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Panshir, el último bastión que resiste a los talibanes

El anterior vicepresidente, Amrullah Saleh, llama a la resistencia y pone como ejemplo la provincia del noreste, la única del país que no ha caído en manos del grupo integrista

Hombres armados que apoyan a las fuerzas afganas, junto a sus vehículos en Bazarak, en la provincia de Panshir, este jueves.
Hombres armados que apoyan a las fuerzas afganas, junto a sus vehículos en Bazarak, en la provincia de Panshir, este jueves.AHMAD SAHEL ARMAN (AFP)
Ángeles Espinosa

Al dominio talibán en Afganistán solo ha resistido una de sus 34 provincias. Se trata de Panshir, un territorio que enarbolan como bastión de la resistencia las escasas voces políticas que aún instan a plantar cara al grupo fundamentalista. Uno de esos representantes del anterior poder afgano, el exvicepresidente Amrullah Saleh, llama a los afganos a sumarse a ese movimiento. Las fuentes consultadas muestran su escepticismo respecto a la fuerza que puedan tener estos focos opositores para revertir la situación actual.

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Saleh, un furibundo antitalibán que antes de llegar al Gobierno fue jefe de los servicios secretos y culpa al vecino Pakistán del éxito de los islamistas, se ha proclamado presidente ante la huida del anterior responsable, Ashraf Ghani, y ha subrayado en un tuit que él sigue “dentro del país” y, por lo tanto, asegura, está “legal y legítimamente cualificado para el cargo”. También dice estar consultando con otros dirigentes afganos para que respalden su reclamación, aunque no especifica quiénes. Poco después, en varios mensajes de audio, citó la resistencia de Panshir como ejemplo para el resto del país.

No es casual que la resistencia se concentre en esa región del noreste afgano que ni los talibanes ni los soviéticos lograron controlar en su día. Ya fue un bastión antitalibán durante los años noventa del siglo pasado bajo la batuta del carismático guerrillero Ahmad Shah Masud, conocido como el León del Panshir. Su orografía, un valle resguardado por empinadas montañas entre las que pasa una estrecha carretera junto al río Panchami, lo convierte en una fortaleza natural a tan solo 65 kilómetros de Kabul. Ayuda también que su población, en la actualidad menos de 200.000 habitantes, es casi exclusivamente tayika (como una cuarta parte de los 38 millones de afganos) y con estrechos lazos tribales.

Saleh, originario de esta zona, fue uno de los hombres de confianza de Masud hasta su asesinato por Al Qaeda en vísperas de los atentados del 11-S. A su lado luchó contra esa guerrilla bajo el paraguas de la llamada Alianza del Norte, que agrupó a las milicias de varios señores de la guerra que se unieron frente al régimen talibán (1996-2001), aunque no lograron acabar con él hasta que no intervino EE UU, a cuyas fuerzas prestaron apoyo sobre el terreno. Este hombre, de exquisitos modales, buen inglés y cierto aire marcial, aspira a repetir aquella gesta.

Le secunda Ahmad Masud hijo, un joven de 32 años formado en la academia militar de Sandhurst (Reino Unido). En un artículo que ha firmado este jueves en The Washington Post asegura que cuentan con el apoyo de militares, incluidos algunos miembros de las fuerzas especiales, y que tienen “municiones y armas” almacenadas desde tiempos de su padre en previsión de este día.

Varios afganos consultados se muestran escépticos sobre sus posibilidades. “Es cierto que Panshir es la única provincia que los talibanes no han conquistado, pero si cuando tenían un Ejército no han sido capaces de inspirarlo y pertrecharlo, no veo cómo ahora muchos menos hombres van a ser capaces de revertir la situación”, confía un político cuya vivienda custodian los milicianos islamistas. La misma fuente menciona que Saleh era “parte de un Gobierno corrupto y discriminatorio”, lo que hizo que muchos soldados y funcionarios entregaran sus posiciones sin resistencia.

Las mismas dudas suscita en un exgeneral afgano que ahora vive en Dubái. Su sonrisa ante la pregunta lo dice todo. “Sin duda, pueden defender el Panshir, pero su aislamiento les obligará a encontrar algún arreglo político”, responde descartando que tengan capacidad de conquistar Kabul. “Los afganos estamos muy cansados de guerras”, concluye.

Más allá de esa provincia concreta, y a la espera de que los talibanes anuncien su Gobierno, Ashraf Ghani, el mandatario huido, y su vicepresidente Saleh han empezado a disputarse la presidencia de Afganistán. Al menos en teoría. Mientras Ghani da a entender que quiere volver y unirse a los extremistas islámicos, Saleh llama a la resistencia. Si con todos los medios del Estado a su disposición fueron incapaces de frenar el avance de la guerrilla, resulta improbable que ninguno de ellos logre ahora dar la vuelta a la tortilla. De encontrar suficiente apoyo entre la población, la resistencia tal vez desate una guerra civil, pero los afganos están agotados tras cuatro décadas de violencia.

Mientras, en un giro inesperado después de tres días en paradero desconocido, el huido Ghani reapareció el miércoles por la noche en Emiratos Árabes Unidos (EAU). Después de que las autoridades de ese país confirmaran su presencia, el hombre al que muchos afganos acusan de traidor por haberles dejado solos sorprendió con un vídeo en el que da a entender que quiere volver a Afganistán. “Estoy en consultas con otros hasta que regrese y pueda continuar mi lucha por la justicia para los afganos”, afirma en la grabación de poco más de nueve minutos difundida en su página de Facebook.

Ghani reitera un mensaje anterior en el que defendió su salida de Kabul “para evitar un baño de sangre” y asegura que hasta ese momento su intención había sido trabajar con los talibanes. De hecho, expresa su respaldo a las negociaciones que sus rivales políticos, el expresidente Hamid Karzai y el jefe del Consejo de Reconciliación, Abdullah Abdullah, están manteniendo con dirigentes del grupo islamista. Da la impresión de que el hasta ahora presidente quiere sobre todo salvar su honra. “Me fui solo con un shalwar kamis y un chaleco”, declara en referencia a la camisa larga y pantalones amplios tradicionales de la región. “Quienes dicen que me llevé dinero me difaman”, añadió, en respuesta a las informaciones de que huyó del país con 169 millones de dólares (unos 145 millones de euros) en varias bolsas.

Sin un partido político ni una milicia detrás, resulta inimaginable que este tecnócrata de 72 años que se curtió profesionalmente en el Banco Mundial tenga posibilidades de volver al Gobierno. Ni con los talibanes, que siempre le han ninguneado, ni con una eventual resistencia que les plante cara.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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