George Clooney y Julia Roberts: un odio de cine y una amistad real
“Es divertido trabajar con amigos”, asegura el intérprete. Sus hijos llaman tía Juju a la actriz. En los últimos 20 años, ambos han compartido pantalla en cinco ocasiones, y en ‘Viaje al paraíso’ demuestran de nuevo su química
Son dos pesos pesados de un género en extinción. George Clooney (61 años) protagonizó su última comedia romántica en 2003, Crueldad intolerable. Julia Roberts (54) lo hizo en 1999, cuando sumó dos de sus grandes taquillazos: Novia a la fuga y Nothing Hill. Fue entonces cuando el género alcanzó su máximo esplendor. Aquel año, 11 de las 50 películas más taquilleras en Estados Unidos fueron comedias románticas. En 2021 ninguna producción de este género se coló en el ranking. Las aventuras épicas de los superhéroes parecen interesar mucho más que los vericuetos amorosos de un montón de gente guapa, blanca y rica. La tendencia, sin embargo, podría cambiar echando un vistazo a la recaudación de este año.
Viaje al paraíso no pretende revolucionar el género, sino la taquilla. La película cuenta para ello, como marca el canon, con dos estrellas de carisma innegable y química más que demostrada. Clooney y Roberts han compartido pantalla en cinco películas en los últimos 20 años. Ella es la novia de América, pero se le da estupendamente bien hacer de exmujer. Lo hizo ya en su primera película con Clooney, Ocean’s Eleven (2001). Lo vuelve a hacer en este filme en el que una pareja de divorciados viaja a Bali (los lugares exóticos son lugares comunes en el género) para intentar impedir la boda de su hija (sabotaje de matrimonios, otro clásico que la propia Roberts ha ejecutado alguna que otra vez).
En la ficción, sus diálogos funcionan a base de ingenio, pullas y juguetones insultos. El tipo de tono divertido y faltón que emplean dos amigos con mucha confianza en la vida real o dos divorciados en una película. Es también el estilo que usan para interpelarse en la videoconferencia con prensa de este jueves para presentar Viaje al paraíso.
Él lleva un polo azul y un reloj enorme. Se muestra moreno y relajado, como recién llegado de unas largas vacaciones en su mansión en el lago de Como, Italia, junto a su mujer, la abogada Amal Clooney y sus dos hijos, Alexander y Ella, de cinco años. Ella lleva un vestido blanco y una chaqueta oversize. El pelo le cae en dos apelmazados mechones a los lados de la cara, como si fueran unas cortinas a medio cerrar. Cuando muestra su famosa sonrisa, marca registrada, las cortinas parecen abrirse e ilumina la estancia, un lugar anónimo que podría ser un hotel caro o un palacio barato. La primera pregunta, cómo no, es sobre su amistad.
- Es divertido trabajar con amigos —dice él, añadiendo una pausa dramática—. Y con Julia.
Roberts abre las cortinas, ríe con ganas y recoge el guante.
- Esto es por la ansiedad de la separación. Ahora voy a coger un avión y nos vamos a separar y por eso me está haciendo esto.
El director, Ol Parker (Mamma mia!) y el resto del reparto ríen a carcajadas. El ambiente es relajado. Ayuda el encontrarse en una rueda de prensa virtual, las preguntas previamente filtradas y locutadas por una presentadora, los micrófonos de los periodistas silenciados. Todo está bajo control.
No lo estuvo durante el rodaje. El paraíso al que hace referencia el título es Bali (Indonesia). Pero en realidad la película se rodó en Australia, y su estancia allí se pareció más bien a un infierno. Este es uno de los países que ha adoptado políticas más estrictas de confinamiento contra la covid-19. Y parte de estas medidas coincidieron con el rodaje. El equipo vivió prácticamente en una burbuja, algo que no fue tan terrible para Clooney, que se encontraba allí con su mujer y sus hijos, pero sí para Roberts, que estaba sola. “Los Clooney me salvaron de la completa soledad y desesperación”, reconocía ella en una reciente entrevista en The New York Times. Ellos vivían en la casa de al lado, así que tomaban juntos el café por las mañanas y se hacían compañía. Tanto que los hijos del actor acabaron llamando a Roberts “tía Juju”.
Oyéndoles hablar, da la sensación de que se conocen de toda la vida. Y un poco es así. Coincidieron por primera vez en el rodaje de Ocean’s Eleven. “Nos sentamos en el suelo del hotel, pedimos unas hamburguesas y estuvimos haciendo bromas durante unas cinco horas”, rememora Clooney. “Luego dijimos, ‘Ok, vamos a empezar”. Empezaron y la cosa salió rematadamente bien. La química entre ambos fue instantánea y se trasladó a la vida real. Son amigos desde entonces. “Nos conocemos bastante bien”, dice Roberts mirando fijamente a su compañero. Tanto que, aseguran, no tienen ni que ensayar antes de grabar una escena juntos.
Ol Parker sabía que esta química podría ser el motor de una comedia romántica, género en el que ambos se habían desenvuelto con soltura por separado (él con Catherine Zeta-Jones o Michelle Pfeiffer; ella con Richard Gere o Hugh Grant), pero nunca juntos. Por eso cuando escribió el guion lo hizo con ellos en mente. Tanto que los personajes, en su versión original, se llamaban Georgia y Julian. Cuando el libreto estuvo finalizado mandó dos copias a los intérpretes y esperó pacientemente a que le dieran el sí. “Entonces yo llamé a Julia y le pregunté: ‘¿Ya lo has leído?”, explica Clooney. “Y ella: ‘Estoy haciéndolo ahora mismo’. Le dije: ‘Solo funcionará si tú lo haces’. Y ella respondió: ‘Pienso lo mismo’. Y, por suerte, así fue”.
No solo se animaron a actuar, sino que acabaron convirtiéndose en productores ejecutivos de la película. “Creo que cuando llevas un tiempo en este negocio, vas encontrando otras formas de participar”, señala Clooney. “Y dejas de estar preocupado porque el director de casting note que estás envejeciendo”. La edad es un tema que se aborda en la cinta y que ellos analizan también en las entrevistas. Ambos han envejecido delante de la cámara, y están haciéndolo con una elegante resignación. Famosa es la frase de Roberts de hace unos años: “Tan solo hay una alternativa al envejecimiento y, personalmente, prefiero envejecer. Lo que tienes que hacer es aceptarlo”.
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