La destitución del ministro Shoigú alimenta las intrigas en el ejército ruso
Sectores de las Fuerzas Armadas celebran la salida del titular de Defensa, en cuyo entorno afloran las acusaciones de corrupción, y se baraja el relevo del comandante de la invasión de Ucrania
La destitución del ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, ha provocado un terremoto en las Fuerzas Armadas. El arrinconamiento del veterano político, una de las personas más próximas al presidente Vladímir Putin, y el arresto a finales de abril de su mano derecha, el viceministro Timur Ivanov, por supuestos sobornos masivos, han sido recibidos en unos sectores del ejército con euforia y en otros con suspicacia.
Para parte de los militares y algunos influyentes blogueros de guerra —a los que el presidente ruso invitó al Kremlin el pasado junio para analizar las deficiencias de sus fuerzas—, la destitución ha sido un golpe de Putin contra lo que llaman el clan de Rubliovka, el lujoso barrio de Moscú donde Shoigú y otros miembros de la élite poseen mansiones. Sin embargo, la guerra no da tregua y el máximo responsable de la planificación militar en el frente ucranio, el jefe del Estado Mayor ruso, Valeri Guerásimov, se encuentra ahora en una situación precaria. El Kremlin ha reafirmado al comandante en su puesto por ahora, pero persisten las dudas sobre su futuro próximo y su cese podría provocar un efecto dominó en las filas rusas.
“Lanzamiento de fuegos artificiales en instalaciones militares, regocijo general en las redes sociales, felicitaciones interminables a través de chats de teléfono: todo esto habla por sí solo”, ha sido el resumen de uno de los blogueros de guerra rusos más populares y próximos a Wagner, Semión Pégov —conocido como WarGonzo—, a su más de un millón de seguidores en Telegram.
La marcha de Shoigú probablemente arrastre consigo a todos o gran parte de sus jefes adjuntos, según ha reconocido el presidente del comité de defensa de la Duma Estatal, Andréi Kartapolov, al mismo tiempo que ha alabado a Putin por su decisión: “El presidente no se equivoca en asuntos de personal”.
El Kremlin se apresuró a resaltar este domingo que la marcha de Shoigú no llevaba aparejada ninguna revolución en el alto mando que dirige la guerra contra Ucrania. “Este nombramiento no cambiará de ninguna manera el sistema de coordenadas actual. El componente militar siempre ha sido prerrogativa del jefe del Estado Mayor, y continuará con sus actividades. Por el momento no se prevén cambios al respecto”, declaró el portavoz de Putin, Dmitri Peskov, nada más conocerse la noticia.
Operación militar encallada
Guerásimov fue nombrado comandante único de todas las fuerzas desplegadas contra Ucrania en enero de 2023. Pese a que su ejército paró la contraofensiva ucrania pocos meses después, el jefe del Estado Mayor no ha logrado doblegar a su rival en el campo de batalla y la operación militar especial sigue encallada en una guerra de posiciones. Los mínimos avances logrados estos meses los ha pagado Rusia con un enorme coste humano y material.
“Con un alto grado de probabilidad, en unos meses el general Guerásimov será reemplazado por un militar más joven y creativo”, dice a este periódico Ruslán Pujov, director del Centro de Análisis de Estrategias y Tecnologías (CAST, por sus siglas en inglés), uno de los principales think tank de asuntos militares de Rusia.
El Kremlin no espera una revolución en el frente, sino una guerra larga, según observa Pujov: “El nombramiento de un famoso economista para el puesto de ministro de Defensa significa que Putin está comprometido con una larga guerra de desgaste”.
Una opinión parecida muestra el reputado analista Mark Galeotti en su canal de YouTube. “No me sorprendería ver un nuevo jefe del Estado Mayor en cuanto [el nuevo ministro], Andréi Belóusov, meta el pie en el departamento dado que Guerásimov ha demostrado ser un jefe del Estado Mayor algo malo en tiempos de guerra, sin imaginación y tendente a emprender operaciones con enormes derroches (de fuerzas), y, sobre todo, no tener voluntad para contar a Putin algunas realidades de la guerra”.
El motín de los mercenarios Wagner en junio de 2023 supuso un punto y aparte en el delicado equilibrio de las facciones del ejército y el bando más próximo a Yevgueni Prigozhin, jefe de la compañía, perdió. El general Serguéi Surovikin, artífice de la línea defensiva contra la que se estrelló Ucrania, fue apartado después de permanecer varias semanas arrestado. Ahora, la destitución de Shoigú y la posible marcha de Guerásimov puede cambiar de nuevo la distribución de fuerzas en el estamento militar.
“Me han hecho muchas llamadas desde el frente. Palabrotas, alegría, sorpresa. Comprendí que Putin ha sorprendido. Sí, Vladímir Vladimirovich [el presidente] sabe cómo hacerlo, eso es innegable. Ahora la rueda rodará rápidamente cuesta abajo”, escribía este lunes Dmitri Steshin, corresponsal de guerra del diario oficialista Komsomólskaya Pravda.
Facciones, arrestos y recelo por las relaciones con China
El nombramiento de Belóusov, un economista ajeno a las Fuerzas Armadas, como sucesor de Shoigú se ve como un paso regenerador tanto por las facciones próximas a la línea oficial del Kremlin como por las más disidentes. Asimismo, este golpe sobre la mesa de Putin ha vuelto a abrir la veda a las críticas después de casi un año de silencio por miedo. Las protestas contra el alto mando por la fallida dirección de la guerra llegaron a su punto álgido en la primera mitad de 2023, pero varias detenciones y la muerte en agosto de 2023 en circunstancias sin aclarar de uno de sus referentes, Prigozhin, silenciaron todas las opiniones disidentes. Hasta este domingo.
Tanto Semión Pégov, cercano a Wagner, como otro conocido experto en asuntos militares más afín al Kremlin, Alexánder Kots, coinciden en que Belóusov es un “tecnócrata” y probablemente se centrará en el aspecto puramente logístico del ejército a diferencia de su predecesor. “Shoigú también era percibido como un civil dentro del ejército. Otra cosa es que tanto él como su equipo se consideraban verdaderos generales”, recalca Pégov.
Kots, por su parte, insinúa que el anterior equipo beneficiaba a algunos vendedores de armas sobre otros: “El progreso nace en una atmósfera de sana competencia y no del monopolio de un producto cuando existen análogos. Es necesario proporcionar a todos los productores igualdad de oportunidades y apoyo gubernamental. Desde drones hasta sistemas de guerra electrónica”.
El arrinconamiento de Shoigú también ha hecho emerger nuevas intrigas y acusaciones en el entorno del ejército. “Igual que existe una facción prooccidental dentro de los grupos políticos de la élite, también hay una facción prochina a la que Shoigú probablemente pertenezca”, afirma Pégov sobre el general de origen siberiano. En su opinión, el relevo del ministro “no solo es un golpe al clan oligárquico de Rubliovka, sino también al partido chino y la influencia que ha ganado en la política rusa estas décadas”.
Pégov y otros blogueros disidentes destacan la mano derecha que mostró Shoigú hacia algunos negocios paralelos con China. El que fuera responsable de todas las obras de construcción de las Fuerzas Armadas —desde los cuarteles a sus parques de ocio patrióticos—, Timur Ivanov, está siendo juzgado ahora por un supuesto soborno de más de 1.000 millones de rublos, unos 10 millones de euros.
Aunque el apoyo chino ha sido clave para que Rusia haga frente a las sanciones, la desconfianza sobrevuela las relaciones entre ambas potencias. Desde que comenzó la guerra de Ucrania han sido detenidos varios ciudadanos rusos, incluidos reputados físicos y matemáticos vinculados a los proyectos de misiles hipersónicos, supuestamente por espiar para China.
A pesar de la abrupta salida, Putin compensó a Shoigú otorgándole la secretaría del Consejo de Seguridad, un organismo asesor sin poder real, en el que han acabado los cargos más próximos al mandatario tras dejar el poder. Putin celebró su primera reunión por videoconferencia este lunes, y en ella estuvo presente el predecesor de Shoigú, el exjefe del espionaje ruso Nikolái Pátrushev, sin cargo nominal, pero con un gran poder en la sombra por su estrecha cercanía a Putin y la vinculación de ambos con el FSB, heredero del antiguo KGB.
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