La industria militar china crece a pasos de gigante
Las últimas investigaciones sitúan a Pekín como segundo productor mundial de armamento, solo por detrás de Estados Unidos y muy por delante de Rusia
A finales del siglo pasado el gasto militar de China era comparable al de España. El próximo viernes, consumado el Brexit, la inversión anual de Pekín en Defensa superará a la de los Veintisiete. La transformación de sus Fuerzas Armadas ha convertido a China en una superpotencia que desafía la hegemonía de EE UU. A diferencia de Arabia Saudí o Argelia, la modernización de su Ejército no se ha sustentado en la compra de armas, sino en la reconversión de la industria. La falta de transparencia no ha permitido calibrar el peso real de los fabricantes de armamento chino en las últimas décadas, pero investigaciones recientes con una metodología específica para estas empresas han sacado a la luz datos concluyentes: China es el segundo productor mundial de armas tras EE UU y a gran distancia de Rusia, tercero.
El Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI) publica hoy un informe en el que por primera vez trata de cuantificar la producción de armamento en China. El estudio se limita a cuatro de las principales compañías que fabrican material militar en el país asiático. El análisis de las ventas realizadas por estas empresas durante 2017 sitúa a todas entre las 20 con mayores ingresos del mundo —tres de ellas entre las 10 primeras—. En total, suman unas ventas por valor de 49.000 millones de euros, aunque los investigadores creen que la cifra real podría ser superior.
De estas empresas, la más potente es Aviation Industry Corporation of China, especializada en aeronaves y con 460.000 empleados. A tenor de los nuevos datos, las ventas de AVIC de aviones de uso militar superan a las de la europea Airbus, solo por detrás de las estadounidenses Lockheed Martin y Boeing. Además, sus ventas crecieron un 34% entre 2015 y 2017, mucho más que las de cualquier competidor. Por su parte, China North Industries Group Corporation (Norinco) —octavo fabricante de armas mundial, según el informe—, produce armas y vehículos de combate terrestre. Y en el peldaño siguiente, China Electronics Technology Group Corporation se centra en equipamientos electrónicos. “Casi todas las empresas chinas de armamento son de propiedad estatal y están muy especializadas. Las estadounidenses son privadas y están mucho más diversificadas”, señala por teléfono Nan Tian, investigador del SIPRI.
La industria armamentística china gira en torno a una decena de empresas públicas que también producen bienes para uso civil. Todas se fundaron en 1999. Lucie Béraud-Sudreau y Meia Nouwens, dos investigadoras del International Institute for Strategic Studies (IISS), diseccionan desde hace años los documentos públicos (balances anuales, informes de auditorías, calificaciones crediticias…) relativos a estas empresas. No solo de las compañías en cuestión, sino también de los centenares de filiales y las empresas privadas que subcontratan. Cruzando los datos relativos a la facturación anual con la información pública sobre los bienes de uso civil, Béraud-Sudreau y Nouwens estiman el valor de las ventas de material clasificado.
A partir de este trabajo, el SIPRI empleó su propia metodología y descartó el análisis de seis de las compañías al considerar la información insuficiente o poco fiable. Las dos constructoras navales (China Shipbuilding Industry Corporation y China State Shipbuilding Corporation) no se incluyen en su informe, aunque sí se hace una referencia a que la cifra de destructores, corbetas, fragatas y submarinos vendidos en 2017 es muy superior a la de cualquier fabricante de EE UU. A finales de 2019, Pekín dio luz verde a la fusión de ambas, que según cálculos de las expertas del IISS se convertirá en otra de las 10 mayores fabricantes mundiales de armas y la primera de su sector.
La clasificación anual del SIPRI —sin contar con las chinas— establece que en 2017 de las 100 primeras compañías armamentísticas del mundo, 76 son empresas con sede en Estados Unidos, Europa occidental y Rusia, y en conjunto estas acaparan el 90% de la venta de armas. Entre las 20 primeras, 11 son estadounidenses (que ocupan también los cuatro primeros puestos), seis de Europa occidental y tres rusas. Pese a no disponer de datos precisos, Nan Tian opina que las 10 compañías chinas estarían casi con seguridad entre las 100 primeras.
“Xi Jinping considera la colaboración entre el sector público y privado en el ámbito militar una prioridad nacional”, explica Nouwens en un correo electrónico. La investigadora del IISS señala que en los últimos años Pekín ha liberado más de 8.000 patentes, muchas relacionadas con la industria militar. “La idea es que la fabricación de los componentes más sencillos recaiga cada vez más en compañías privadas y que gigantes como AVIC o Norinco se centren en la innovación y desarrollo de tecnología puntera”, añade.
A pesar del ritmo vertiginoso al que avanza su tecnología militar, los fabricantes chinos no logran de momento ser competitivos en algunos sectores específicos —“motores aeronáuticos y sistemas de propulsión naval son claros ejemplos”, según Nouwens—. Para remediarlo, Pekín ha recurrido a empresas extranjeras, a través de programas de cooperación o directamente absorbiéndolas, como en el caso reciente de la ucrania MotorSich. El presunto hackeo de información clasificada de sus adversarios —denunciado por EE UU, Canadá y la India, entre otros— también se habría convertido en una herramienta de innovación del armamento chino.
Drones codiciados
A diferencia de la de los países europeos, la supervivencia de la industria armamentística china no depende de su capacidad exportadora. Aun así, sus exportaciones de material militar se incrementaron en un 310% entre 2000 y 2017, según el SIPRI. Las importaciones se redujeron a menos de la mitad en ese periodo. La mayoría de los ingresos provienen de la venta de barcos militares a Pakistán, Argelia, Bangladés y Myanmar.
Han sido, sin embargo, los drones chinos los que han seducido a más de una decena de países; entre ellos Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, permitiendo a Pekín penetrar en el lucrativo mercado de las monarquías del Golfo. Además, las guerras en Libia y Yemen sirven de escaparate para exhibir las cualidades de los aviones no tripulados de fabricación china. En el país magrebí, las tropas rebeldes del mariscal Jalifa Hafter han lanzado casi un millar de ataques con drones chinos, según informes de la ONU. Los analistas creen que el material llegó a Libia —violando el embargo de armas decretado en 2011— a través de Emiratos o Egipto, aliados de Hafter. En Yemen, además de sus aviones de combate de fabricación occidental, tanto saudíes como emiratíes han utilizado drones diseñados en China.
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