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Cuando los olvidados de Marruecos dicen basta

Tras más de un año de manifestaciones en el Rif otros municipios se rebelan contra el abandono y la falta de empleo

Francisco Peregil
Vecinos de Zagora, en el sur de Marruecos, esperando a llenar las garrafas de agua en un pozo público que presenta escasez
Vecinos de Zagora, en el sur de Marruecos, esperando a llenar las garrafas de agua en un pozo público que presenta escasezGETTY

Primero fue Alhucemas. La muerte de un vendedor de pescado triturado en un camión de basura sacó a la luz en el Rif un magma de descontento enorme. Nacía así en noviembre de 2016 el llamado Hirak Chaabi (Movimiento Popular, en árabe), una asociación que no respondía a ningún partido. Hoy, según Amnistía Internacional, hay 400 rifeños encarcelados o procesados a causa de aquellas manifestaciones. Las protestas en el Rif parecen controladas, aunque no extinguidas. Sin embargo, otros Hirak, con las consiguientes detenciones, han prendido en algunas de las zonas más olvidadas del país.

En noviembre murieron 15 mujeres aplastadas en una estampida cuando esperaban un reparto benéfico de comida en el pueblo sureño de Sidi Bulaalam. Esa tragedia no desencadenó protestas sociales. Sin embargo, el pasado 22 de diciembre fallecieron en el noroeste del país dos hermanos mineros, de 22 y 30 años, cuando se inundó el yacimiento abandonado de carbón donde trabajaban. Y eso ha despertado el anhelo de justicia social en la zona. Sucedió en el municipio de Yerada (40.000 habitantes), a unos 60 kilómetros al sur de Uchda, próximo a la frontera con Argelia. El país tomó conciencia del tráfico ilícito de carbón que se registra en esa comarca. La prensa informó sobre las penosas condiciones de vida de la población, sobre los caciques que se benefician del tráfico ilícito. Los vecinos reclaman una reducción en las facturas de luz y agua, la creación de alternativas económicas y justicia contra los políticos locales.

El Gobierno ha prometido un plan de urgencia en la zona, pero las movilizaciones prosiguen. Varios sindicatos han convocado para este viernes una huelga general en la zona, y ya es la tercera en menos de un mes. “Hasta ahora hemos obtenido promesas”, señala Mohamed Elouali, miembro en Yerada de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH). “Y solo ha venido aquí el ministro de Minas y Energía. No hay medidas concretas sobre la mesa”.

Las tensiones no se detuvieron ahí. El 11 de enero, en el pueblo de Tendrara, a unos 30 kilómetros de Argelia y 140 kilómetros al sur de Yerada, resultó atropellado por un camión un niño de 11 años. La ambulancia tardó más de una hora en llegar, según los vecinos, y eso volvió a desembocar en protestas contra el abandono de la zona. Ya en 2005 este diario publicaba un reportaje donde se describía cómo la emigración era la única esperanza para muchos menores de Tendrara. No había una sola casa en donde no hubiera salido alguien hacia Europa. Muchos de ellos llegaron a la Comunidad Valenciana. Ahora hay siete manifestantes condenados a seis meses de prisión firme.

Khadija Ryadi, expresidenta de la AMDH y miembro del comité consultivo de esta organización, cree que el Hirak del Rif ha animado a protestar a los habitantes de otras zonas del país. “Pero incluso si nadie hubiera salido en el Rif, la situación alarmante de estas zonas también habría hecho salir a la gente a las calles. Y eso a pesar de toda la represión violenta que ha habido”.

En las dos últimas décadas se han implantado programas de desarrollo que han conseguido disminuir la pobreza. Pero también han hecho aumentar la esperanza de los ciudadanos David Goeury, politólogo francés asociado al centro de análisis marroquí Tafra

Cuando aún no se habían sofocado las protestas en el Rif, entre agosto y septiembre, se produjeron en el pueblo de Zagora (de 30.000 habitantes, en el este del país, a las puertas del Sáhara), lo que se conoció como el Hirak del agua, o las manifestaciones de la sed. Cientos de vecinos de se quejaban de la escasez de agua potable y protestaban contra la mala gestión de los recursos hídricos. Hubo 23 detenidos, de los cuales aún ocho permanecen en la cárcel.

Khadija Ryadi recalca que en Marruecos siempre ha habido políticas discriminatorias. “Solo algunas familias de la clase dominante acaparan las riquezas del país, en una economía de renta y en una opacidad casi total. El presupuesto de Palacio es enorme en relación incluso con ciertas monarquías de países ricos. Además, es un tabú. Nadie, ni siquiera los diputados que aprueban ese presupuesto se atreven a discutirlo. La primavera de 2011 consiguió vencer el miedo a protestar. Pero el resultado de las revoluciones que cayeron en el caos ha devuelto el miedo en los marroquíes. La gente reacciona solo cuando la miseria y la injusticia alcanzan niveles demasiado altos, . Es ahí cuando la gente siente en sus carnes y en la de sus próximos la violencia de esas políticas de privatización y pillaje”.

David Goeury, politólogo francés asociado al centro de análisis marroquí Tafra cree que las últimas protestas provienen de contextos locales muy distintos y es muy difícil compararlas. Opina que hay quienes pretenden resaltar ciertos elementos comunes para sacar un provecho político. También piensa que el fenómeno de las manifestaciones en pequeños municipios aislados y pobres es antiguo en Marruecos.

No obstante, el politólogo asume que hay elementos comunes en esas protestas: “En todas ellas se emplea la palabra Hirak, porque ha tenido éxito entre los jóvenes manifestantes de otras ciudades y también en la prensa. Esa palabra traduce una fuerte ruptura entre los jóvenes y sus representantes. Los jóvenes rechazan cualquier vínculo con las organizaciones políticas tradicionales y con los políticos locales. Y, además, las protestas suelen suceder en lugares que padecen una escasez cruel de empleo privado”.

Goeury afirma que en las dos últimas décadas se han implantado programas de desarrollo que han conseguido disminuir la pobreza. “Pero también han hecho aumentar la esperanza de los ciudadanos”. Añade que las autoridades han aprendido las lecciones de Alhucemas y reaccionan cada vez más rápido. “Pero es poco probable”, advierte, “que el Gobierno o los Consejos Territoriales consigan responder a corto plazo a la cuestión de fondo: la falta de empleo privado en las ciudades medianas de la periferia”.

“Alhucemas es un ejemplo para el resto del país”

FRANCISCO PEREGIL

Reda Benzaza, antiguo portavoz en Alhucemas del Hirak y ahora en el exilio, cree que la influencia de las protestas del Rif en las últimas protestas registradas en Marruecos es innegable. "Los acontecimientos de Yerada y Tendrara señalan una tendencia y una línea, un hartazgo generalizado. Evidentemente, el Hirak y sus valores pacíficos son un ejemplo para el resto del país. Lo que nunca cambia es la respuesta por parte del Estado: represión y encarcelaciones para retrasar el fin de un modelo basado en la desigualdad, vulneración de los derechos humanos y corrupción sistematizada en todas sus escalas".

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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