Turquía anuncia que ha comprado a Rusia misiles de defensa antiaérea
La adquisición de los S-400 rusos, anunciada por Erdogan, preocupa a los socios de Ankara en la OTAN
Las relaciones entre los presidentes Erdogan y Putin asemejan por momentos a los romances de las telenovelas turcas. Hace poco más de un año que los Gobiernos que encabezan pusieron fin a su grave crisis bilateral, derivada del derribo de un caza ruso en la frontera turco-siria y que durante seis meses pareció que iba a llevarles al enfrentamiento directo, pues volaban graves acusaciones de una capital a otra (Rusia incluso aprobó sanciones contra Turquía que, en algunos sectores, no se han levantado por completo). Pero aquella historia y esos desencuentros están ya enterrados en el olvido, como si nunca hubiesen ocurrido, y los dirigentes turcos se han echado en brazos de sus pares rusos con renovada pasión.
Este martes, para confirmar esta relación estratégica, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, aseguró que ya se ha entregado un anticipo de la compra del sistema de misiles ruso S-400, incompatible con la tecnología de la OTAN. Ello promete avivar las tensiones con la Alianza Atlántica, a la que Ankara pertenece desde 1952 pero con cuyos miembros -especialmente Estados Unidos y Alemania- las relaciones se han deteriorado en los últimos años hasta tal punto que varios países han congelado las ventas de armas a Turquía.
“Nuestros amigos han firmado los S-400. Hasta donde yo sé, ya se ha pagado un depósito. El proceso continuará con la concesión de un crédito ruso. Tanto el señor Putin como yo estamos decididos en este tema”, afirmó el mandatario turco a los periodistas que regresaban junto a él de una visita oficial a Kazajistán. Es un sistema de protección antiaérea de última generación: sus misiles pueden derribar aviones y misiles balísticos no estratégicos a una distancia de hasta 400 kilómetros y a una altura de 27.000 metros. En una ulterior confirmación de que la adquisición va por buen camino, el asesor de Putin en cooperación técnica y militar, Vladímir Kozhin, confirmó el acuerdo e informó de que “se está preparando todo para implementarlo".
Grecia también dispone de un sistema antiaéreo ruso
Turquía justifica la compra del sistema en que otro socio de la OTAN, Grecia, también dispone de un sistema ruso, el S-300 (versión anterior al S-400). Pero el hecho de que Atenas tenga esta tecnología militar tiene que ver directamente con Ankara: a finales de la década de 1990, el Gobierno de Chipre -en conflicto con Turquía desde que este país invadió el tercio norte de la isla en 1974 para socorrer a la minoría turcochipriota- anunció el despliegue de dos baterías de S-300. Chipre no es socio de la OTAN -durante la Guerra Fría se incluyó en el bando de los No Alineados- y por tanto no había problemas en la adquisición de los misiles rusos, pero Turquía lo consideró un acto de agresión y amenazó con atacar la isla. Finalmente se logró un compromiso para calmar las aguas y en 1998 la Fuerza Aérea de Grecia se hizo cargo de ellos y los instaló en la isla de Creta, desde donde no tienen rango para alcanzar el espacio aéreo turco.
El anuncio de Erdogan llega al día siguiente de que Alemania dijera públicamente que iba a dejar en suspenso la venta de armas a Turquía en protesta por la represión y como modo de aumentar la presión sobre su Gobierno y lograr la excarcelación de una docena de ciudadanos germanos detenidos por cuestiones políticas. El ministro turco de Asuntos Europeos, Ömer Çelik, respondió que la medida “debilita la lucha de Turquía contra el terrorismo y eso significa hacer el futuro de Europa más vulnerable”, ante lo que la canciller Angela Merkel precisó más tarde que las restricciones se harán caso por caso.
“Dan tanques, cañones y blindados a organizaciones terroristas y, en cambio, nosotros no podemos garantizarnos nuestras necesidades aunque paguemos por ellas”, se quejó este martes Erdogan en referencia a que varias adquisiciones armamentísticas turcas han sido bloqueados por los Parlamentos y Gobiernos de algunos países occidentales en protesta por las violaciones de derechos humanos en el país euroasiático.
El culebrón de los misiles turcos se remonta un lustro atrás, cuando Ankara, dentro del proceso de modernización de sus Fuerzas Armadas, abrió una licitación para la compra de uno de estos sistemas defensivos. En 2013, Ankara seleccionó la oferta de la empresa china CPMIEC frente a las propuestas del conglomerado franco-italiano Eurosam y del estadounidense Rayheon-Lockheed Martin, pero dos años más tarde hubo de dar marcha atrás ante las ampollas que levantó este asunto entre sus socios de la OTAN. “Esta vez, en cambio, van más en serio. Entonces, las relaciones de Turquía con sus socios occidentales eran buenas, pero ahora hay problemas significativos con Estados Unidos”, sostiene Emre Ersen, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Mármara. Especialmente separa a ambos países, antaño socios estratégicos, el apoyo que brinda Washington a las milicias kurdo-sirias YPG en su lucha contra el Estado Islámico en Siria. Dicha organización está hermanada con el grupo armado kurdo PKK, activo en Turquía desde 1984, al que Ankara y varios de sus socios occidentales consideran terrorista, por lo que Erdogan exige que se aplique la misma caracterización a las YPG y cese el envío de armas.
“La importancia de la compra de este sistema antimisiles ruso radica en que es un mensaje a EEUU. Turquía se siente impelida a unir fuerzas con Rusia para evitar la creación de un Estado kurdo en el norte de Siria (donde combaten las YPG)”, sostiene el analista Ersen. En resumen, Ankara busca forzar a Washington -y también a Europa- a tomar una decisión: Turquía o los kurdos.
Pero sigue habiendo dudas sobre la viabilidad práctica del sistema ruso. La Alianza Atlántica distribuye sistemas y códigos militares entre sus socios a través de programas de alto secreto que está prohibido instalar en sistemas producidos por estados que no formen parte de la OTAN. Ello significa que Turquía no podría coordinar su sistema de misiles con el radar de alerta temprana que comparten los miembros de la Alianza.
Si efectivamente se cumple el acuerdo como dice Erdogan, Ankara deberá pagar 2.500 millones de dólares por dos baterías de S-400 y, supuestamente, Rusia colaborará en la construcción de otras dos en instalaciones turcas, aunque este punto no ha sido confirmado por Rosobornoexport, la empresa estatal rusa encargada de la venta. La transferencia de tecnología es una de las exigencias clave de Turquía, que está empeñada en hacer de su industria de Defensa una de las más punteras del globo (de momento con resultados dispares). Ni las empresas de EEUU a las que Turquía pretendía comprar helicópteros militares ni la compañía china de la que quiso adquirir el sistema antimisiles han aceptado entregar a Ankara sus conocimientos militares. Tampoco parece que Rusia vaya a hacerlo, aunque se podría llegar algún acuerdo intermedio. “Para cuando Moscú entregue los S-400 a Turquía, en 2020, ya tendrá a su disposición la nueva generación de S-500 -explica Ersen-. Así que esta venta es una muestra de poderío ruso al mundo: es capaz incluso de vender armas a un miembro de la OTAN”.
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