En qué deberían centrarse los partidos verdes
La grandilocuencia multilateral y el corporativismo ecologista no salvarán el planeta. Los proyectos empresariales tecnológicos con conciencia medioambiental, quizá sí
Greta Thunberg va un paso por delante de la mayoría de los analistas políticos. Enseguida se dio cuenta de que los políticos hacen promesas y no las cumplen. Ya se trate de la acción coordinada sobre el cambio climático o de la entrega de vacunas a los países pobres, podemos estar seguros de que el G-7 siempre nos va a defraudar.
Me temo que también la política nacional de los partidos verdes termine en decepción. La actual podría ser efectivamente la década en la que las formaciones ecologistas lleguen al gobierno. Los Verdes alemanes lo tienen casi al alcance de la mano. En Austria ya han llegado, y se están dando cuenta de los límites de lo que pueden hacer.
Los Verdes alemanes tienen muchas buenas ideas, pero cuando veo el gran plan de Annalena Baerbock para persuadir a las empresas germanas de que inviertan en tecnologías productivas respetuosas con el medio ambiente, pienso que es ahí donde se equivocan. El futuro no reside en producir artilugios ecológicos extendiendo las tecnologías analógicas de producción de Alemania a un mundo con gafas de color verde. Alemania tiene que modernizar su economía desde la base. Será un proceso de destrucción creativa. No demos por hecho que Volkswagen y BASF son nuestros amigos.
De modo que, si el multilateralismo y el corporativismo verde no van a ser de ayuda, ¿qué lo será? Tengo dos sugerencias, un escenario benigno y otro maligno. En el escenario maligno de una acción fructífera contra el cambio climático, la política verde fracasa. Dada la asimetría con la que la alteración del clima afecta a los continentes, no deberíamos despachar las guerras y el terrorismo por causas medioambientales como panoramas poco probables. Cuando más jóvenes empiecen a darse cuenta de que el G-7 y el G-20 se dedican solamente a engañarlos, y los gobiernos ecologistas tampoco den respuesta a los problemas, un sector mayor que el actual del movimiento ecologista podría llegar a la conclusión de que la violencia es el único camino. En ese mundo, el paracaidista verde que se lanzó sobre el estado de fútbol de Múnich la semana pasada sería un terrorista suicida.
En el escenario benigno, lograríamos nuestros objetivos climáticos ampliando la frontera tecnológica. Esta vía también requeriría la intervención política, pero diferente de la actual política ecológica dominante. Empezaría por reconocer que las tecnologías todavía no se han inventado, y que lo más probable es que no las inventen las grandes multinacionales, sino los pequeños empresarios ecologistas.
El espíritu emprendedor es un área en el que Europa es, por utilizar el término técnico correcto, completamente nula. Quienes tengan edad suficiente para acordarse de la década de los setenta, cuando vivíamos en la era predigital, quizá recuerden que los fabricantes europeos y japoneses eran los líderes mundiales en electrónica de consumo de gama alta. Sin embargo, Estados Unidos consiguió dominar la posterior era digital porque permitió que los jóvenes empresarios desafiaran a los poderes establecidos. En Europa, rodeamos al sector corporativo con una cerca protectora, algo que, por desgracia, también hacen los políticos ecologistas.
¿Se acuerdan del viejo chiste que preguntaba cómo se dice entrepreneur en francés? Es un recordatorio de que Europa fue la cuna de la industria moderna. Todavía vivimos de los frutos de aquella época. Pero habría que estar loco para intentar montar una start-up digital en un país de la Unión Europea, como no sea para repartir pizzas en el barrio.
Yo aconsejaría a los políticos ecologistas que hiciesen una reflexión profunda sobre el capital riesgo verde en particular. No andamos escasos de liquidez mundial. El truco consiste en dirigirla hacia inversiones rentables respetuosas con el medio ambiente. Empiecen por conceder a los pequeños empresarios los privilegios de unas largas exenciones fiscales, unas cargas normativas mínimas, y unos requisitos burocráticos mínimos. Subvencionen la investigación universitaria relacionada con el medio ambiente. Pero, sobre todo, apliquen el principio de destrucción creativa a las finanzas: reformen el mercado de capitales corporativo de Europa, preferiblemente a escala europea, con el fin de permitir a los inversores de capital riesgo verde dar salida a sus inversiones. Esto es lo que no está pasando en Europa en estos momentos. Posiblemente supondrá enfrentarse a los bancos y a otros intereses creados que no tienen ningún interés en la reforma.
En vez de pintar de verde las chimeneas, tal vez tendrían que hacer caso del consejo más antiguo del periodismo financiero: sigan al dinero.
Wolfgang Münchau es director de www.eurointelligence.com
Traducción de News Clips.
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