Álvaro Rico: “Lo más normal en mi pueblo es que si tu hijo quiere ser actor le digas que ahí no hay porvenir”
Tras el éxito de ‘Élite’, el actor lleva años demostrando con series como ‘Las abogadas’ que no es estrella de un solo día. En 2025 estrenará ‘El jardinero’ en la misma plataforma que lo vio nacer
Ha transcurrido más de medio siglo desde que el estudiante Enrique Ruano, de 21 años, miembro del Frente de Liberación Popular, fue detenido por la Brigada Político-Social franquista en Madrid, torturado y finalmente arrojado desde un séptimo piso, en lo que las autoridades quisieron hacer pasar por espontánea ocurrencia suicida. El escándalo provocó una movilización social que llevó al régimen a declarar el estado de excepción. Fue uno de los estertores de la dictadura, que murió matando: el paso a la democracia tuvo sus mártires y fue sangriento, más de lo que el relato de la Transición modélica y pacífica invita a intuir. Entre los que dieron su vida por las libertades de la ciudadanía española estuvieron los abogados de Atocha asesinados en 1977, algunos de ellos colaboradores y amigos de Ruano. “De nuestra generación, estoy completamente convencido de que, si preguntamos, 48 de 50 no saben quién fue Enrique Ruano ni conocen o tienen una vaga idea de lo que fue la matanza de Atocha”, lamenta el actor Álvaro Rico (La Puebla de Montalbán, Toledo, 28 años).
El intérprete ha dado vida a Ruano en la serie de RTVE Las abogadas, producción de La 1 que reconstruye los años finales del franquismo desde la perspectiva de las abogadas laboralistas Manuela Carmena (a la que encarna Irene Escolar), Lola González (Paula Usero), Paca Sauquillo (Almudena Pascual) y Cristina Almeida (Elisabet Casanovas). Y Rico es el primero en admitir su ignorancia acerca de este capítulo de la historia contemporánea de España: “Sinceramente, yo no lo conocía. Quizá alguna vez había escuchado algo en casa, por mis padres o mis tíos, pero no lo ponía en contexto ni sabía realmente de qué iba. A veces la profesión tiene estas cosas, que te da la oportunidad de conocer en profundidad la historia de tu país y descubrir unos hechos que han pasado hace no tanto en la ciudad en la que vives. Obviamente, da que pensar”.
Rico aparece solamente en el primer episodio, donde el asesinato de su personaje impulsa a las protagonistas, como en un crudo despertar de la inocencia. “Está el eslogan de que la industria del audiovisual español siempre tiene el ojo puesto en la Guerra Civil, pero hay muchas historias de esos años, de la dictadura y de la Transición que no se han contado. Es muy burdo que un caso así, tan conocido por la generación de mis padres y tan importante como acontecimiento histórico, no se hubiera contado. A mí me consta que a Patricia [Ferreira, la creadora de Las abogadas, fallecida en diciembre de 2023] le valió su tiempo que alguna plataforma o cadena de televisión quisiera ir adelante con la serie”, señala. En 2022, trascendió que Movistar Plus+ había cancelado Las abogadas, así como otras producciones relacionadas con la historia de España, a raíz de la controversia con la que se recibió La línea invisible (2020), serie sobre los inicios de ETA, o Antidisturbios (2020).
Para poder representar a Ruano, el actor castellanomanchego dice que tuvo que “vencer al pudor” y cruzar una “barrera de respeto”, conceptos a los que volverá durante la entrevista. “Al final, estás interpretando a alguien que fue asesinado en esas circunstancias, sabiendo que su familia vive, sabiendo toda la tragedia que hubo detrás y el símbolo político que fue y sigue siendo”. No conoció a Margot Ruano, su hermana pequeña, después de que Patricia Ferreira, que sí se entrevistó con ella, le trasladase que era “mala idea”. Cuando coincidió con las auténticas Carmena, Sauquillo y Almeida en la presentación de la serie en la Academia de Cine, tampoco se atrevió a saludarlas, por el pudor de “estar con gente de la que había hablado tanto y que admiraba”.
Para una amplia generación de jóvenes espectadores, probablemente más de los que conozcan a Enrique Ruano, Álvaro Rico es Polo, el autor del crimen en torno al que giraban las tres primeras temporadas de Élite. Rico completó el recorrido del personaje en 2020 y, desde entonces, ha estado en El Cid (2020), en la telenovela Alba (2021), en la exigente obra de teatro sobre abusos sexuales en el fútbol Dribbling (2021), en otras producciones de Netflix como Sagrada familia (2022) y Hasta el cielo: La serie (2023) o incluso en una película de extraterrestres, Invasión, estrenada a principios de este año. Pero al actor no le importa que le sigan identificando con Élite. “No tengo que sacudirme nada. Es una serie que ha sido un fenómeno social y un éxito mundial, solo tengo palabras de agradecimiento. Me siento un privilegiado, fue un grandísimo primer paso en lo que yo quería hacer, que es desarrollar mi carrera y seguir llevando mi actuación a versiones mejoradas de mí mismo”.
Ha terminado de rodar este año El jardinero, otra serie de Netflix de temática criminal, prevista para 2025. Los papeles escabrosos parecen llegarle con insistencia (también en Alba era uno de los violadores en grupo de la protagonista), pero él no lo vincula a nada en concreto ni cree que su rostro, de expresión casi siempre ambigua, le confiera un don especial para el suspense. “Todo el mundo tiene varias caras”, contrapone en un tono inevitablemente enigmático. “Nosotros aquí sentados también las tenemos. De eso va este trabajo, de escudriñar los grises de los seres humanos. Lo blanco y lo negro no es interesante. De todos los personajes trato de sacar esos matices. El ser humano es todavía un elemento por descubrir”.
“Al hacer Élite, incluso un poco antes, empecé a tomar conciencia de dónde estaba y de lo que estaba sucediendo”
Por sorprendente que resulte en alguien que se hizo mundialmente famoso de la noche a la mañana, y por paradójico que suene para tratarse de un actor, Álvaro Rico tiene un compromiso personal con no usar ninguna máscara. “Cuando estrenas una serie, vas a un photocall o lo que sea, hay un esfuerzo de crear un personaje hacia el exterior para protegerse de esa cosa de saber que hay ojos mirándote. Posiblemente yo haya creado un personaje para apartarme de todo eso, pero cada vez me lo intento creer menos. Me genera estrés derrochar tanta energía en aparentar ante los demás”, afirma. “Intento que mi concentración esté en lo que realmente me importa, en mi entorno, en mi cuidado, en mi trabajo, en ser mejor persona. Eso, seguramente, es lo que se traducirá en ser mejor actor”.
En ese esfuerzo activo por llevar su identidad por fuera, tiene tatuada en el codo la palabra “alhaja”, con la letra de su madre. Es lo mismo que reza en su biografía de Instagram: “Soy de donde me llaman alhaja”. Dicho en otras palabras, La Puebla de Montalbán. “Todas las abuelitas y las madres tienen allí por costumbre llamar a los niños alhaja. Incluso a los mayores. Si vienes un día y comes con mi abuela, seguramente te dirá ‘Alhaja, ¿cómo estás?’. Es un apelativo cariñoso que solo he escuchado en mi pueblo”. El municipio toledano, de menos de 8.000 habitantes, fue cuna de Fernando de Rojas, el autor de La Celestina (1499), como Rico se encarga de recordar. Y, justo por eso, un lugar no tan improbable para que surja en un niño la vocación de actor.
“Allí se celebra el Festival Celestina [de teatro, música y danza]. Toda mi vida ha estado ligada al arte, a un escenario. Con cinco o seis años tocaba la guitarra en una orquesta cuyo director era mi tío, estaba bailando jotas, haciendo teatro o de carnaval”. Su casa, cuenta, era una casa de artistas donde nadie se dedicó a serlo profesionalmente. Volvemos ahí al asunto del respeto. “En mi casa, al mundo del arte siempre se le ha tenido un respeto que no sé hasta qué punto ha sido bueno para mí”, confiesa. “A mí me encanta el flamenco y en mi casa se ama el flamenco, pero se tiene como una cosa tan purista que no sé si para mí ha sido una barrera, de no atreverme a hacerlo por no saber cómo se iba a ver en mi casa. Mis padres y mis tíos me han inculcado un respeto que, para mí, decir que quería ser actor era como algo vanidoso. He tenido que romper esa barrera también”.
“Pensarían: ‘Bueno, va a Madrid, va a hacer unas pruebas que seguramente no va pasar, se le quitará la idea, vendrá, hará una carrera y será abogado’. Pero salió mal, me cogieron”.
Rico disculpa y entiende a sus padres: “Criado y construido en un pueblo, sin pertenecer a nada de esto, lo más normal si tu hijo te dice que quiere irse a actuar a Madrid es que pienses: ‘¡Aquí no hay porvenir!’. Que a unas personas humildes, trabajadoras, de pronto les venga que el niño se crea actor…”. También insiste en que nunca le prohibieron nada. “Pensarían: ‘Bueno, va a Madrid, va a hacer unas pruebas que seguramente no va pasar, se le quitará la idea, vendrá, hará una carrera y será abogado’. Pero salió mal, me cogieron”.
El lugar en cuestión donde le seleccionaron fue la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD), de la que dice que “era como Hogwarts”. “Me tiraba todo el día allí haciendo esgrima, acrobacia, actuación, canto… Venía alguien a decirme que me quería tal repre y yo: ‘Pues muy bien’. No era consciente de nada. ¿Sabes? Era más feliz, disfrutaba más todo. La inconsciencia, bien llevada, tiene algo de seguir siendo espontáneo que a mí me encantaba”.
“Al hacer Élite, incluso un poco antes, empecé a tomar conciencia de dónde estaba y de lo que estaba sucediendo, de lo que quería hacer en mi vida y hacia dónde quería llevar mi carrera”, enuncia no sin cierto pesar. “Pierdes esa espontaneidad, pero también ganas por otro sitio. Uno tiene que decidir cómo quiere hacer las cosas, no que vayan surgiendo porque sí”. El despertar de Álvaro Rico, de momento, parece estar siendo plácido. A su interpretación de Ruano en Las abogadas y el liderazgo en el reparto de El jardinero le seguirá un papel en la próxima película de Gracia Querejeta, La buena suerte, basada en la novela homónima de Rosa Montero. La barrera del respeto no se atraviesa con los ojos cerrados.
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