante madrileño Café Central. “El cambio que han pegado es brutal”, confirma satisfecho el profesor. “El curso sirve para quitarse el miedo a cocinar y que aprendan la terminología: lo que es pochar, los cortes en juliana… Así, con internet ya son capaces de hacer cualquier receta”, explica Sáez sin dejar de atender todas las dudas de su curioso alumnado.
El otro gran beneficio de las clases, según el chef, es la amistad que aflora en ellos: “Los primeros días son muy tristes por las circunstancias personales que llevan a apuntarse a algunos, pero enseguida hacen una piña y es muy bonito”. Su alumno Paco Martínez, de 72 años, considera que han “congeniado muy bien”. Cada día hay un encargado de comprar los ingredientes, pero algunos aprovechan la ocasión para juntarse fuera de las cocinas. “Hoy hemos quedado tres para ir a comprar y luego nos hemos tomado una cervecita y hemos estado tan a gusto”, relata Martínez. Su móvil guarda las fotos de todos los platos que ha aprendido a preparar. Hay carrilleras, paella, ensaladilla rusa... “Yo no tenía ni idea de cocinar y ahora me gusta porque aquí hacemos experimentos que luego desarrollas en casa y te sientes orgulloso de poder realizarlo. A mi mujer le gusta que aprenda”, afirma. La de Emilio Barrios, de 74 años, falleció hace año y medio, y estas clases (pero sobre todo sus participantes) han sido su gran apoyo para superar la pérdida. “Estuve 10 meses sin salir de casa, pero gracias a estos cursos y a esta gente estoy saliendo adelante”, confiesa, entre broma y broma, de sus compañeros. Al acabar la clase, que dura de cinco a ocho de la tarde, cada uno saca su táper y se reparten la comida para llevársela a casa.
En la escuela de cocina Bilbao Laratz de la capital vizcaína, en cambio, no queda ni un resto de lo que han cocinado los 10 hombres y las 2 mujeres que participan en sus cursos de los jueves. La directora de la escuela, Ana Olga Cachorro, lleva siete años impartiendo estas clases para mayores de 60 años que están subvencionadas, en parte, por la Fundación Kutxa, de Kutxabank. “Hay gente que nunca ha comido ciertas cosas y las come aquí por primera vez porque las ha cocinado”, cuenta. Esta mañana toca quiche, filetes rusos y pastel de ángel, un bizcocho originario de Norteamérica. Julio Collado, de 67 años, se ha decantado por el grupo de los que preparan el segundo plato. “Cuando trabajaba, comía todos los días en un restaurante. Pero me jubilé y seguir yendo al bar me salía muy caro. Antes cocinaba mi mujer, pero estoy separado”, explica, concentrado en dar forma a la carne de los filetes. Ahora, su “plato estrella” es la caldereta de pescado y marisco. “Mi hijo dice que aprender a cocinar ha sido lo mejor que he hecho. Es cuestión de tiempo, paciencia y cariño”, garantiza.
A la una de la tarde en punto, sacan vasos, vino (Coca-Cola para los que prefieren kalimotxo), aceitunas y queso, y hacen un breve descanso para tomar el aperitivo sin perder de vista los fogones. “Cocinar es la excusa para juntarnos”, exclama alguien. Cuando la comida ya está lista, recogen todo y preparan la mesa para disfrutar juntos del resultado de su trabajo. Mientras comen, y cuando Cachorro explica las recetas al inicio de la clase, son los dos únicos momentos en los que se hace momentáneamente el silencio. Luego vuelven a charlar de comida y restaurantes, de sus hijos y nietos, del Athletic y del Bilbao Basket. “Le habéis vendido esto tan bien a Loli, que ha dicho que quiere venir”, comenta Begoña Moreno, de 61 años, sobre una excompañera de trabajo. “Ya le he dicho que hable con Ana, que aquí hay mucha gente y que le tendrá que decir si puede venir o no”. Por su parte, no hay problema. Siempre hay hueco para alguien más y nunca es tarde para aprender a cocinar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.