Pamela Anderson y Tommy Lee, la última pareja del rock convertida en una fábula sobre todo lo que hoy ya no aceptamos
‘Pam y Tommy’, la serie que se está grabando sobre dos leyendas de los noventa y precursores de la fama viral, puede cambiar la percepción que tenemos sobre aquellas parejas que percibíamos como “salvajes” y “apasionadas” y, en el nuevo siglo, son simplemente problemáticas y tóxicas
Vista la constante inspiración que las series encuentran en celebridades del pasado cercano, no es de extrañar que le llegase el turno a la última gran pareja del rock: Pamela Anderson y Tommy Lee. La serie Pam & Tommy, que consta de ocho episodios, se sumará a grandes éxitos de este género como Halston o The People v. O. J. Simpson: American Crime Story (que este año versará sobre el escándalo Clinton-Lewinsky). No hay de momento fecha de estreno porque apenas ha empezado a rodarse, con Lily James y Sebastian Stan como protagonistas, pero la caracterización de los actores en las imágenes promocionales ha desatado una riada de reacciones. Vuelven las cejas al hilo, los piercings, los lametones en público y la exaltación de un modo de vida excesivo, hedonista... y, visto hoy, problemático.
Anderson y Lee fueron una pareja explosiva desde el principio. Se conocieron la noche de fin de año de 1994 en el club Sanctuary de Beverly Hills (California), del que Anderson era una de las propietarias. Lee iba drogado y, como resumió en su libro de memorias, Tommyland (Atria Books, 2004): “Puesto de éxtasis, Joan Rivers parece Pamela Anderson, así que imaginad lo que debe parecer Pamela Anderson”.
Obsesionado con la que era entonces probablemente la mujer más deseada del mundo gracias a su papel de C. J. Parker en Los vigilantes de la playa, Lee no dudó en seguir a la estrella —sin haber sido invitado— a un viaje de trabajo a Cancún. Allí, tras mucha insistencia, ella aceptó tomar algo con él. 96 horas después, el 19 de febrero de 1995, se casaban. La noticia dio la vuelta al mundo no solo por el impagable reclamo que ejercía Anderson, precursora de las noticias atrapaclics (creadas para generar visitas de usuarios), sino porque Tommy Lee era el batería de la banda de metal Mötley Crüe, un grupo tan conocido por sus excesos —sus miembros pasaron por sobredosis de drogas, accidentes de coche y prisión— como por su potencia sobre el escenario. Lee contaba además con pedigrí en los tabloides: había estado casado durante siete años con la actriz Heather Locklear cuando ella era una de las jóvenes estrellas del culebrón Dinastía.
Pasado el impacto inicial (y el disgusto de sus respectivos parientes y agentes), el mundo se rindió a la evidencia: Anderson y Lee parecían hechos el uno para el otro. Encarnaban el sueño americano —aunque ella es canadiense— en su versión más decadente y popular, un sueño de consumo fácil y rápido. ¿Cómo no iba a funcionar en revistas y cotilleos el amor entre un rockero salvaje y un icono sexual? Además, a pesar de su radical aspecto, Lee y Anderson eran canónicos: guapos y enamorados, se habían casado y pronto tuvieron dos hijos. Y eran una máquina de hacer dinero.
Ese dinero venía de explotarse a sí mismos y a sus marcas, pero no solo. Ya eran famosos por su trabajo. Por encima de todo, Anderson era actriz —si bien siempre despreciada por su condición de mito sexual acuñado en las páginas de Playboy— y Lee, músico. Su fama se fundamentaba en una profesión, una forma de alcanzar notoriedad decididamente del siglo XX. Lo curioso es que la siguiente encarnación, la de los famosos por ser famosos, llegaría en buena parte gracias a uno de los hitos de su relación. Un hito y también un delito.
Si hay tres palabras que las personas criadas en los noventa evocan al pensar en Pamela y Tommy Lee, son “cinta porno casera” (sobre esto parece que versará gran parte de la serie de televisión). La pareja había grabado su vida en común a lo largo de varios meses de 1995, incluido un encuentro sexual a bordo de un barco. Entonces llegó un electricista, Rand Gauthier, a quien Lee había tratado con violencia y malos modos durante una reforma de su casa. Gauthier se vengó robando la caja fuerte de la pareja. Allí encontró algo más valioso que las joyas y las armas de Lee: una pequeña cinta de vídeo.
Las imágenes llegaron a internet, una revolución que todavía estaba en pañales. Acabó siendo el vídeo más descargado del mundo. Anderson y Lee aprendieron, y quizá fueron los primeros, que estas cosas no se pueden frenar. Terminaron firmando un acuerdo para no hundirse en pleitos eternos —ella estaba, además, embarazada de siete meses de su segundo hijo—, pero niegan haber percibido beneficios por el escándalo subsiguiente.
El asunto de la cinta porno casera sirve para tomarle el pulso a los tiempos. En los ochenta, una grabación de este tipo supuso un bache en la carrera de Rob Lowe (si bien, en este caso, una de las participantes era menor de edad). En los noventa afianzó la presencia de Lee y Anderson como iconos pop, si bien contra su voluntad. En la primera década del siglo XXI, esta práctica creó nuevas estrellas mediáticas que vieron en la crisis su gran oportunidad.
Fue ese el caso de Paris Hilton con One Night in Paris, cinta que vio la luz en 2004, aunque se había grabado tres años antes. También su entonces asistente, Kim Kardashian, saltó a la fama por un vídeo similar que fue aprovechado con rapidez de águila y fino olfato comercial por su madre, Kris Jenner. Con la notoriedad que les otorgó el vídeo, Jenner creó el programa de telerrealidad Keeping Up with The Kardashians, primera piedra del imperio que hoy regenta la familia. Lanzado en 2007, sigue en emisión (terminará este año tras una veintena de temporadas).
En el caso de Anderson y Lee, la cinta terminó por desestabilizar un matrimonio ya debilitado por las crisis de celos de él. Otro ejemplo de algo que se veía como normal, incluso deseable en los noventa, y hoy se considera censurable y tóxico.
La vida de rockero de Lee era exactamente lo que se esperaba de ella: una constante de tatuajes, sexo, borracheras espectaculares y desenfreno. El libro Los trapos sucios (Es Pop Ediciones) lo cuenta en detalle, primero de un modo festivo… y luego como algo triste. La relación de Lee y Anderson era de las que entonces se consideraban “apasionadas”, típicas del rock and roll. Hoy ese tipo de romances reciben adjetivos como tóxicos, abusivos y violentos.
Hubo agresiones probadas: durante una discusión delante de sus hijos pequeños, Lee cuenta que empezó a golpear los muebles de la cocina. “Le di [a Anderson] una patada en el culo para ayudarle a ponerse en marcha”. La versión de Anderson utiliza un lenguaje menos informal: “Estaba sosteniendo a Dylan en brazos mientras lo amamantaba, cuando Tommy me atacó físicamente con total desprecio por mi seguridad y, lo que es más importante, por la de nuestros hijos. Tommy me pateó violentamente en la espalda varias veces y en las nalgas. Estaba completamente fuera de control”.
La actriz denunció a su marido por abusos físicos y verbales. Lee fue condenado a seis meses de prisión, de los que cumplió cuatro. Ella solicitó el divorcio, pero volvieron, rompieron y volvieron a ser pareja en varias ocasiones. Se podría ver como una muestra del literario ni contigo ni sin ti; con ojos más actuales, se interpreta como una codependencia de esas que no trae más que dolor a los implicados. La forma en la que la serie venidera trate aquel amor, tan sincero como destructivo, puede mostrar ese cambio de paradigma.
Hoy, tanto Anderson como Lee tienen apenas un millón de seguidores en Instagram cada uno, una cifra modesta en comparación con otras estrellas y que evidencia el relevo generacional entre el mundo que les aupó a la fama, creada hace 30 años, y el de hoy. Además, en enero de 2021, ella anunció que dejaba las redes sociales, en las que “nunca había estado interesada”, para dedicarse a “leer y estar en la naturaleza”.
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