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Rusia expulsa a seis diplomáticos británicos a los que acusa de espionaje

El presidente ruso eleva la tensión con la OTAN durante la visita de Starmer a Washington. Moscú advierte a la Alianza contra el posible plácet al uso de misiles de largo alcance franco-británicos por parte de Ucrania

Putin diplomáticos británicos
Keir Starmer, a su llegada a la base aérea Andrews en Maryland (EE UU), este viernesStefan Rousseau (via REUTERS)

El Kremlin ha ordenado este viernes la revocación de las acreditaciones de seis diplomáticos británicos destinados en Moscú, a los que acusa de realizar tareas de espionaje. Con esta decisión, que implica la expulsión del territorio ruso, Vladímir Putin ha redoblado su presión sobre el Gobierno del Reino Unido, uno de los más firmes aliados de Ucrania. Lo ha hecho justo cuando el primer ministro británico, Keir Starmer, comienza este viernes una visita clave a Washington, para coordinar con el presidente estadounidense, Joe Biden, una estrategia que vislumbre el final de la guerra, con una solución a largo plazo. La posibilidad de que esta reunión concluya con el permiso a Kiev del uso de misiles de largo alcance franco-británicos Storm Shadow/Scalp (con 250 kilómetros de alcance) contra las bases en territorio ruso ha enfurecido a Putin, que ha advertido a la OTAN que una medida así supondría entrar en guerra con Moscú.

“Rusia comenzó este conflicto. Rusia invadió Ucrania de modo ilegal. Rusia puede poner fin a este conflicto de manera inmediata”, dijo este jueves Starmer a los medios durante su vuelo a Washington. El primer ministro británico ha respondido con aparente firmeza a las amenazas de Putin.

El movimiento del Kremlin contra los diplomáticos británicos es interpretado por los analistas como una represalia contra Londres por ser una de las voces más firmes en defensa del incremento de ayuda armamentística a Ucrania. El Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB, el sucesor del KGB soviético) ha asegurado, según recoge la prensa local, que dispone de documentos que demostrarían que un departamento del Ministerio de Asuntos Exteriores de Reino Unido tiene asignada la tarea de promover “la escalada de la situación política y militar” y de asegurar la derrota estratégica de Rusia frente a Ucrania.

“Sobre la base de estos documentos proporcionados por el FSB, y en respuesta a los numerosos pasos hostiles dados por Londres, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia (...) ha revocado la acreditación de seis miembros del departamento político de la Embajada británica en Moscú, al ser detectadas en sus acciones señales de espionaje y sabotaje”, dice un comunicado del servicio de inteligencia.

El Ministerio de Exteriores del Reino Unido ha respondido con su propio comunicado, en el que asegura que las acusaciones de Moscú son “completamente infundadas”, y vincula la revocación de los diplomáticos con el hecho de que “el Gobierno británico tomó medidas en respuesta a las actividades llevadas a cabo por el Estado ruso en toda Europa y en el Reino Unido. No nos arrepentimos, en absoluto, de proteger nuestros intereses nacionales”, ha añadido el Foreign Office.

El espionaje ruso

La televisión estatal rusa ha mostrado los rostros y ha proporcionado los nombres de los seis diplomáticos afectados. Según recogen los materiales del FSB difundidos a los medios rusos, “todos los diplomáticos británicos serán considerados a partir de ahora empleados de carrera del MI6 [el espionaje exterior de Reino Unido] o agentes de inteligencia británicos, y serán expulsados de Rusia si se identifica cualquier signo de actividad de inteligencia”.

El espionaje ruso siguió a todos los diplomáticos. Las imágenes y vídeos difundidos muestran sus encuentros en cafeterías o en la calle con opositores del Kremlin, activistas y ONG, todos perseguidos en Rusia. Según Moscú, los diplomáticos atentaron “contra la soberanía de Rusia” al reunirse, por ejemplo, con la abogada del preso político Vladímir Kara-Murza, intercambiado en agosto junto con otros disidentes, o un defensor de los derechos del colectivo LGTBI+, cuya persecución ha alcanzado niveles inéditos en el país en el último año.

La información facilitada por el FSB airea el caso de Jessica Davenport, una de las diplomáticas expulsadas por haberse reunido con la defensora de derechos humanos rusa Svetlana Gánnushkina, quien ayuda a los extranjeros desde 1990 con la ONG Asistencia Cívica. Según el FSB, Gánnushkina, candidata al premio Nobel en 2010 y hoy declarada agente extranjero en su propia nación, “se dedica al lobby migratorio y trata de dividir el país desde dentro”.

Moscú señala al diplomático británico Martin Harris en el centro de su teoría conspirativa. Harris, ahora jefe de la misión diplomática británica en Ucrania, fue embajador en Moscú entre 2014 y 2017 y asumió el mando de la oficina para Europa del Este entre 2017 y 2022. Según el FSB, este departamento enviaba instrucciones a sus empleados a través de otra unidad (HMG Russia Unit). En realidad, los documentos difundidos por este organismo se encuentran en internet, pues su función es explicar a los ciudadanos cuestiones que rodean a la guerra de Ucrania, como la aplicación de las sanciones, la lucha contra los ciberataques y la desinformación proveniente de Rusia.

Ataques en suelo ruso

Starmer y Biden pueden decidir durante su encuentro en Washington si permiten a las fuerzas ucranias el uso de misiles occidentales para golpear a Rusia a una distancia mayor de su frontera con Ucrania. La reunión de ambos mandatarios llega precedida por el encuentro de los jefes de la diplomacia de ambos países en Kiev con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. En ella, el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, y el ministro de Exteriores británico, David Lammy, mostraron su apoyo a Ucrania para defenderse, alertaron sobre el uso de misiles iraníes por parte de Rusia y escucharon las peticiones de ayuda del mandatario ucranio.

Kiev quiere recibir autorización para alcanzar con misiles de larga distancia occidentales las bases desde las que Rusia lanza ataques contra su territorio. EE UU ha puesto hasta ahora límites de unos 100 kilómetros para el uso de algunas de sus armas ―Washington no permite aún utilizar sus preciados misiles ATACMS, de mayor rango de tiro―, por temor a que un alcance mayor provoque una escalada y una respuesta rusa. Sin embargo, el reciente aumento de los bombardeos sobre las ciudades ucranias lanzados desde una mayor distancia vuelve a poner la cuestión sobre la mesa.

El Gobierno británico confía en que la visita de Starmer a Washington y su encuentro con el presidente Biden sean “una oportunidad para que el Reino Unido y Estados Unidos tengan una discusión estratégica en profundidad, antes de acudir a próximos encuentros internacionales como la Asamblea General de Naciones Unidas o la cumbre del G-20″, según explicó un portavoz de Downing Street.

Starmer cree que la situación tanto en Ucrania como en Oriente Próximo es cada vez más tensa y demanda respuestas. Aunque ya ha tenido conversaciones previas con Biden, tanto en persona como por teléfono, y han coordinado sus “respuestas tácticas” en ambas regiones, el primer ministro confía en que el encuentro de esta semana sirva para coordinar también la estrategia “sobre los movimientos de los próximos meses”.

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